1977/2024 , 12 avril

Ingo Niebel

Merkel, de «chica de Kohl» a «amatxo» de los alemanes

El 12 de abril del año 2000, el colaborador de GARA en Alemania Ingo Niebel presentaba en las páginas del periódico a «la nueva dama de hierro». Una todavía desconocida Angela Merkel se convertía en la primera mujer al frente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania. 24 años después, Niebel repasa la andadura política de Merkel.

Angela Merkel dejó la cúspide del poder político alemán en diciembre de 2021.
Angela Merkel dejó la cúspide del poder político alemán en diciembre de 2021. (Markus SCHREIBER | AFP)

Desde que dejó el poder en manos del sucesor socialdemócrata Olaf Scholz (SPD) en diciembre de 2021, Angela Merkel (CDU) parece vivir una vida de eremita. Alejada de la vida pública, la que fuera la primera mujer canciller de Alemania prepara su legado, escribiendo sus memorias.

La excanciller Merkel está missing, desaparecida. En vez de estar en conferencias internacionales o platós de televisión, no se le ve el pelo. La excepción que confirma la regla son unas desenfocadas fotos tipo paparazzi que retratan a una mujer no tan bien peinada haciendo rápidamente compras cerca de su piso de Berlín. No lo dejó de hacer ni en su tiempo de canciller, cuando la revista estadounidense la consideraba «la mujer más poderosa del mundo».

En otra imagen, tomada a finales del 2023 en el homenaje al difunto demócrata cristiano Wolfgang Schäuble, sí aparece con su habitual aspecto, creado y forjado durante décadas en la primera fila de la política alemana.

La noticia más destacada que ha producido la excanciller recientemente ha sido que ha dejado de ser afiliada a la Fundación Konrad Adenauer (KAS). La institución sirve de fábrica pensadora a la Unión Demócrata Cristiana y de lugar de acogida para sus excargos. «Ya soy mayorcita para estas cosas», comentó Merkel brevemente sobre su salida.

En vez de pasar por alguna puerta giratoria parece haberse aislado completamente para escribir lo que llama su editorial Kiepenheuer & Witsch sus «memorias políticas». «Me complace reflejar en mi libro, que he escrito junto con Beate Baumann, decisiones y situaciones clave de mi labor política y hacerlas comprensibles a un público amplio, recurriendo también a mi historia personal», promete Merkel. Su coautora es la mujer de su máxima confianza: Baumann le ha acompañado desde el inicio de su carrera política.

En 1991, después de la unificación de las dos Alemanias, el canciller Helmut Kohl (CDU) nombró a Merkel –hija de un pastor protestante–, ministra de Familia. El todopoderoso jefe de partido y de gobierno necesitaba a una mujer de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) y que no había colaborado con la Policía secreta, la Stasi, para darle un aire de modernidad a la CDU y a su Ejecutivo. Por eso el machismo de entonces redujo a la doctorada en Física, de 37 años, a ser la «chica de Kohl».

Reportaje publicado en GARA en 2000.


Sin embargo, en menos de una década, Merkel se había convertido en «la nueva dama de hierro», tal y como titulé yo mismo en GARA el 12 de abril de 2000, presentando la nueva presidenta de la CDU a nuestros lectores. El nuevo cargo se lo debió al hecho de que nadie de sus rivales varones quisiese ocupar el cargo en un momento complicado.

En medio del escándalo de financiación ilegal, cualquier nueva noticia podría acabar con cualquier carrera recién estrenada. Debido a su silencio, Kohl –derrotado electoralmente en 1998– había perdido toda su reputación, y Schäuble, la presidencia del partido. Merkel era desechable. Además dirigía solo el comité regional de Mecklenburgo-Antepomerania –el más pequeño de la CDU, por cierto–. Por eso, en el artículo de GARA de hace 24 años la consideré una «reina sin reino».

«Pese a la fuerte lucha interna –decía el artículo– la CDU por primera vez ha puesto al frente del partido a una mujer: Angela Merkel. Aparte de la lucha por el control interno, Merkel tiene que trabajar su perfil político». Y añadía, «solo lleva diez años en la escena política occidental y todavía no puede lucirse con discursos sobre la política europea por la simple razón que le falta experiencia para ello».

En esa labor le ayudaron la fiel Baumann y la jefa de Comunicación Eva Christiansen, quien supuestamente diseñó la imagen exterior de Merkel: sus trajes y tal vez también su peculiar forma de doblar las manos, el «rombo de Merkel» como se le llama en Alemania. A este exclusivo círculo interior se integraron más tarde hombres como Ronald Pofalla y Peter Altmaier, entre otros outsiders. Con este apoyo, Merkel consolidó su posición desbancando, en 2002, a su rival interno, el entonces jefe del grupo parlamentario en el Bundestag, Friedrich Merz. A partir de entonces la jefa de partido se perfilaba también como líder de la oposición.

En 2005 Merkel salió elegida primera mujer canciller, creando la segunda Gran Coalición (GroKo) con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) desde 1966. En 2009 formó un bipartito con el Partido Liberaldemocrático (FDP), para luego continuar con otras dos ediciones de la GroKo. A partir de 2010 tenía consolidada su posición dentro de la CDU, dejando fuera de juego a sus rivales. Quien no se sometía, se marchaba como Merz. El veterano Schäuble se quedó y respaldaba lealmente a Merkel.

Es entonces cuando la canciller empieza a dirigir y gobernar diciendo que su política es «sin alternativa». Los críticos se van y fundan la Alternativa para Alemania (AfD). La jefa de Gobierno se caracteriza por su capacidad de saber administrar problemas, pero sin solucionarlos. Opera sin visión porque prefiere mantener el estatu quo.

Angela Merkel está redactando sus memorias políticas.

Las simpatías internacionales de Merkel bajaron con la crisis de Grecia en 2009. Para salvar el euro, impuso su política de austeridad en toda la UE y así empezó el distanciamiento de la CDU. La relación se tensó aún más en 2011 cuando, después de la catástrofe nuclear de Fukushima, Merkel dio otro giro de 180 grados diciendo adiós a la energía atómica, usurpando la posición de Los Verdes ecologistas y del SPD. En 2013 Merkel volvió a ganar las elecciones. Entonces alguien empezó a llamarle despectivamente «Mutti» (amatxo).

Este símil quedó eternizado dos años más tarde con el título «madre Angela» del semanario 'Der Spiegel', cuando la canciller abrió las fronteras para acoger a más de un millón de refugiados. Su percepción positiva creció frente a un maleducado Donald Trump o por su habilidad negociadora. Aún así, en 2018, solo evitó un golpe interno, cediendo la presidencia del partido a una mujer de confianza, Annegret Kramp-Karrenbauer, que luego fracasaría ante el resurgido Merz.

En la pandemia, Merkel sacó su talante de 'madre' (sin serlo en la realidad). En su histórico discurso, la «Mutti» tranquilizaba a las familias asustadas por una desconocida enfermedad letal, pero seguía distanciándose de la CDU.

Preguntada dónde pasaría la noche electoral respondió: «Sí, voy a estar en contacto con mi partido cercano», y acto seguido corrigió el error freudiano añadiendo «del que soy miembro». Todavía. Al final también se emancipó como mujer, reconociendo en 2021: «Sí, soy feminista».

Ahora con sus memorias podrá definir su legado –hasta que en 2035 se desclasificarán los primeros documentos– y hasta tener que declarar por la salida relámpago de sus tropas de Afganistán en 2021 ante el Parlamento alemán.