1977/2024 , 7 octobre

Ramon Sola
Aktualitateko erredaktore burua / Redactor jefe de actualidad

El canto del cisne Bette Davis fue en Donostia

Considerada en un ránking de postín como la segunda mejor actriz de todos los tiempos, Bette Davis falleció en un hospital de París apenas diez días después de lucir su personalidad arrolladora en Donostia, sin miedo a la muerte que ya la rondaba.

Bette Davis, recogiendo el Premio Donostia en aquel 1989.
Bette Davis, recogiendo el Premio Donostia en aquel 1989. (Donostiako Zinemaldia I Kutxateka I CC BY-NC 4.0)

«Las leyendas están muertas». Así despachó Bette Davis una de las preguntas que se le trasladaron a finales de setiembre al acudir a Zinemaldia para recibir el Premio Donostia, en una rueda de prensa mítica. Aquel 7 de octubre de 1989 Davis pasaba definitivamente a la categoría de leyenda. Aunque lo cierto, pese a su brillante respuesta, es que ella ya lo era mucho antes –décadas atrás, casi desde los albores del cine–, que lo sabía y que actuaba como tal.

La noticia del fallecimiento a causa de un cáncer de mama que la había ido menguando poco a poco fue portada en 'Egin'. Nada extraño; su huella en Donostia estaba más que fresca. La poderosa actriz tenía 81 años y no dudó en acudir a Euskal Herria afrontando su enfermedad e incluso haciendo gala en público de su condición de empedernida fumadora.

Así recordaba el momento recién vivido Carmen Izaga en la crónica-obituario de la página 3: «Realmente estaba en las antípodas de cualquier campaña de publicidad antitabaco. Y si en la rueda de prensa fue discreta y se limitó a encender un par de cigarrillos y a jugar con el encendedor, en la cena posterior no paró de fumar. Quiso provocar al propio mal que le atenazaba el cuerpo, desafiar los consejos médicos y aparecer más Bette que nunca».

Antes hubo tres horas de espera, cumpliendo su papel de diva, antes de llegar al hotel María Cristina en un Mercedes desde el aeropuerto de Biarritz, donde «ella cumplió con lo que se esperaba: salió del automóvil al más puro estilo Hollywood, posó, sonrió y así empezó su trabajo en Donostia».

Hizo gala también de un sentido del humor muy agudo para su edad y su padecimiento físico. Por ejemplo, cuando le preguntaron «si había sido más mala en la pantalla o en la vida real», lejos de enojarse respondió que «al 50 por ciento». Bromeó con las virtudes de los cigarrillos para descargar la ira, apagándolo con fuerza contra el cenicero. Y aseguró que el entonces famoso presentador de TVE Jesús Hermida le parecía tan guapo que «si fuera más joven, me casaría con él».

Por aquella fechas se rumoreaba, lo recogió la crónica de Carmen Izaga, que era ella quien había puesto en un anuncio por palabras en ‘The New York Times’ con este mensaje: «Se ofrece actriz, todavía animosa, con dos Oscar». En una entrevista a ETB dejó claro que no pensaba retirarse nunca.

A Bette Davis le dio tiempo a ver la Concha y comprarse una capa de cachemire con ribetes de renard en Ramón Hernández. Quizás incluso pudo palpar en las calles la convulsión política de ese tiempo, que había quedado recogida en una película que recibió un premio especial en esa edición del festival: ‘Ke arteko egunak-Días de humo’, de Antxon Ezeiza. Luego retornó a París, donde ingresaría en el hospital unos días después, para no salir ya.

Sin morderse la lengua

En el mismo ejemplar de 'Egin' tras su fallecimiento, así evocaba su presencia Jesús Torquemada, periodista y entonces encargado de moderar las ruedas de prensa del festival: «Sabíamos que el éxito de esta edición se jugaba en gran medida allí. La sala estaba abarrotada de periodistas deseosos de interrogar a uno de los grandes mitos del cine. Y ella se mostró a la altura de las circunstancias. Su cabeza funcionó mejor de lo que su deterioro físico hacía presagiar».

«Muchos teníamos la sensación de estar en lo que podía ser la última aparición pública de la estrella. La misma Bette bromeó diciendo que más valía que no hubieran esperado más para concederle el Premio Donostia», recodaba Torquemada.

 

Fiel a los personajes antipáticos que había protagonizado durante décadas, Bette no hizo prisioneros: cargó contra el coloreado de filmes antiguos y se quejó de películas entonces muy exitosas, como 'Batman', por no enseñar nada sobre las relaciones humanas. Le había sorprendido, probablemente espantado, un cartel enorme de la película del superhéroe en la entrada al hotel.

Trayectoria

Sin saberse entonces, aunque quizás sí ya intuyéndose, la aparición de Bette Davis en Donostia supuso el auténtico canto de un cisne que había encandilado a las pantallas desde los años 30.

Nacida en Massachusetts en 1908, fue en esa década cuando Davis se convirtió en una estrella. Su trayectoria superó el paréntesis de la II Guerra Mundial y firmó joyas como 'Jezabel', 'Eva al desnudo' o '¿Qué pasó con Baby Jane?'. American Film Institute la tiene catalogada como segunda mejor actriz de la historia tras Katharine Hepburn.

Bette Davis en ‘Jezabel’, de 1938, por la que ganó el Oscar a Mejor Actriz Principal. (Wikimedia Commons)

Los festivales la apasionaban, y ella a ellos. Había sido mejor actriz en Venecia en 1937 y también en Cannes en 1951. El Premio Donostia de 1989 le llegó a tiempo. Y la Davis le regaló una de las secuencias más memorables de sus 72 ediciones.