1977/2024 , 15 mai

Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Entrevue
Gorka Landaburu
Periodista y víctima de un atentado de ETA

«Lo único que puedo pedir es que no volvamos a repetir lo que ha vivido este país»

Una carta-bomba remitida por ETA le estalló en las manos a Gorka Landaburu un 15 de mayo. Pasados 23 años, el periodista reflexiona sobre aquello y los cambios producidos en Euskal Herria en la última década, en una larguísima secuencia que le lleva hasta la guerra del 36.

El periodista Gorka Landaburu, momentos antes de la entrevista en Zarautz.
El periodista Gorka Landaburu, momentos antes de la entrevista en Zarautz. (Gotzon ARANBURU | FOKU)

¿Cómo recuerda el atentado? ¿Podría revivirlo para quienes no lo sepan? Ha pasado casi un cuarto de siglo ya..

Recuerdo perfectamente ese 15 de mayo de 2001. Estaba solo en casa. Abrí un sobre que solía recibir mensualmente de Elkarri y que había llevado a casa la noche anterior. El logotipo estaba perfecto y el escolta lo había tocado. Normalmente, lo solía abrir por la noche con mis hijos en casa, pero esa noche no lo hice. En vez de abrirlo, lo dejé en mi despacho.

El recuerdo que tengo es que abrí el sobre saliendo de la ducha y sentí un gran fogonazo. Mi primera reacción fue pensar «me han pillado». Bajé de mi despacho y fui a casa de mi vecino, el músico Angel Illarrramendi. Luego me dijo que él estaba más nervioso que yo.

El explosivo contenía 150 gramos de dinamita. El dolor no me vino enseguida. Tenía las manos destrozadas, me quedé ciego del ojo izquierdo, heridas por todo el rostro. Me salvó el sillón del despacho y el hecho de que la onda expansiva se fuera hacia la ventana. Los cristales volaron. Yo me enteré más tarde cuando me lo contaron. El shock fue tan tremendo que en el momento no sentí dolor. Fue a la media hora o más, cuando vino la ambulancia y me llevaron al Hospital Donostia, cuando empecé a sentir dolor.

Es un recuerdo desagradable, pero estaba vivo. «Han intentado matarme, sabía que estaba en las listas, por eso en 1999 me pusieron escolta, pero estoy vivo, he tenido suerte al fin y al cabo», pensé en el hospital. La pregunta siempre es ¿por qué a mí? ¿A dónde hemos llegado para intentar asesinar a un periodista que simplemente hace su trabajo? A ETA no le gustaban los periodistas. Anteriormente había atentando contra un amigo mio, José Luis López de Lacalle, quien 15 días antes del atentado en su contra, en este mismo pueblo [Zarautz] nos dijo a mi hermano Ander, también periodista y también con escolta, y a mí: «Andaós con cuidado que vienen a por nosotros». Eso se me quedó grabado.

De cara a las nuevas generaciones, hoy ya no hay atentados, se ha conseguido la paz y ojalá nunca vuelvan a empuñar un arma, ni una pistola, ni unos explosivos para defender la idea que sea. En democracia, con todas sus dificultades, se pueden defender todas las ideas.

Las heridas físicas son evidentes; en lo psicológico, ¿cómo se supera esa situación? ¿Cómo es la gestión de la parte emocional?

Es una gran pregunta. Conozco a muchas víctimas de un lado y de otro que han necesitado ayuda psicológica. No es cuestión de sacar pecho, pero yo no he ido nunca a un psicólogo. Será por el carácter que tengo. En vez de hundirme psicológicamente, el atentado reafirmó muchas cosas en mí. Reafirmó que había que seguir peleando, que había que conseguir la paz fuera como fuera. Eso les dije a todos los dirigentes políticos que vinieron a verme al hospital –muchos para hacerse la foto–. A todos les dije lo mismo: esto no puede seguir así, hay que hacer algo, tenemos que parar esto.

