1977/2024 , 13 juillet

Pena de muerte para cuatro altos cargos militares de Cuba en un proceso televisado

Uno de los ejecutados por su relación con el narcotráfico fue Arnaldo Ochoa Sánchez, general de División de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y héroe de la República desde que se le otorgó la orden en 1984. El juicio fue televisado durante un mes y el propio Ochoa reconoció su responsabilidad ante el tribunal militar: «Creo que traicioné a la patria y, se lo digo con toda honradez, la traición se paga con la vida».

Fotograma de la declaración televisada del general Arnaldo Ochoa.
Fotograma de la declaración televisada del general Arnaldo Ochoa. (Televisión Cubana)

Cuba y la Revolución Cubana han ocupado muchas páginas en 'Egin' y GARA desde su fundación. Referente y espejo en el que mirarse para los movimientos emancipadores de nuestro país, la isla también ha sufrido momentos de gran zozobra a lo largo de estas décadas. Uno de esos momentos delicados fue el que se vivió en julio de 1989, cuando cuatro altos cargos militares fueron condenados a pena de muerte por narcotráfico.

Uno de ellos era Arnaldo Ochoa Sánchez, general de División de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Héroe de la República desde que se le otorgó la orden en 1984, actuó como jefe de la tropas cubanas en la Guerra de Ogadén en apoyo de Etiopía y de la misión militar cubana en Angola en apoyo al MPLA. Sin embargo, en 1989 se le acusó de estar vinculado con oficiales del Ministerio del Interior para la realización de operaciones de narcotráfico con el cártel de Medellín.

El juicio fue televisado durante un mes y dejó para la posteridad un episodio digno de cualquier guion de Hollywood, cuando el propio Ochoa reconoció su responsabilidad ante el tribunal militar: «Creo que traicioné a la patria y, se lo digo con toda honradez, la traición se paga con la vida». Eso sí, negó tener conocimiento de la participación en los hechos de los otros encausados.

«Condenados a muerte cuatro de los acusados de narcotráfico en Cuba», titulaba 'Egin' en su edición del 8 de julio junto a una foto de archivo de Arnaldo Ochoa. La ratificación de la condena por parte del Consejo de Estado presidido por Fidel Castro llegó un día después, por lo que 'Egin' apuntaba que «las ejecuciones pueden ser inmediatas, mientras se espera con expectación la intervención televisada» del carismático líder socialista.

Página de ‘Egin’ que informaba sobre la ejecución de los cuatro militares (EGIN)

En su edición del día 13, el diario de Hernani daba cumplida información de «la larga intervención» de Fidel ante el Consejo de Estado, «televisada a todo el país». «Fidel Castro declara que la revolución no puede ser generosa con los exmilitares condenados a muerte», titulaba sobre un discurso en el que el presidente cubano destacó la gravedad de unos hechos que «pueden amenazar» el futuro del país. «Se deduce que los cuatro acusados de narcotráfico serán pasados por las armas en breve», decía el extenso artículo.

Efectivamente, Ochoa fue fusilado en La Habana en la mañana del 13 de julio de 1989 junto al coronel Antonio de la Guardia, el capitán Jorge Martínez Valdés y el mayor Amado Padrón Trujillo. La ejecución, anunciada horas después a través de la televisión cubana, ocupó la portada de 'Egin' el 14 de julio. «Ejecutados al amanecer los cuatro militares cubanos condenados a muerte por alta traición y narcotráfico», fue el titular en páginas interiores, añadiendo que «la agencia oficial AIN emitió una escueta nota haciendo público que había sido cumplida la sentencia».

Vera, Amedo, Domínguez...

No será este artículo el que defienda la pena de muerte, ni mucho menos, pero no deja de ser paradójico que un repaso a la hemeroteca del 13 de julio nos deje como resultado un cúmulo de noticias sobre personajes como Rafael Vera, José Amedo o Michel Domínguez.

Es el caso de 1995, cuando 'Egin' informaba de que el exsecretario de Estado para la Seguridad español Rafael Vera abandonaba la cárcel apenas cuatro meses después de ingresar en prisión por su participación directa en la financiación de los GAL, e indirecta como «colaborador necesario» en el secuestro de Segundo Marey, llevado a cabo por esa organización.

El titular –«Vera consigue una libertad forzada y cara»– no dejaba lugar a dudas, en referencia a la fianza de 200 millones de pesetas pagada por el PSOE, y en el artículo firmado por Elvira Lalana se destacaba que «los argumentos utilizados ahora son curiosamente muy parecidos a los que en su día le llevaron detrás de las rejas».

En las reacciones posteriores recogidas por el diario, prácticamente todo el arco político, desde HB hasta el PP, coincidían en que el hecho de que el PSOE pagara la fianza de Vera demostraba que el partido asumía como suyas las acciones del liberado. Nada nuevo bajo el sol.

Como es sabido Rafael Vera volvería a prisión en setiembre de 1998, tras ser condenado junto al exministro del Interior José Barrionuevo a diez años de prisión por el secuestro de Segundo Marey. Flanqueados por la primera plana del PSOE en la cárcel de Guadalajara, con Felipe González a la cabeza, Vera y Barrionuevo entraban en un penal que abandonarían apenas tres meses después, indultados por el Gobierno de Aznar.

Rafael Vera en las puertas de la Audiencia Nacional española en una imagen de 1999 (Andoni CANELLADA / FOKU)

Unos años antes, en 1988, eran el subcomisario de Policía José Amedo y el inspector Michel Domínguez los que ingresaban un 13 de julio en la prisión de Logroño tras considerar el juez Baltasar Garzón que «aparecen como los principales organizadores de los GAL». Teresa Toda informaba ampliamente desde Madrid sobre los detalles del sumario 1/88 del Juzgado Central 5, en el que hasta 15 testimonios identificaban a los dos policías con relación a ataques como el del bar Batxoki de Baiona o el Consolation de Donibane Lohizune.

Teresa Toda también describía con pluma maestra la llegada de los policías a declarar. «Minutos antes de las nueve de la mañana de ayer, el subcomisario José Amedo Fouce paseaba con su característico andar entre chulo y desafiante frente a la puerta de la Audiencia Nacional. Dentro estaba ya el inspector Michel Domínguez, haciendo gala de su proverbial aversión a ser visto por periodistas», arrancaba una crónica que no tiene desperdicio. Eso sí, en este caso, Barrionuevo se limitaba a escudarse en el «secreto de Estado».