El domingo 3 de junio de 1979, pasadas las cinco de la tarde, varias decenas de ecologistas se sentaron en el puente sobre el Ebro de Tutera para tratar de frenar a las Fuerzas de Orden Público (FOP) que venían a por ellos.
De las aproximadamente 6.000 personas que se esperaban en la protesta antinuclear, solo un millar consiguieron acceder a la ciudad. El resto de coches y autobuses habían sido desviados hacia las localidades vecinas de Arguedas y Valtierra. Y de esos mil, ya solo quedaban unos centenares.
Sabino Ormazabal –testigo– recuerda escuchar el chasquido de las armas de fuego al ser desbloqueadas después de que las FOP se bajaran de un jeep y tres todoterrenos. Uno de los guardias civiles se adelanta y golpea con la culata de su subfusil a una joven de las primeras filas de la sentada.
Acto seguido, José Martínez Salas –así se llamaba aquel guardia– le descerraja un tiro en la nuca cuando ella trataba de levantarse, acabando con la vida de Gladys del Estal, de 23 años.
Del Estal, nacida en Caracas debido al exilio forzoso de unos socialistas (el padre, voluntario del batallón socialista Meabe y la madre, donante del diario comunista 'Euzkadi Roja'), vivía en Donostia desde los 4 años. Militaba en el colectivo ecologista Egia. Ella misma había organizado el autobús para ir desde la capital guipuzcoana hasta Tutera en respuesta a la Jornada de Lucha Antinuclear.
La ola de indignación que desató la muerte en todo Hegoalde fue enorme y el respaldo, casi unánime entre partidos y sindicatos. Múltiples instituciones y colectivos piden la dimisión inmediata del ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa (un político contra el que las asociaciones memorialistas siguen abriendo causas, sin poder sortear hasta la fecha el muro de la Ley de Amnistía).
Las protestas espontáneas fueron aplacadas con brutalidad policial. Los incidentes más graves sucederán el día siguiente en el barrio de Egia coincidiendo con el retorno del cadáver de la joven, durante el cual se sucedieron numerosas cargas policiales.
Vecinos de ese barrio donostiarra llegaron a reconocer una furgoneta Avia de la Policía como uno de los vehículos que emplearon las FOP en Tutera y la emprendieron a pedradas hasta conseguir sacarla de Egia. Similar comportamiento se seguirá en Iruñea, donde decenas de manifestantes fueron directos contra los grupos de antidisturbios que se sabía que habían sido desplazados el día previo a Tutera.
Vecinos de Egia reconocieron un furgón policial como uno de los vehículos usados por las FOP en Tutera y lo apedrearon hasta sacarlo del barrio
En paralelo, se convoca una huelga general para el miércoles con un respaldo pocas veces visto hasta la fecha. «Hace mucho tiempo que una huelga general en el País Vasco no había sido secundada por tantas fuerzas políticas, laborales y de toda índole», afirmaba 'Egin'.
Ese periódico, en aquellas fechas, no había cumplido dos años en los kioscos. Los periodistas no tienen claro cómo reaccionar ante un paro masivo, por lo que convocan una asamblea de trabajadores para decidir si secundan la huelga general o si trabajarán para cubrirla. Por muy poco, gana la segunda opción, por lo que el 'Egin' del día 6 de junio de 1979 es un monográfico de 12 páginas narrando la jornada de lucha.
El paro fue amplísimo en todos los territorios de Euskal Herria y encuentra un eco leve entre organizaciones antinucleares de Catalunya, recoge el monográfico. Se registraron enfrentamientos fortísimos sobre todo en Gipuzkoa y Nafarroa.
A modo de puro ejemplo, 'Egin' relata que en la Avenida Marcelo Celayeta, en la capital de Nafarroa, se colocaron 16 barricadas y «algunas de ellas eran incendiadas periódicamente por los manifestantes». Las FOP intentaron, sin lograrlo, retirarlas con el único quitanieves de la Diputación.
Una familia rota recoge el testigo
La tragedia, sin embargo, no tenía vuelta atrás. «Lo peor es cuando te enteras posteriormente de que tu hija estuvo desangrándose veinte minutos en el suelo, porque la Guardia Civil impedía que fuera trasladada a un centro sanitario. Te informas y te dicen que si la hubieran trasladado urgentemente quizás podría haberse salvado. Eso es lo que te descompone», confesaría Enrique del Estal, padre de Gladys, en una entrevista a 'Egin' en 1987.
En dicha entrevista, el padre hacía referencia al relato de los hechos que se realizó en el juicio contra el guardia civil que mató a su hija, celebrado en 1982.
La sentencia contra el guardia sostiene que el arma se disparó sola. Fue condecorado dos meses después de una leve condena
El procedimiento contra el agente, tras varios recursos, se alargaría hasta 1984 y acabó con la condena de José Martínez Salas por una «omisión imprudente no maliciosa». La sentencia sostuvo que el arma se disparó sola.
Sin testigo visual alguno que corroborase esta versión, los jueces decretaron que Martínez Salas obligó a Del Estal «a levantarse, empujándola o golpeándola con el subfusil, cuando se incorporaba se disparó el arma al moverse ésta bruscamente en el momento en que la boca de fuego se situaba a unos 3 centímetros del cuello de la referida muchacha».
Martínez Salas resultó penado con 18 meses de cárcel. En 1982, apenas dos meses después de la primera sentencia condenatoria, fue condecorado con una Cruz blanca al Mérito.
Tanto Enrique del Estal, como la madre, Eugenia Ferreño, quisieron honrar la memora de su hija entregándose por entero a la lucha ecologista y antinuclear por toda Euskal Herria, de Garoña a Lemoiz y, por supuesto, también Tutera (localidad donde también había proyectada una de estas centrales).
La muerte de Gladys del Estal sobre el puente del Ebro dejó una huella en Tutera que nunca se ha borrado. Allí la reivindicación de su figura se entretejió con la lucha antimilitarista contra el polígono de Bardenas Reales. Siempre se la recuerda durante la marcha anual contra la base de tiro de la OTAN ubicada en una Reserva Natural de la Biosfera.
«Debemos mucho a Gladys y mantenemos vivo su recuerdo y sus valores. Vino a Tudela a defender un planeta limpio y una sociedad mejor», aseguró la portavoz de la Asamblea Antipolígono en el homenaje de 2019.
Organizaciones ecologistas, como Eguzki, también reinvidican su figura como referencial en la lucha por la preservación del medio ambiente de Euskal Herria. Hoy día, el mayor parque de Donostia es conocido popularmente como Gladys Enea.