«En el hospital les dije a todos los dirigentes que vinieron a verme: 'Esto no puede seguir así, tenemos que pararlo'»

Me habéis amputado las manos, me habéis dejado ciego del ojo izquierdo, medio sordo y con cicatrices en el cuerpo, pero no me habéis cortado la lengua. Tengo la suerte y el privilegio de ser periodista y tengo micrófono y puedo tener un ordenador para escribir, aun con dificultad. No volví al exilio. Yo provengo del exilio. Mi aita fue vicelehendakari del Gobierno Vasco en París. Vimos llegar a los primeros miembros de ETA a finales de los 60 y principios de los 70. A mí pocas lecciones me pueden dar de abertzalismo, de qué es y no el nacionalismo. Siempre digo que tenía la ikurriña en el biberón.

Ha dicho que se preguntó «por qué a mí»...

Bajo la «socialización del sufrimiento» ETA atacó a todo el mundo en ese momento, no solo a las Fuerzas de Seguridad del Estado, a la Ertzaintza, también a empresarios, a profesores de universidad, a periodistas. Fue tan generalizado que le podía tocar a todo el mundo. Cuando mataban a alguien, te preguntabas quién va a ser el siguiente. Pero no dices «voy a ser yo». Cuando tuve escolta dije «a mí no me cambian la vida», pero claro que te cambia. Entré en el hospital con un escolta y salí con dos. Pero seguí haciendo la misma vida en Zarautz, salir con la cuadrilla, ir a la sociedad, pasear… Incómodo, efectivamente, pero dije que ETA no me iba a cambiar la vida. Lo tenía claro.

Me acuerdo que en 1999 estaba en Madrid, a donde iba cada 15 días a la redacción de  'Cambio 16' y me llamaron por teléfono. Estaba en la Puerta del Sol camino al hotel; era el entonces ministro del Interior, Angel Acebes. «Esto es muy serio. Cuando llegues a Zarauz, vas a la comisaría de la Ertzaintza. Te vamos a poner escolta. Estás en las listas», me dijo. No pedí más explicaciones. Cuando vine a Zarautz fui a la Ertzaintza y me pusieron un escolta. Pero nunca crees que van a ir a por ti.

Fíjate cómo es la historia. ETA nos amenazó en 1983 mandando una carta a la redacción de 'Cambio 16'. Mi hermano Ander Landaburu era el delegado. En la misiva nos decían que no estaban de acuerdo con lo que escribíamos en la revista. ¿Y qué escribíamos? Yo tengo claro que un atentado es un atentado. Un asesinato es un asesinato, un crimen es un crimen. Fuimos a San Juan de Luz y hablamos con ellos. Nos dijeron «atentos a las consecuencias». Esto te preocupa. Vinimos de vuelta casi en silencio. Pero en la misma semana recibimos otro tipo de amenaza, un panfleto pegado con letras de periódico preguntando por qué nos metíamos con Tejero, diciendo que éramos unos comunistas, que nos iban a volar la sede de la revista, que nos iban a matar a Ander y a mí, y al fotógrafo. La firmaba el Batallón Vasco Español. Cuando en apenas dos semanas recibes dos misivas de dos extremos, dices «algo bien estaremos haciendo».

¿Cómo fue el paso de llevar dos escoltas a la vida normal?

Hay gente que lo ha pasado muy mal con escolta. Yo entonces tenía 48-49 años. Aunque no podía hacer lo que me daba la gana como tomar una cerveza a la hora que me apeteciera y salir con mi mujer, te vas habituando. No lo normalizas, pero vas viviendo con ello. El día en que ETA anunció el famoso comunicado del 20 de octubre de 2011, volviendo de Pamplona le dije a mi escolta: «Esto ya se ha acabado». Estaba convencido. Mi escolta dijo: «Ya veremos». Llegué a casa y vino mi hija corriendo diciendo «bukatu da, bukatu da». Empezamos a llorar los dos. Fue una gran noticia.

«Con el comunicado de octubre de 2011 le dije a mi escolta: 'Esto ya se ha acabado'. (...) Llegué a casa y vino mi hija corriendo diciendo 'bukatu da, bukatu da'. Empezamos a llorar los dos»

 

He tenido grandes amigos que han sido asesinados, desde Jauregi a Múgica, López de Lacalle; a Mikel Zabalza lo conocí personalmente. He tenido familiares que han pagado el impuesto revolucionario, tengo un familiar que estuvo en la cárcel por ETA-pm durante nueve años. Sé lo que es la tortura. He conocido a gente que ha pasado por la tortura. Quiero insistir en ello para que no se desvirtúe, sobre todo por parte de ETA, pero también ha habido muchas violencias intolerables, inaceptables, que nos han conducido hasta donde hemos llegado. Ahora vamos a intentar reconstruir todo esto.

