La defunción de la no política industrial neoliberal

Los dirigentes neoliberales de la Unión Europea despreciaron la política industrial. Bruselas concibió una economía en la que el control de las finanzas y los servicios sería suficiente para seguir acumulando riqueza sin mancharse las manos. La pandemia y el posterior confinamiento supuso un severo correctivo a esta visión. La guerra de Ucrania y la política de sanciones mostraron la debilidad de un tejido productivo europeo dependiente. Por último, la llegada de los vehículos eléctricos de fabricantes chinos, mejores y más baratos que los de sus homólogos europeos, ha terminado con el espejismo neoliberal y ha revelado un panorama desértico.

Posiblemente, ninguno de los que han sido responsables de la actual situación crítica de la industria salga a reconocer el disparate que supuso la política neoliberal de dejar que fabriquen otros. El que sí lo hizo ayer fue el actual consejero de Industria del Gobierno de Nafarroa, Mikel Irujo, que en una entrevista en NAIZ Irratia reconoció que había sido un planteamiento «arrogante». También señaló, con buen criterio, que la solución no es el proteccionismo, sino que es necesario situar la política industrial en el eje de las políticas públicas. La industria no es solamente la fábrica, son las infraestructuras, la formación, la investigación y el desarrollo. Una idea sobre la que incidió Mario Draghi en la presentación de su esperado informe sobre la competitividad que la Comisión Europea le encargó. Draghi, además de calificar la situación como «desafío existencial» y pedir un «cambio radical», enumeró algunos elementos para una estrategia industrial, entre los que destacó la innovación, la energía y la seguridad en los suministros. El informe subraya, asimismo, la importancia de unir política industrial y política climática, y plantea la necesidad de realizar enormes inversiones.
    
Los cambios que se están operando en el mundo han puesto de relieve el terrible error que fue abandonar la política industrial pública. El informe de Draghi no ha hecho más que firmar la defunción de esa nefasta idea. Otra cuestión es la dirección que tomará la política industrial y, sobre todo, el papel que desempeñará el sector público en su desarrollo.

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