Josu Imanol Unanue Astoreka
Bermeo

Un tren llamado Isabelita

«Dentro de poco dicen que los que viajamos en modelo “Isabelita” también tendremos suerte de viajar en TAV entre capitales, ¿para ir al médico que nos niegan en los pueblos? ¿para acudir a esos servicios tan centralizados como ajenos? ¿para hacer compras? En definitiva ¿para ir a la capital?, para eso no nos hace falta ir a cientos de kilómetros por hora. ¿O estamos hablando de una Euskal Herria tan inmensa como Rusia?»

Más o menos el  17 de agosto de 1955, aquel personaje pequeño con aires de grandeza llamado Francisco y para más Inri, apodado Generalísimo y por la Gracia de Dios, como recordaban las monedas, inauguró el tren que llegaba hasta Bermeo y que por cierto, los de mi pueblo rápidamente bautizaron con el nombre hermoso de “Isabelita”.


Los que luego hemos hecho recorridos en trenes que recorren las distancias de Bermeo a Bilbo, sabemos lo que es tener tiempo para hablar, reír, quedarnos en algún que otro túnel, tirados en alguna estación, pasar frío en invierno y calor en verano.., vamos, de todo un poco.


Posteriormente y con algunas mejoras, somos muchos los que viajamos en los herederos de “Isabelita”, con más o menos comodidades, pagando un trasporte público, bastante caro en distancias cortas, pero sobre todo sintiéndonos más o menos seguros, puesto que el índice de siniestralidad es realmente inexistente. Pero también sabemos qué es morirnos de frío en verano o cocernos como el marisco en pleno invierno, con el aire acondicionado totalmente descontrolado. Aún falta invertir más en  la tecnología «puntera».


Sabemos que de “Isabelita” para acá los progresos son tremendos en el sector transporte, máximo cuando nos hablan de velocidades astrales, tal vez con el objetivo de llegar antes de Bilbao a Donostia que a Marte. Pero nosotros seguimos viendo a las gaviotas pasar, hablando, riendo, disfrutando de Urdaibai,  viendo los cruces de trenes en Itxasbegi, Gernika o Zugastieta y pensando que son pocos los cambios en nuestra red viaria. Vamos, como que tardamos 22 minutos de Bermeo a Gernika-lumo, que son 13 kilómetros, y cerca de hora y cuarto a Bilbo que está a 33 kilómetros.


También somos conscientes, de los buenos maquinistas que tenemos y que a todos conocemos y son parte de la «familia» viajera. Un viaje en tren, da para lo que da y la seguridad que tanto nos debería preocupar sabemos que existe. Otra cosa es que si nuestro descendiente de “Isabelita” alcanzara los 190 Km/h, es decir, que estaríamos en Gernika-Lumo en 4 minutos, pero ¿para qué?.


Lo de Santiago, aparte de un verdadero drama y mucho dolor, es algo para mí incompresible. Los medios, rápidamente encasquetan la culpa a una persona, que para más narices ya sabemos quién es, como está y qué pinta tiene. Ya lo han enjuiciado. Culpable de todo cargo.


De los que diseñaron la vía, hicieron este modelo de tren que tanto corre, de los que no asumen la culpa de la falta de seguridad en la vía, de los que apostaron por este modelo de desa- rrollo sin poner la tecnología existente para prever algún contratiempo al servicio del usuario, nadie habla y todos y todas callamos. Mientras tanto, los viajeros de un tren un tanto olvidado que nos lleva a un ritmo determinado, pero seguro, nadie habla, ni sabe lo que pensamos, por si interesa, nos extraña la falta de medios de prevención «automatizados» o «modernos».


En Euskal Herria se están invirtiendo millones de euros en un modelo de TAV cuanto menos arriesgado y que pese a la velocidad, no nos lleva a ninguna parte. En Euskal Herria con grandes carencias en otras necesidades básicas, el cemento y un desarrollismo salvaje, nos lleva a tener grandes velocidades en un transporte que comunicará grandes ciudades, mientras que los trabajadores de otras zonas «lejanas» , es decir, que vivimos a solo unos pocos kilómetros, seguiremos viajando en un transporte caro y con falta de comodidades, en asientos de plástico donde una hora y más, pueden ser simplemente, una tortura.  


Y nosotros aún no podemos comunicarnos entre pueblos cercanos.


Dentro de poco dicen que los que viajamos en modelo “Isabelita” también tendremos suerte de viajar en TAV entre capitales, ¿para ir al médico que nos niegan en los pueblos? ¿para acudir a esos servicios tan centralizados como ajenos? ¿para hacer compras? En definitiva ¿para ir a la capital?, para eso no nos hace falta ir a cientos de kilómetros por hora. ¿O estamos hablando de una Euskal Herria tan inmensa como Rusia? Creo que falta saber la verdadera dimensión del proyecto monstruoso y destructor como el TAV, que algunos quieren imponernos.


Lo dicho, lo de Galiza es algo duro y doloroso, igual que las políticas que impulsan ciertos proyectos, cuyo daño, ahora y en el tiempo, es inasumible.

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