Usted era y es analista político, ¿ve las cosas diferentes tras aquello, hay un antes y un después?

En 2001 me di cuenta de que la pérdida de 80.000 votos marcaba un punto de inflexión en ETA. El discurso de Anoeta de Arnaldo Otegi [en 2004] también me abrió un poco los ojos porque dije «aquí el trasatlántico empieza a moverse un poco en el puerto». Nunca he aceptado la frase de Otegi de «hemos cambiado de estrategia». ¿Qué quería decir, que la estrategia anterior era buena? No era buena. Vi que había una intención de la izquierda abertzale y de sus dirigentes de cambiar de rumbo, de presionar a ETA para que dejara las armas. Metieron en la cárcel a Arnaldo Otegi de una forma totalmente injusta. Lo dije públicamente. Cerraron 'Egin'. También dije que no se cierran periódicos, los periódicos no delinquen, lo hacen quienes pueden trabajar en los periódicos. Desde la visión periodística lo veía venir. Después llegó el proceso de paz de Zapatero, las negociaciones de Jesús Eguiguren y Arnaldo en el caserío... El problema era cuándo y cómo.

Hubo un comunicado de ETA que pasó desapercibido completamente en el cual renunciaba al cobro del impuesto revolucionario. Eso es muy importante. Eso iba en la vía que creíamos algunos que se iba desmantelando la cosa. Renunciar al impuesto revolucionario era renunciar al dinero, y sin dinero no funciona ninguna organización. Ahí se me encendió la bombilla. Vinieron Aiete, el comunicado, la entrega de armas…

¿Haber sido víctima de ETA condiciona su visión de otras violencias producidas en el mismo marco?

Siempre lo he tenido muy claro, lo he condenado y he hecho portadas en 'Cambio 16' denunciando la tortura. En 1989 titulamos una portada con «En España se tortura». Cuando dirigí la revista 'Aldaketa 16' en euskara también condenamos la tortura. Lo hice públicamente, a veces con problemas en tertulias en Madrid que decían que eso no era posible. Yo insistía en que había habido torturas inadmisibles. El tema Arregi lo denunciamos. En ese terreno, pocas lecciones. Fuimos de los primeros en condenar el GAL. En 'Cambio 16' hicimos también un gran reportaje sobre los grupos de seudo extrema derecha –Triple A, BVE–. Es evidente que la mayor parte de nuestras condenas y críticas eran contra ETA, está claro quién era quien más asesinaba. Con el tema de Mikel Zabalza, entrevisté a su novia.

Ha habido varias condenas por aquel atentado, de 23 años de cárcel, ¿las consideró justas y adecuadas? ¿Y los cumplimientos de prisión posteriores, los ha seguido?

No voy a decir si la sentencia era justa o no. Ojalá salgan cuanto antes, pero siempre y cuando hagan una mínima autocrítica de por qué lo hicieron. A todos los que han atentado contra mí yo les deseo lo mejor, que algún día se puedan reinsertar –yo sí creo que hay que dar una segunda oportunidad a la gente–, pero lo que critico al mundo de los presos de ETA, que han sido manipulados y controlados, es que tengan la mínima valentía para hacer una autocrítica. No para autoflagelarse, pero que hagan por ejemplo lo que hicieron en la «vía Nanclares». Siempre he defendido que sean acercados a cárceles vascas. Ahora se pide que vuelvan a casa; vendrán cuando cumplan lo que tengan que cumplir, si se amoldan y si tienen grado suficiente para poder salir. Y si hacen una autocrítica. Ese es el objetivo.

«Ojalá salgan cuanto antes quienes intentaron matarme, pero siempre y cuando hagan una mínima autocrítica. (...) Hay que descargar mochilas»

Ya soy mayor y paso de muchas cosas. Ni pido perdón, ni tengo rencor, ni tengo odio contra ellos. Que se solucione el tema cuanto antes, pero hay que descargar mochilas. Y algunos tienen mochilas muy pesadas.

Otegi y Rodríguez trasladaron en Aiete su pesar a las víctimas. Algunas de las de ETA se declararon reconfortadas (Rosa Lluch), otras lo tildaron de trampa. ¿Qué sintió usted?

