1977/2024 , 23 mai

Aitor Agirrezabal
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Entrevue
Horia Colibasanu
himalayista

«Quedarme con Iñaki Ochoa de Olza ni siquiera fue una decisión, fue algo natural en esa situación»

Horia Colibasanu es dentista en su Timișoara natal. Sin embargo, es conocido por su faceta de himalayista. «Más en Pamplona que en Rumanía», reconoce. Y es que su nombre quedó para el recuerdo desde que arriesgó su propia vida para dar una opción a Iñaki Ochoa de Olza, fallecido hace hoy 16 años.

Horia Colibasanu, en un acto en Iruñea tras el intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza.
Horia Colibasanu, en un acto en Iruñea tras el intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza. (Iñigo URIZ | FOKU)

Hace 16 años Iruñea vivía a la espera de noticias. Iñaki Ochoa de Olza agonizaba en el Annapurna, a 7.400 metros de altitud, donde sufrió un ictus isquémico y un posible edema pulmonar que no pudo superar. A su lado, durante tres días, se mantuvo su amigo y compañero de cordada Horia Colibasanu que decidió quedarse para intentar salvarlo. «No fue una decisión», corrige, «fue algo natural en esa situación y en ese lugar».

¿Cómo conoció a Iñaki Ochoa de Olza?

Conocí a Iñaki en el campo base del K2, en el año 2004. Fue por casualidad. Éramos miembros de la misma expedición internacional y al final subimos a la cima juntos.

A partir de ahí, compartieron muchos proyectos. ¿Cómo recuerda aquella ascensión al Annapurna?

Annapurna fue una de las montañas más difíciles de escalar, y ese ascenso fue particularmente difícil y trágico. Intento no recordarlo con demasiada frecuencia.

Se ha escrito mucho sobre aquel intento de rescate. Se han hecho documentales. Usted siempre se ha mostrado dispuesto a responder a entrevistas como esta. ¿Es doloroso recordar a Iñaki?

Sí. Pero es un poco menos con el paso del tiempo.

¿En qué momento fue consciente de que Iñaki no podía bajar?

Iñaki tuvo una convulsión y después no podía moverse. En ese momento supe que no podría bajar por sí solo y que yo solo tampoco podía ayudarlo a bajar. En ese momento hice sonar la alarma, me comuniqué con el Campamento Base por radio e intenté gestionar nuestro pequeño equipo y nuestros escasos recursos para sobrevivir juntos. Casi lo logré.

«Las personas que creen que esto es una decisión son simplemente normales y no están entre ese pequeño porcentaje de la población que vuelve vivo de la cresta este del Annapurna»

Y decidió quedarse con él, arriesgando su propia vida.

Decidí quedarme con él. Arriesgar mi vida no estaba en mis planes ni en mis preocupaciones en ese momento.

¿Ha pensado mucho en esa decisión? Lo que eso podría haber significado para usted.

Para mí eso no fue, y todavía no es una decisión. Fue algo natural en esa situación y en ese lugar en particular. Las personas que creen que esto es una decisión son simplemente normales y no están entre ese pequeño porcentaje de la población que vuelve vivo de la cresta este del Annapurna. A ese lugar uno no va con alguien que no esté completamente comprometido, que sea de carácter débil o que sea vegetariano (esto último es un guiño al montañero navarro, vegetariano convencido).

«Las montañas son las mejores amigas, nunca te traicionan. Pueden doler, pero así es la vida, ¿cómo puedes percibir la alegría sin dolor, el calor sin frío o estar en lo alto sin caerte?»

Regresó al Annapurna en otra expedición trágica.

Sí, volví. Estaba un poco obsesionado. Escalé en 2010 por la cara norte, con Jorge Egocheaga y Martín Ramos. (Aquel día Colibasanu clavó la bandera navarra en la cima de la montaña, en recuerdo a Ochoa de Olza). Aquella expedición también fue bastante épica, con otro intento fallido de rescate de un escalador, el catalán Tolo Calafat.

¿Es una relación complicada con la montaña?

No, no es complicado. Es muy simple. Las montañas son las mejores amigas, nunca te traicionan. Siempre están ahí para ti, pacientes y majestuosas. Pueden doler, pero así es la vida, ¿cómo puedes percibir la alegría sin dolor, el calor sin frío o estar en lo alto sin caerte?

Leí una frase suya: «Soy más famoso en Iruñea que en Rumanía».

En ese momento era cierto, los pamploneses estaban mucho más enamorados de sus montañeros que los rumanos. En los momentos de vacío tras perder a Iñaki, la calidez y la compasión de la familia de Iñaki y de la gente de Pamplona fueron un verdadero bálsamo. Consideré mudarme a Pamplona, empezar a entrenar en Pirineos, correr delante de los toros en San Fermín y tener una pareja de la localidad, todos las actividades favoritos de Iñaki.