1977/2024 , 8 décembre

Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Los fundadores eslavos de la URSS certifican su defunción

Varias décadas de historia no terminan en un solo día, pero hay fechas que destacan sobre las demás, por largos que sean los procesos. El de hoy es uno de esos casos; el 8 de diciembre de 1991 terminó de caer la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El presidente ruso, Boris Yeltsin, y su homólogo ucraniano, Leonid Kravchuk, conversan antes del inicio de la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), el 24 de septiembre de 1993.
El presidente ruso, Boris Yeltsin, y su homólogo ucraniano, Leonid Kravchuk, conversan antes del inicio de la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), el 24 de septiembre de 1993. (Dima TANIN | AFP)

Todo acontecimiento es causa, y consecuencia, de otros que tuvieron lugar en el pasado, cercano y lejano. Los aniversarios tienen, por tanto, un algo de ficción, un intento de amarrar en una fecha una sucesión de sucesos sin los cuales esa foto del día, esa declaración, es un hecho aislado, inaprensible. 8 de diciembre de 1991. Rusia, Ucrania y Bielorrusia sellan los últimos clavos del ataúd en el que reposarán los restos de la difunta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Forzosamente tenían que ser ellas las sepultureras de una idea-fuerza, la de la plasmación real por primera vez en la historia del socialismo, dónde y en el inmenso continente que enlaza Europa y Asia, Eurasia. Una idea que espoleó durante décadas la esperanza de cientos y cientos de millones de personas desposeídas en un futuro regido por la máxima comunista que Karl Marx heredó de anteriores pensadores socialistas y que se resume en el aforismo «de cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades».

Las tres eran las naciones étnicamente eslavas de la URSS y las que fundaron la Unión en 1922 tras la victoria del Ejército Rojo en la guerra civil que le enfrentó a los restos de la Armada zarista y a sus aliados occidentales tras la Revolución de Octubre de 1917.

«La URSS fue disuelta ayer por las tres repúblicas que la fundaron», abría la edición de 'Egin' del día siguiente. El titular, y la información interior, que anunciaba que «crean una Comunidad de Estados Independientes» e incluía un ladillo reveladoramente corto que rezaba «Gorbachov, el gran ausente», evidenciaba que aquel 8 de diciembre de hace 33 años no solo se certificó la defunción de la URSS. Supuso, asimismo, la definitiva muerte política de su último secretario general, Mijail Gorbachov, quien, desde mediados de los años ochenta, trató sin éxito de liderar con su Perestroika (reconstrucción) y la Glásnost (transparencia) una transición hacia un modelo de «socialdemocracia homologada por Occidente» para rescatar de la deriva y la parálisis económica y gerontocrático-política a una URSS en la que la descomposición del llamado «socialismo real» era un hecho incontestable y abocaba a su colapso.

Golpe de Estado fracasado

Cuatro meses antes, el 19 de agosto de 1991, los sectores conservadores del PCUS perpetraban un golpe de Estado y destituían a Gorbachov por los siempre recurrentes en la era soviética «motivos de salud».

La asonada, protagonizada por altos mandos militares y de los Servicios Secretos, fracasó por la indecisión de sus promotores, por las divisiones en el seno del Ejército y por la resistencia de parte de la población, que impidió que tomaran el control del Soviet Supremo. Su único «logro» fue frustrar la firma al día siguiente del Tratado de la Unión de Estados Soberanos, impulsado por Gorbachov para salvar a la URSS y convertirla en una suerte de confederación.

El último líder soviético lanzó esa propuesta en el XXVIII Congreso del PCUS de julio de 1990. Las tres repúblicas bálticas, las dos caucásicas (Georgia y Armenia) y Moldavia se negaron desde un principio a participar en un proyecto que, pese a su evidente descentralización, adolecía del mismo déficit del Tratado de Creación de la URSS de 1922. A saber, no solo reservaba al centro la defensa y la política exterior, además de una Presidencia, sino que mientras lo permitía, de iure volvía a impedir de facto el libre ejercicio del derecho de autodeterminación.

Ucrania no tardó en desmarcarse de la idea, pese a que participó en el referéndum del 17 de marzo de 1991 y participó en el Proceso de Novo-Ogariovo, residencia presidencial en las afueras de Moscú, junto con Bielorrusia, las cinco repúblicas centroasiáticas, Azerbaiyán y la propia Rusia.

El golpe de Estado fue un boomerang para sus promotores. No solo frustró la firma de un tratado que intentaba salvaguardar la Unión, sino que provocó las inmediatas declaraciones de independencia de las repúblicas bálticas y encumbró al presidente de la Federación de Rusia, el principal rival de Gorbachov. Para más inri, el PCUS fue declarado ilegal.

La URSS estaba ya en caída libre. La Ucrania de Leonid Kravchuk, quien inició un proceso de desrusificación de la república, celebró un referéndum de autodeterminación y unas elecciones generales que cortaron sus históricos pero problemáticos lazos con Rusia.

El presidente del Parlamento bielorruso, Stanislav Shushkevich, trató en el último momento de lanzar un guiño a Gorbachov asegurando que consideraba que el Proceso de Novo-Ogariovo «sigue vivo».

Tratado de Belavezha

Pero la suerte estaba echada. El 8 de diciembre de aquel año, reunidos en la localidad de Brest (Bielorrusia), Yeltsin, Kravchuk y Shushkevich firmaron el Tratado de Belavezha por el que nacía la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Todos los actores de la trama se fueron reposicionando ante la nueva situación. Como recogía 'Egin' el 12 de diciembre, «los mandos militares no rechazaron ante Boris Yeltsin la Comunidad de Estados Independientes». Más aún, la víspera, la república centroasiática de Kazajistán, que no había declarado su independencia, veía con buenos ojos el Tratado de la Unión de Gorbachov e, importante, tenía en su suelo arsenal nuclear soviético, se adhería a la CEI.

Este ente, al que se fueron adhiriendo todas las repúblicas soviéticas a excepción de las bálticas, se reveló desde un principio como un proyecto hueco. Ucrania no llegó a firmar su ingreso. Georgia y Moldavia se desmarcaron. Turkmenistán es hoy solo miembro asociado.

Pero su nacimiento fue el certificado de defunción de la URSS. En un discurso en televisión, 'Gorbi' anunció su dimisión y la disolución de la URSS, y el traspaso de todos sus poderes, incluidos sus arsenales militares y nucleares, a Rusia. La bandera roja, con la hoz y el martillo, era arriada de la cúpula del Kremlin.

Todo acontecimiento es consecuencia, y causa, de otros. La actual guerra de Ucrania, provocada por la invasión de Rusia, es junto con otros factores, uno de sus efectos.