La portada de 'Egin' de aquel 23 de marzo de 1984 tiene una composición peculiar. En el texto de apertura no hay foto, seguramente porque nadie podía esa noche acercarse a este punto de la bahía de Pasaia.
Pero sí tiene un texto amplio e inquietante: en él las cuatro muertes a tiros producidas aquella tarde ya apuntan mucho más a una emboscada policial que al «enfrentamiento» que intentaba recrear la nota policial.
Todo se había desencadenado caída ya esa noche entre invierno y primavera. Quienes se acercaron a esa zona de la bahía, unos cientos de metros más allá de las últimas casas de Pasai Donibane, rumbo al faro, vieron un potente despliegue policial, con policías en varias zodiac. Y escucharon la voz de una mujer que gritaba «los habéis matado a todos». Rosa Jimeno, relacionada con el comando, había sido secuestrada policialmente días antes y usada como cebo para la operación.
Bien pudieron detener a José Mari Izura 'Pelu', Pello Isart 'Pelitxo', Rafael Delas 'Txapas' y Dionisio Aizpuru 'Kurro', pero acabaron acribillados. Y no es una figura retórica, sino el resumen crudo de la masacre: en el cuerpo de Aizpuru había 38 orificios de bala, en el de Badiola 28, igual que en el de Izura, y el que «menos» impactos sufrió, Delas, tenía 21.
El entonces gobernador civil de Gipuzkoa, Julen Elgorriaga, afirmó que «era gente acostumbrada a matar y la Policía hizo lo que debía hacer». 'Abc' intentó añadir épica a la patraña: «Los terroristas, sorprendidos por las luces y los gritos, vaciaron los cargadores de sus pistolas en dirección de las voces. La respuesta de las Fuerzas de Seguridad fue inmediata (...) La Policía, naturalmente, repelió la agresión».
De los testigos a Merino
La edición de 'Egin', por contra, ya apuntaba lo que tardaría 36 años en certificar un informe de la Cátedra Unesco de la UPV/EHU para el Gobierno de Lakua. Aquella información de urgencia no se pudo cerrar hasta las 2.00 de la mañana del día 23, cuando acababan de recuperarse los dos cadáveres caídos al agua tras un fusilamiento en toda regla según detallaría años después el único superviviente, Joseba Merino, tras salir de prisión [entrevista en GARA en 2014]. Los vecinos remarcaban la amplia presencia policial en la zona, en varias zodiac, y cómo una pareja que solía pasear por la zona había sido detenida una hora antes para impedirle ver (aunque no oír) lo que terminaría ocurriendo.
Al día siguiente, 24 de marzo, más conclusiones apabullantes contra la versión oficial. Resultó que nadie había oído disparos cruzados, sino solo un ametrallamiento en varias fases. Tampoco voces que dieran el alto a los miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas. «Los testigos desmienten la versión del gobernador», titulaba 'Egin' en portada. El dato apabullante y trágico no dejaba lugar a dudas: 113 disparos por un lado y ninguno por el otro, curioso enfrentamiento.
Había más detalles indirectos reveladores. Radioaficionados habían escuchado con estupor esa noche el mensaje que se había colado en sus ondas: «Dar aviso al cuartel de Guadalajara de los GEOs de que la operación ha sido un éxito». «En el cuartel un brindis, esta vez fueron cuatro», cantaría poco después Barricada, el grupo de la Txantrea, de donde eran Izura y Delas.
Otro dato en las mismas páginas; al hermano de este último le habían llamado por teléfono horas después para preguntarle si estaba viendo las noticias en la tele y añadir: «Ya ves que prometemos lo que cumplimos». En comisaría, donde estaba detenido meses antes, a Delas le habían amenazado con matar a su hermano entonces huido.
Bono, Galindo, 'El País'
De modo algo ambiguo, como es norma en estos casos, un libro de memorias del dirigente del PSOE José Bono vino a asumir la acción como auténtica guerra sucia hace algunos años. Bono cuenta allí cómo, tras la muerte del senador Enrique Casas en una acción de los CCAA, mandatarios del PSOE habían pedido comprensión al PNV porque «tenían que reaccionar». Y añade el autor que «una noche, cuando los asesinos cruzaban el Bidasoa con una zodiac, encontraron su merecido». Por contra, el jefe de Intxaurrondo, Enrique Rodríguez Galindo, negó hasta el final: en sus memorias publicadas en 2006 insiste en que «se resistieron y se produjo un duro intercambio de disparos».
Cierto es que en ese primer momento no solo este medio mostró dudas. Esto escribió 'El País' en su editorial: «La cuestión central sería establecer si la envenenada consigna de la Guerra del Norte ha sido interiorizada por el Gobierno socialista hasta el punto de sustituir los procedimientos de orden público por técnicas propias de un auténtico conflicto bélico». Era marzo de 1984 y no solo se trataba de Pasaia; unos kilómetros más al norte los GAL empezaban a encadenar muertes una tras otra.
La matanza fue quedando semienterrada en la espiral del conflicto, sin más huella que el recuerdo anual a los fallecidos y las siluetas que los recuerdan aún en las rocas de la bahía en que les quitaron la vida. Y por supuesto, ha seguido impune: el sumario se cerró en unos meses y no se reabriría ya hasta 2000 por iniciativa del Ayuntamiento de Azpeitia, sin llegar a ninguna imputación.
«Ejecución extrajudicial»
Ha sido ya en marzo de 2020 cuando ha llegado un informe oficial, aunque no se trate de una sentencia judicial, que reconoce la realidad de los hechos. No sin polémica, puesto que no fue presentado oficialmente ni se informó de ello a las familias; Lakua alegó que se publicó justo llegada la pandemia.
Lo importante es que en él se reconoce que la verdad asiste a las familias, a los testigos y a 'Egin', no a la Policía, Elgorriaga ni 'Abc'. El resultado de las autopsias, la inexistencia de prueba alguna de que los cuatro fallecidos dispararan o las contradicciones entre el relato oficial y los elementos objetivos llevan concluir «abrumadoramente» que aquel 22 de marzo en Pasaia se produjo una «ejecución extrajudicial».