«Esto es solo fútbol. ¿Estamos locos o qué? ¿Cómo puede haber un criminal de mierda suelto por ahí, una panda de hijos de puta que pueden andar sueltos con navajas, con palos, con cadenas, agrediendo a los autobuses a pedradas», se lamentaba con rabia Iker, hermano de Aitor, el día del fallecimiento.
Zabaleta había acudido a Madrid a animar a su equipo. Su autobús, fletado por la peña femenina Izar, había llegado un poco antes que el resto de los aficionados txuriurdines. Le acompañaba Verónica Olivenza, su novia, que fue testigo de la agresión.
Como habían sido las primeras en llegar y conscientes de la peligrosidad de la hinchada del equipo rival, algunas de las integrantes de Izar consultaron con un policía local a qué local podrían acudir para estar tranquilas hasta que comenzara el partido. El agente les recomendó el bar Alegre.
Ya en el establecimiento y sin protección policial, un camarero les conminó a marcharse, pues este era un local frecuentado por miembros del Frente Atlético. Al marcharse de allí, se desencadenó todo. Zabaleta no llevaba ningún distintivo realista. Su pareja, una bufanda.
«Cuando salíamos del bar iba con mi madre hablando en euskera y una chica me dijo: 'Hija de puta vasca, habla en español'», rememoraba dos décadas después Maider Gorostidi en un reportaje de GARA. Ella, con 20 años, había sido la organizadora del autobús.
Este grupo de neonazis comenzó a increparles por la calle, para luego perseguirles hasta darles caza. Aitor trató de separar cuando iban a por su pareja, momento en que uno de los navajeros le apuñaló tres veces en el lado izquierdo del pecho, buscando el corazón hasta acertarle.
Gorostidi lo recuerda así: «Estaban muy organizados. Nos tiraron al suelo y al día siguiente teníamos moratones que no sabíamos cómo salieron. Fue horroroso, solo veíamos gente alrededor que venía sin que nadie provocara. Aitor lo único que hizo fue pedir tranquilidad y separar cuando le insultaron a su novia».
«Fue horroroso, solo veíamos gente alrededor que venía sin que nadie provocara. Aitor lo único que hizo fue pedir tranquilidad y separar», relató Maider Gorostidi.
Gracias a la abundancia de testigos presenciales no solo se logró identificar al autor material de las puñaladas (Ricardo Guerra, 24 años), sino también a varios de sus acompañantes, hasta un total de once, contra los que se abrió un proceso penal que se alargó nueve años.
Enseguida se supo que, como sospechaban las chicas de Izar, se trataba de un grupo estructurado. Concretamente, eran integrantes de una escisión radicalizada del Frente Atlético que se denominaba Bastión 1903. La facción había nacido solo unos meses atrás.
Uno de los testigos que declararía posteriormente en el juicio los describió como cercanos a la ideología neonazi TNT y dijo que destacaban porque les gustaba lucir símbolos hitlerianos y portar armas.
Pronto surgieron, además, otros elementos que apuntaban que el ataque no tuvo nada de fortuito, sino que se trató de una acción premeditada.
Apenas dos semanas antes, el 24 de noviembre, en el partido de ida que enfrentó a Real Sociedad y Atlético de Madrid en Anoeta, Bastión 1903 desplegó una pancarta y provocó a los locales realizando saludos nazis. A la vuelta, su autobús fue apedreado.
Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid, defendió el mismo día del fallecimiento que no se trató de una acción fortuita. «Es un grupo de catorce cabezas rapadas con antecedentes penales que han sido denunciados a la Policía con reiteración por el Atlético. La acción fue premeditada porque son unos cazadores baratos y cobardes que se volvieron a casa con el deber cumplido».
El Movimiento contra la Intolerancia, la organización antifascista de Esteban Beltrán, también lo entendió de esa manera y se sumó a la acción penal que, lógicamente, también ejerció la familia de Zabaleta, muy conocida en la capital guipuzcoana por ser los propietarios del asador Aratz.
Los tribunales, sin embargo, negaron que se tratara de una acción premeditada. Por este motivo, el único castigado fue el autor material de la muerte, que fue condenado a 17 años de prisión, quedando libres el resto de los autores de la cacería (solo se les condenó por meros desórdenes), pese a que agentes de la Policía habían identificado a varios de ellos como los miembros más violentos de Bastión 1903.
Ricardo Guerra fue condenado a 17 años, mientras que el resto de neonazis de Bastión 1903 recibieron penas menores por desórdenes
En cuanto a Zabaleta, su figura trascendió y pasó a convertirse en un símbolo del club. Su rostro, normalmente coronado con un gran gorro blanquiazul, se sigue reproduciendo en pancartas y distintos soportes. Cuenta, además, con un monolito en las cercanías del estadio, a cuyos pies se dejan flores periódicamente.
El pulmón de Anoeta es hoy la grada Aitor Zabaleta. Su nombre, un canto de ánimo para su equipo. Lo corean con más fuerza cuando se enfrenta al Atlético de Madrid. Todos los equipos vascos, de hecho, cuando se enfrentan al Atlético cantan «Aitor, Aitor, Aitor Zabaleta». Porque hay cosas que no se olvidan nunca.