Olga Santisteban Otegui

Colonización e inmigración

A lo largo de la historia, desde que tenemos constancia de ello, los seres humanos hemos migrado en busca de mejores oportunidades de vida, huyendo, quizá, de guerras o hambrunas o, tal vez, de injusticias sociales o políticas. En el transcurrir de los siglos y hasta que se fueron formando, los modernos estados (sobre todo los europeos, siglos diecinueve y veinte) las «tornas» cambiaron un poco. El «afán» de los mismos de buscar riquezas, explotación y poder, llevo a las llamadas potencias coloniales a adueñarse, en nombre de un poder superior, de gran parte del continente africano y en Asia, de aquellas regiones que tuvieron a bien. Durante muchos años, como digo, les expoliamos sus recursos, su modo de vida y cuando nos «cansamos» y no había más que «explotar», trazamos unas imaginarias líneas conformando nuevos países (en muchos casos, sin respetar, etnias o religiones), les concedimos su independencia, con regímenes de gobierno inestables o poco democráticos (salvo honrosas excepciones). Les dejamos una «bonita» herencia, eso sí, hablando el francés o el inglés, o un poco de castellano (solo faltaba). Nos «devuelven» ahora el favor en forma de migración bastante desesperada, traen hambre y miseria. ¿Por qué será? Padres e hijos, menores ya conocidos. No nos ponemos de acuerdo en cómo regular, en cómo apoyar. Fuimos migrantes también, nosotros blancos europeos. ¿Se nos ha olvidado? Frágil memoria.

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