«Por primera vez salimos ovacionados del Bernabéu»
Regresamos a 1988, a aquellas semifinales de Copa en las que la Real consiguió su pase a la final tras ganar 0-4 al Real Madrid en el Bernabéu. Recordamos junto a uno de los goleadores, José Mari Bakero, aquella noche épica en Madrid.
José Mari Bakero fue uno de los referentes importantes en la historia de los mejores momentos deportivos de los años 80 en la Real, incluso después de futbolista se convirtió en director deportivo del club, más tarde le picó el gusanillo del banquillo y pasó a ser el entrenador de una Real con muchos problemas de inestabilidad económica y deportiva. Natural de Goizueta y vecino con una nutrida y muy deportiva familia en Añorga, sus primeros lances fueron en el frontón del barrio. La pelota se le daba bien, pero llegó el fútbol: «Javier Expósito, con el que aún mantengo conversaciones, y Alberto Ormaetxea fueron mis pilares para dedicarme a un oficio que ha sido mi gran vida», comenta Bakero.
Era un chaval cuando junto a compañeros como Txiki Begiristain, Larrañaga o Loren, entre otros, componían el grupo más joven y físico que, en gran labor de equilibrio por parte de Toshack con los más veteranos del equipo, Arconada, Zamora, López Rekarte (Luis Mari)… formaron un bloque competitivo que completó unos años de grande resultados. Estamos en 1988, cuando la Real se hizo con el campeonato de Liga y antes disputó su segunda final de Copa consecutiva, esta vez perdiendo 1-0 ante el Barça, después de haber ganado un año antes en Zaragoza al Atlético de Madrid en los penaltis.
Pero la Copa del 88 tuvo momentos inolvidables y uno de ellos se iba a producir el 18 de febrero, cuando la Real que entrenaba Toshack se plantó en el Bernabéu, campo siempre maldito para los propósitos de la Real para disputar la vuelta de la semifinal después del 1-0 del primer partido en Donostia. Fue una noche espectacular en la historia txuriurdin, como nos explica José Mari Bakero desde su actual retiro en Barcelona: «Lo más significativo de aquel partido fue que por primera vez salimos ovacionados del Bernabéu por el propio público del Madrid. La historia en ese campo siempre era negativa y al llegar siempre nos decíamos 'a ver qué pasa hoy', porque una y otra vez pasaban cosas que nos alejaban de los buenos resultados. Recuerdo que, cuando llegábamos a los descansos con empate, nos queríamos convencer de que este es el día para pagar aquí, pero nunca pasaba, hasta este día en que con un 0-4 está todo dicho».
Curiosamente, el árbitro de aquel partido, como recojo en la crónica que escribí en 'Egin' desde Madrid, fue el hoy acusado Enrique Negreira, que tampoco influyó en un resultado apabullante que la Real labró en la segunda mitad, tras un primer tiempo bastante pobre por ambas partes. Pero la maquinaria realista se puso a cien a partir de su primer gol a los 54 minutos: «Górriz empuja en el área pequeña al fondo de las mallas un balón que, sacado por Zamora desde la esquina, lo tocó en corto José Mari Bakero», decía la crónica de ese chupinazo que lanzó la fiesta de la Real, como recuerda Bakero: «A partir de ese gol, cada vez que nos acercábamos al área contraria era una ocasión de gol y conseguimos otros tres. Qué gran partido de todo el equipo. Txiki estuvo inconmensurable y, aunque yo marqué dos goles, él fue el alma del equipo en el ataque. Gran mérito de Toshack, que consiguió un equilibrio en el equipo entre veteranos y jóvenes quizás menos peloteros pero con mucha contundencia física, y aquello funcionó a las mil maravillas. Delante de Arconada, un bloque fornido con Rekarte, Gorriz, Larrañaga, Gajate y Uría, luego un pivote que a veces, como en esa ocasión, fue mi hermano Santi, y arriba contundencia con extremos verticales y Loren arriba… Ufff qué baño le dimos al Madrid aquella noche».
La Real pasó a la final y se iba a encontrar con el Barça. Un gol de Alexanco decidió para los azulgranas: «Jugamos mal en la final y nos ganaron y punto». Luego hubo muchas alusiones a la actuación de José Mari, Txiki o Rekarte, a los que el club vendió al Barça por 600 millones de pesetas y la cesión de Jon Andoni Goikoetxea, que pasó a jugar en la Real. De aquello no quiere hablar Bakero: «Se dijeron tantas cosas que prefiero no entrar. Estamos ya en unas edades que solo quiero quedarme con los grandes momentos, que han sido muchos. Qué más hubiera querido yo que despedirme de la Real levantando la Copa, pero no pudo ser. Dejemos ahí la historia. Me siento privilegiado de haber jugado en la Real, aquella fue mi mejor temporada sin duda y también la del equipo. Daba mucho gusto jugar».
Hablamos de la Real de hoy: «La gran diferencia con la que yo viví desde los despachos es la estabilidad económica y deportiva que le ha dado el equipo de Aperribay. Han conseguido además un arraigo social que me recuerda mucho a aquel espíritu de Atotxa, lo que, añadido a la gran estructura deportiva que han organizado, hace que dé mucho gusto ver los partidos de la Real en Anoeta. Me encanta ver y disfrutar de sus partidos porque, al margen de los resultados, que son buenos, cada partido es un espectáculo, los jugadores lo pasan bien y el público también; cada partido es una fiesta».
También entiende Bakero que una gran clave está siendo Imanol: «Con esa estabilidad del club y las circunstancias que ahora le rodean, Imanol ha sido una sorpresa muy agradable, transmite naturalidad y muchos de los valores de la Real, y es su eje deportivo. Es verdad que Olabe da frescura a la plantilla con la llegada de jóvenes y diferentes mercados. La Real tiene hoy un juego muy bonito y su afición lo disfruta. Ese es el fundamento para mantener la pasión por un club».