1977/2024 , 6 avril

Iraia Oiarzabal
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Itoitz, un corte de cables que marcó un hito

La lucha popular contra el pantano de Itoitz marcó un hito con el sabotaje realizado el 6 de abril de 1996. Ocho activistas de Solidarios con Itoitz accedieron de madrugada a las obras y cortaron los cables que hacían funcionar el corazón de la obra, obligando a su paralización durante meses. La obra finalmente se llevó a cabo, pero la acción de Solidarios fue un punto de inflexión en la lucha medioambiental.

Los activistas de «Solidarios con Itoitz» fueron detenidos tras el sabotaje.
Los activistas de «Solidarios con Itoitz» fueron detenidos tras el sabotaje. (Fermin MUNARRIZ)

Ocho miembros de Solidarios con Itoitz llevaron a cabo la madrugada del 6 de abril de 1996 una acción de protesta que marcaría un punto de inflexión en las obras del pantano así como en el devenir de la desobediencia civil. Tras meses de preparación, ocho activistas, acompañados de miembros de la prensa que dieran testimonio de lo ocurrido, cortaron los cables que transportaban el hormigón de las obras. Fue un sabotaje que quedará para la historia y que 'Egin' llevó a su primera página con un contundente titular: «Itoitz, parado».

El periodista Fermin Munarriz fue testigo de lo ocurrido y dio cuenta de ello en las primeras páginas del diario. El sabotaje fue ideado con tiempo y con cautela. De la crónica posterior se desprende que había nerviosismo entre los presentes. Y mucha precaución, pues el objetivo era claro: paralizar las obras sin causar ningún daño humano. Y puede decirse que los Solidarios lograron aquel objetivo.

Portada de ‘Egin’ del 7 de abril de 1996.
Portada de ‘Egin’ del 7 de abril de 1996.

El propio Munarriz recordaba con detalle los hechos en el reportaje publicado con motivo del 25º aniversario de aquella acción. Frío y oscuridad en un paraje montañoso en las inmediaciones de las obras. Un grupo de ocho activistas vestidos con buzos y capuchas blancas guiaron a los periodistas al lugar desde donde fueron testigos del sabotaje. Desde allí vieron cómo neutralizaban al vigilante de seguridad y le arrebataban su pistola reglamentaria para acto seguido dirigirse al corazón de aquella acción: los cables.

Sierra en mano y con los ojos cubiertos con gafas de obra, los solidarios cortaron los cables que permitían transportar cada día unos 4.200 metros cúbicos de hormigón con los que rellenar la presa. Los protagonistas recuerdan a la perfección cada detalle, incluso las características exactas de los cables que cortaron. Seis cables-grúa de acero en espiral de 6,25 cm. de grosor y 800 metros de longitud que aguantan cargas de hasta 140 toneladas.

Tras unos minutos de ruido, fuego y caos, los Solidarios finalizaron el sabotaje. Aquello supondría la paralización de las obras durante meses. Y como era de esperar, no tardaría en llegar la reacción contra los autores de la protesta contra lo que ya muchos calificaban una «cuestión de Estado».

Protesta de «Solidarios con Itoitz». (Fermin MUNARRIZ)
Protesta de «Solidarios con Itoitz». (Fermin MUNARRIZ)

A cara descubierta

Solidarios con Itoitz tenía muy bien definido el carácter de aquella acción. Desde un primer momento quisieron contar con la presencia de los medios para que pudieran informar de primera mano sobre lo ocurrido. Tampoco tenían intención alguna de ocultarse. Tras cortar los cables se deshicieron de las gafas y las capuchas y esperaron a cara descubierta. Al llegar los vigilantes de seguridad y la Guardia Civil, los activistas no opusieron resistencia. La tensión creció cuando llegaron las primeras respuestas violentas por parte de los agentes. También contra los periodistas.

Los ocho autores del corte de los cables fueron condenados a cuatro años y diez meses de prisión. Asimismo, sufrieron una condena de carácter económico que algunos de ellos todavía padecen hoy a través del embargo de sus cuentas.

La exposición mediática de la protesta, unida al impacto que tuvo el corte de cables en el retraso de las obras, hace de esta acción uno de los hitos más importantes en la lucha medioambiental en Euskal Herria.

La oposición organizada contra el pantano se remonta hasta 1985, cuando se creó la Coordinadora de Itoitz. Su lucha se centró en gran medida en el ámbito jurídico y logró una importante victoria cuando la Audiencia Nacional decretó en 1996 que el pantano era ilegal. Sin embargo, el dictamen tenía doble cara, ya que para poder suspender las obras se fijaba una fianza de 24.000 millones de las antiguas pesetas (unos 145 millones de euros), una cifra que era inasumible para el movimiento popular.

Recibimiento a los activistas tras salir de prisión. (Fermin MUNARRIZ)
Recibimiento a los activistas tras salir de prisión. (Fermin MUNARRIZ)

En este contexto, si bien las dos luchas se demostraron complementarias, «Solidarios con Itoitz» optó por la vía de acción directa. Por cortar por lo sano. Los protagonistas de aquella acción lograron un impacto inmediato con la obligada paralización de las obras y los costes que ello supuso. El objetivo final, lograr que el pantano no se llevara a cabo, no fue posible pero en todos estos años han destacado algunos de los puntos fuertes de aquella lucha. Por un lado, sirvió para visibilizar el interés del Estado por llevar adelante aquella infraestructura costase lo que costase y aunque los tribunales reconociesen, con trampa incluida, su ilegalidad. Asimismo, no se puede negar que aquello marcó un punto de inflexión en otras luchas que vinieron después.

Los pueblos desaparecidos bajo el pantano, la cantidad ingente de fondos públicos gastados en su construcción y los años y recursos robados a quienes se opusieron a Itoitz no volverán. Sin embargo, toda aquella movilización sirvió de unión entre aquellos que, con diferencias ideológicas o no, compartían el rechazo a un proyecto con graves efectos en el medio ambiente. Luchas posteriores como la contraria al Tren de Alta Velocidad han bebido de esta fuente.

La emergencia climática es el gran reto que tenemos ante nosotros. Quienes entonces se movilizaron en Itoitz ya advertían de lo que hoy ya es una crisis civilizatoria. 28 años más tarde, la activación social continúa siendo imprescindible.