Cuando creyeron haberse reunido las suficientes, entraron por entre los andamios en busca del autor de la agresión, que trató de esconderse de ellas, sin éxito. Lo atraparon y confesó, «pero explicó que lo hizo bajo los efectos del alcohol», narra el periódico.
«Colocado ante una pancarta que rezaba 'Francisco Sánchez erasotzailea', Francisco Sánchez González desfiló por las calles de Ibarra y Tolosa, custodiado por un grupo de mujeres, hasta llegar al juzgado de la última localidad», continúa esta crónica.
La foto de la portada del periódico del día siguiente no necesita explicación. Un hombre en buzo de trabajo, con una pancarta detrás identificándole como agresor sexual, y varias mujeres con rostro decidido instándole a seguir adelante.
Allí la juez le tomó declaración y quedó detenido. La empresa que le había contratado le despidió de inmediato.
El artículo deja muy en evidencia la labor de la Ertzaintza. Las mujeres tomaron la decisión de actuar por su cuenta, hartas de que el agresor confeso hubiera atacado a varias de ellas. Denunciaron, además, que «Sánchez había comentado públicamente en las tabernas que frecuentaba que conocía datos sobre las costumbres rutinarias de algunas mujeres, tales como a qué hora volvían a casa o cuándo realizaban las compras».
La denuncia de la última de ellas –sobre la que se abalanzó y llegó a quitar la ropa de la parte superior del cuerpo antes de la aparición de un testigo– se había interpuesto el sábado. Pero la Ertzaintza se había limitado a personarse en casa del acusado, sin lograr localizarlo.
«Hartas» y conscientes de que había un violador suelto en el pueblo desde hacía tres meses, las mujeres decidieron actuar por su cuenta. La crónica de aquel día lleva, con acierto, el título de: «Justicia Popular en Ibarra».