Dije que era positivo pero insuficiente. Trasmitir el pesar es lo menos que se puede hacer. Vuelvo a repetir y se lo digo a Arkaitz, a Arnaldo y a los que están ahora, hay que hacer más. Hay que hacer autocrítica. Sé que es muy complicado en ese mundo. Llegará el momento, es cuestión de digestión política. Es complicado hacer eso mientras todavía haya presos, quedan 140, van a ir saliendo inevitablemente.

Este país es muy complicado. Todavía no hemos resuelto temas de la guerra civil. Es inadmisible que aún haya 100.000 personas en cunetas. No se han resuelto muchos asesinatos de ETA, no se ha resuelto el GAL ni los grupos de extrema derecha de los años 80. La verdad es importante, el relato es importante. No es cuestión de venganza, de odio, que se vaya a la cárcel por castigar. No, es cuestión de historia.

La vida es como conducir un automóvil, para conducir bien necesitas poner las dos manos en el volante y mirar de frente. Ahora, si no tienes un gran retrovisor, que es la memoria, nunca conducirás perfectamente. Si queremos pasar la historia, hay que leer la página, pero hay que leerla entera. Una vez que hayamos leído entera la página, la pasaremos.

El deshielo entre víctimas de uno y otro lado es patente, pero ¿ve posible que algún día se llegue a entender y valorar por igual, por encima de bandos?

No caigo en la trampa de comparaciones, son odiosas. No se tenían que haber utilizado las armas. Claro que hay que denunciar el GAL, hubo 27 muertos. Eso es inadmisible, y mucho más cuando un gobierno utiliza los mismos métodos. Ese juego es peligroso, ¿cuántos tú, cuántos yo? Intento ser honesto: ETA ha hecho mucho más daño que el que han podido hacer el GAL, grupos de extrema derecha... No es cuestión de comparar 800 muertos con 27. Todos, aunque fuera uno, son condenables y hay que esclarecer lo que ha pasado por el bien de las víctimas, a las que hay que respetar, a todas las víctimas. Muy pocos hemos hecho esa labor, condenar las dos cosas.

En el prólogo de su libro 'La causa del pueblo vasco', mi aita recoge la frase de una chica alemana antes de ser fusilada por los nazis, que dijo «nunca podré entender cómo un hombre puede quitar la vida a otro hombre». Esa frase me impactó.

¿Tiene relación con víctimas de violencia estatal? ¿Qué opina de la falta de reconocimiento y reparación que se mantiene de modo generalizado?

Hay que reconocerlas también como víctimas. Yo lo he hecho personalmente. Ojalá se haga a nivel de instituciones. Se están haciendo cosas en el Parlamento Vasco. De la misma manera que le pido al Estado que saque los archivos de Lasa-Zabala y Zabalza, y de otros que pueda haber. Hay que abrir los secretos de archivo. Y, después, actuar en consecuencia. Mientras no rompamos esa frontera entre mis víctimas y tus víctimas, no vamos a avanzar. No comparo, denuncio todo ataque y atropello a los derechos humanos que ha habido en este país en las últimas décadas.

¿Qué extrae a nivel personal de todos los encuentros privados y públicos que ha mantenido con diferentes víctimas?

Mucha satisfacción. Cuando hablan dos personas normal, sin micrófonos y sin nada, se abre y se descarga la mochila de otra manera. Hablando y dialogando se destapan todas las vergüenzas y todo lo que uno públicamente no puede decir.

«Cuando dos personas hablan normal, sin micrófonos, se destapan todas la vergüenzas y todo lo que uno públicamente no puede decir»

Vamos avanzando a pesar de todo. Me alegro de los cambios que hay dentro de EH Bildu. Se están dedicando por fin a la política, a lo que preocupa a la gente –la vivienda, la salud, la educación, el trabajo–. Me alegro que esté en el Congreso, que aporte su granito de arena a solucionar los problemas. Por Euskadi se trabaja primero con la paz, segundo con el respeto, con el tercero, ocupándonos de los problemas de la gente.

Tras esta reflexión, lo único que puedo pedir es que nunca volvamos a repetir, a vivir lo que se ha vivido en este país, primero con la guerra civil y después con ETA.