Xabier Arzalluz y Joseba Egibar, en nombre del PNV; Carlos Garaikoetxea y Rafa Larreina, por parte de EA; Arnaldo Otegi y Joseba Permach por EH; y el lehendakari Juan José Ibarretxe suscribieron el 18 de mayo de 1999 en la sede de la Presidencia de Lakua el llamado oficialmente Acuerdo de Bases de Colaboración para la legislatura 1999-2002. Decenas de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión asistieron al evento, dejando pequeña la sala.
Dividido en tres partes –preámbulo, principios políticos y acuerdo de bases– recogía como prioridades la apuesta inequívoca por vías políticas y democráticas para superar el conflicto político, el euskara, la cultura vasca, la lucha por el empleo y la creación de nuevos consejos de Cultura y Deportes.
Concluido el trámite de las firmas, cada uno de los protagonistas expresó su opinión. El primero en hacerlo fue Garaikoetxea, quien dijo estar ante «uno de los mayores hitos de la política vasca de los últimos años», y consideró que «deberían celebrarlo todas las fuerzas políticas y sociales de Euskal Herria porque en este acuerdo se establecen el marco y las reglas de actuación política con las que todos podemos jugar. Se abre el escenario de democracia y paz, de diálogo sin límites ni exclusiones».
A continuación, Arzalluz afirmó que «iniciamos un camino en el que no solo creemos que se va a acabar la violencia, sino que estamos sentando las bases para encontrar una solución definitiva al problema político del pueblo vasco».
Reclamó respeto, «pese a que soy consciente de que no lo vamos a tener. Nos van a linchar, a injuriar, a manipular».
El entonces portavoz de la Mesa Nacional de Herri Batasuna y parlamentario de EH, Arnaldo Otegi, definió el acuerdo como «otra pieza más que se encadena a otros acuerdos y dinámicas que se han venido produciendo». Reconoció la complejidad del trabajo por parte de las distintas fuerzas progresistas y abertzales vascas «porque venimos de culturas políticas muy diferentes en todos los aspectos».
Ibarretxe afirmó que creía «firmemente en el camino que hoy emprendemos. Es un día muy importante, el día que tanto hemos esperado, en el que todos nos comprometemos a actuar por vías inequívocamente políticas y democráticas».
La pluma con la que firmó Arzalluz
Una de las frases que quedó grabada de aquella firma fue la afirmación de Xabier Arzalluz de que guardaría la pluma con la que suscribió el pacto «entre los objetos más preciados de mi vida política, que va siendo un poco larga».
«Nosotros no firmamos la Constitución, sí firmamos el Estatuto y después hemos firmado mil pactos, incluido Ajuria Enea, pero esta pluma estará entre las más preciadas de las que conservo de cada acto fundamental», enfatizó.
Todas las portadas del 19 de mayo dieron prioridad a la firma del pacto e, incluso, lo reprodujeron íntegramente, como fue el caso de GARA. Bajo el título «Un paso histórico al que dar continuidad», el editorial del 19 de mayo hacía hincapié en que «el acuerdo es un gran paso, pero aún nos encontramos lejos de los objetivos que se marcan en el mismo y que son comunes a una amplia mayoría política y social de Euskal Herria, por lo tanto, será necesario que todos los implicados en la firma y cuantos sectores quieran sumarse a hacer país, sigan con su trabajo tanto dentro como fuera de las instituciones».
«El objetivo plasmado en el acuerdo –que todos los vascos y vascas puedan decidir su futuro– es democráticamente irreprochable. Los medios para tratar de llegar a él –las vías exclusivamente políticas– también», remarcaba.
«Pasadizos de una laboriosa negociación»
En su crónica del 19 de mayo «Pasadizos de una laboriosa negociación», la periodista de GARA Alazne Basañez se adentraba en los entresijos de las intensas y maratonianas negociaciones, así como en las maniobras de despiste a los medios.
En un extenso reportaje publicado en el suplemento de GARA Igandeko Geltokia el 23 de mayo, los protagonistas del acuerdo y de las conversaciones que lo hicieron posible coincidieron en que la firma nunca estuvo en peligro.
«Nunca hubo ninguna duda de si lo firmamos o no. Siempre teníamos claro que el acuerdo terminaría por firmarse», señaló el entonces parlamentario de EH Kepa Gordejuela, quien participó activamente en las negociaciones
«Aunque no tuvimos vacaciones de verano, de Navidad ni de Semana Santa, todos los que hemos participado en estas conversaciones hemos tenido que decir en algún momento 'ya basta', me tengo que coger dos o tres días libres para oxigenarme, para desconectar», confesaba Rafa Larreina.
Preguntado por este medio por el significado de este acuerdo, Gordejuela afirmó que era «un hito importante, más aún teniendo en cuenta los pasos anteriores. No lo podemos ver como un hecho aislado, sino como parte del conjunto del proceso que estamos viviendo. Yo pienso que nunca en la historia de este país se habían dado las condiciones políticas tan favorables como las actuales para superar el contencioso político existente entre Euskal Herria y los estados español y francés».
Y es que este acuerdo parlamentario no se puede entender sin el acuerdo de Acuerdo Lizarra-Garazi, firmado el 12 de septiembre de 1998 por fuerzas políticas, sindicales y sociales para delinear un proceso de solución política al conflicto.
Rechazo furibundo de la derecha
Pero no todas fueron buenas palabras, sobre todo, desde el ámbito de los medios y política española. El entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, dijo que «alguien tendrá que dar explicaciones» por el acuerdo que, a su juicio, era «una cesión a las exigencias de HB».
«Es la confirmación parlamentaria de una política frentista equivocada que va a tener una continuidad en la política institucional del País Vasco», dijo desde Moscú.
También el PSOE mostró su rechazó por boca de su secretario general, Joaquín Almunia, para quien «ETA manda», y pidió un «pacto de Estado entre quienes no se resignan a esta situación». «Ahora se inicia un camino de división en Euskadi con el frente nacionalista que no augura nada bueno. No ha sido una buena noticia».
Para Ramón Jauregui, el acuerdo abría «un camino muy peligroso, que puede provocar una división política y una fractura social indeseables».
El entonces delegado del Gobierno español en la CAV, Enrique Villar, convocó a la prensa para llamar «asesinos» a los líderes de PNV y EA, declaraciones que, posteriormente, tuvo que matizar, aunque fuera levemente.