1977/2024 , 20 août

Amaia  U. Lasagabaster
Kazetaria, kirol informazioan espezializatua / Periodista, especializada en información deportiva

Joane Somarriba, la campeona que ondeó la ikurriña en los Campos Elíseos

El año 2000 la ciclista vasca Joane Somarriba alcanzó la categoría de leyenda. Tras haber ganado el Giro el año anterior y repetir hazaña en el año en curso, Somarriba se hizo con su primer Tour el 20 de agosto de 2000. Luego llegaron otras dos rondas galas más y un sinfín de victorias en el palmarés de la vasca, confirmándola como la mejor ciclista y una de las mejores deportistas vascas de todos los tiempos.

La victoria de Somarriba en el Tour, en la portada de GARA del 21 de agosto de 2000.
La victoria de Somarriba en el Tour, en la portada de GARA del 21 de agosto de 2000. (GARA)

A mediados de los ochenta, Joane Somarriba marchó con su familia a los Pirineos para disfrutar con el paso del Tour. Era la época de los Hinault, Lemond y compañía, pero también había empezado a disputarse el Tour femenino, que se corría por las mismas carreteras con una horas de antelación, y la imagen que subyugó a aquella niña fue la de la batalla entre Maria Canins y Jeannie Longo.

Algo se encendió dentro de Somarriba, a la que su padre ya le había metido el veneno del ciclismo, pero poco podía imaginar mientras aplaudía desde la cuneta que en el año 2000 sería ella quien ganara el Tour y que para cuando se retiró lo conquistaría en otras dos ocasiones, confirmándose como la mejor ciclista y una de las mejores deportistas vascas de todos los tiempos.

La realidad se empeñó en desanimar a la  vizcaina. Por las precarias condiciones del ciclismo femenino y por las secuelas de una operación que estuvieron a punto de condenarla a una silla de ruedas cuando no había cumplido los veinte años. No acató la sentencia y tras año y medio de durísima rehabilitación retomó su carrera.

Joane Somarriba, en el podio tras vencer la Bira en el año 2000. (Marisol RAMIREZ I FOKU)

El otro problema lo solucionó emigrando a Italia. No daba para mucho el sueldo, pero era lo más cercano que había al ciclismo profesional por infraestructura, equipos, carreras, preparación… Llegó para ayudar a Fabiana Luperini y un año después pasaba a Alfa Lum para convertirse en una de sus principales rivales, hasta el punto de que en 1999 se hizo con el Giro, que la italiana había ganado los cuatro años anteriores.

Pero fue en el año 2000 cuando el palmarés de Somarriba se convirtió en el de una leyenda como pocas. El 14 de julio volvía a subir a lo más alto del podio en el Giro y el 20 de agosto repetía el gesto en París y vestida de amarillo. Sucedía a Roger Lapebie y Miguel Indurain para convertirse en la primera ganadora vasca del Tour, llamado entonces Grande Boucle femenina. Con el dorsal 35 a la espalda, como el campeón navarro en su primera victoria, y firmando un doblete Giro-Tour que solo ocho hombres y tres mujeres más han conseguido en toda la historia.

No fue fácil. Nunca lo es y menos aún cuando el enemigo está en casa. Y es que cuando la carrera salió de Milan, Edita Pucinskaite, ganadora del Tour dos años antes, era la jefa de filas de Alfa Lum. El buen desempeño de Somarriba contra el crono le colocó por delante de su compañera en la quinta etapa, pero siguió trabajando para la lituana, a la que dos días más tarde escoltó hasta la cima del Tourmalet. Las dos llegaron destacadas y, aunque ganó Pucinskaite, el maillot amarillo se lo vistió la vizcaina. Ya no se lo quitaría.

Portada de GARA del 20 de agosto de 2001 tras alcanzar Somarriba su segundo Tour.

Se había preparado a conciencia y se confirmó como la más fuerte de la carrera, en la que tuvo que hacer frente a los ataques de sus rivales y de la propia Pucinskaite, que no se tomó bien el cambio de papeles pese a que su director había dado el visto bueno. Ni siquiera una caída, con todavía cinco días por delante, que le valió un fuerte golpe y varios puntos en el codo, le privó de llegar a los Campos Elíseos vestida de amarillo. Pucinskaite y Geraldine Loewenguth la escoltaron en el podio.

Un mes después, Somarriba ponía la guinda a ese último año del milenio, en el que también había ganado la Bira, con el primero de sus tres diplomas olímpicos. Le supo a poco ese quinto puesto en la prueba contra el crono de la competición que siempre se le resistió. Se perdió la cita de Barcelona 92 por su lesión en la espalda, acabó muy lejos de las mejores en Atlanta 96 y se quedó con la miel en los labios en Sidney y Atenas, donde unos pocos segundos la dejaron sin medalla.

Las alegrías que se le negaron en los Juegos las conquistó en el Giro (1999 y 2000), en los Mundiales (oro y plata contrarreloj y bronce en ruta) y en el Tour, donde todavía celebró otras dos victorias. Significada también la de 2001 porque la carrera partió de Bilbo, Somarriba ganó esa primera etapa y apenas se quitó el amarillo un par de días en toda la prueba. Y en 2003 consiguió el tercero, igualmente especial porque alcanzó a las otras tres únicas tricampeonas (Luperini, Van Moorsel y Longo) y porque lo hizo liderando un equipo vasco.

Aunque parezca increíble, la corredora se vio sin equipo tras ganar su segundo Tour, pero de lo que fue una pesadilla, y tras el «puente» que montaron entre Deia, Pragma y Colnago para salir del paso, nació el que acabó siendo uno de los proyectos con mayor solera del ciclismo vasco, el Bizkaia-Durango –Sabeco, Spiuk o Panda también le han dado nombre a lo largo de los años–. Iosune Murillo, Cristina Alcade y Agurtzane Elorriaga le acompañaron en aquel último Tour.

Joane Somarriba, durante una entrevista en su domicilio en Gatika en 2023. (Aritz LOIOLA I FOKU)

En 2023, cuando se cumplían veinte años de la victoria, Somarriba volvía a la primera línea colaborando con Laboral Kutxa-Euskadi, mientras Bizkaia-Durango bajaba la persiana al no poder hacer frente a las exigencias de la Federación Española, que también se llevaron por delante a Sopela WT. Las dos caras de un deporte que no acaba de encontrar un modelo racional de trabajo que lleve al éxito de la base a la élite.