Durante su exilio, Leizaola fue consejero de Justicia del lehendakari José Antonio Agirre. A la repentina muerte de este –en 1960, de un ataque cardíaco– Leizaola le sustituyó jurando el cargo sobre su tumba de Donibane Lohizune. Era, por tanto, lehendakari desde hacía 19 años. Y, precisamente, se había montado en avión esa mañana para dejar de serlo.
El regreso del lehendakari en el exilio era un evento esperado, trascendente. Leizaola tardó en dar el paso.
El primer número de 'Egin', que llegó al quiosco el 29 de septiembre de 1977, especulaba que el lehendakari cruzaría la muga en cuestión de días (proponía el 7 de octubre como fecha más probable). Pero el lehendakari en el exilio no se atrevió a hacerlo hasta dos años después.
En los días previos a su llegada estaba naciendo lo que sería la nueva Lehendakaritza. De hecho, todavía no se le llamaba así, lo que había era un Consejo General Vasco, que estaba liderado desde junio de ese año por Carlos Garaikoetxea (tras su renuncia al cargo de diputado por Nafarroa).
La transformación de ese Consejo General Vasco en Gobierno autónomo requería, desde un punto de vista legal, de la entrada en vigor del Estatuto Vasco, cosa que sucedió el 18 de diciembre, tres días después, por tanto, de que Leizaola aterrizara en Sondika.
Con el asunto legal encarrilado, lo que le faltaba a Garaikoetxea era unificar la nueva realidad con la legitimidad del Gobierno Vasco en el exilio.
Leizaola llegaba, en este sentido, para transmitir esa autoridad moral e histórica a Garaikoetxea, de modo que solo quedara un único lehendakari al final de su viaje. Se bajó del aeroplano tocado con un sombrero de fieltro y una carpeta forrada de piel.
El PNV rodeó de una pompa enorme el regreso de aquel hombre de 83 años. Lo recibió en San Mamés. 'Egin' indicó que tres cuartas partes del estadio se encontraban llenas, por lo que estimó la asistencia en más de 25.000 personas. Las fotos de la recepción resultan, sin duda, impresionantes.
Leizaola hizo su entrada en el estadio a las 18.20 horas, cuando sonaba el 'Agur jaunak'. El anciano levantaba una y otra vez la mano de Garaikoetxea, escenificando esta fusión de sus dos figuras.
La multitud jeltzale acalló el intento de un grupo de familiares de presos de «presuntos miembros de ETA pm» y de Euskadiko Ezkerra por convertir el homenaje en un acto proamnistía (pese a que 'Egin' asegura que había consentimiento del PNV para su presencia y la inclusión de sus reivindicaciones).
De hecho, Euskadiko Ezkerra fue la única otra fuerza política, además de PNV, que compartía la idoneidad del regreso en esa fecha.
Leizaola fue el último en intervenir, lo hizo principalmente en euskara, improvisando, tocando múltiples temas y siendo, a juicio del cronista de 'Egin' poco claro en relación con la situación del resto de exiliados. En lo trascendente, señaló que en «Euskadi» ya se podía elegir de nuevo a los dirigentes, lo que «es una primera y fundamental victoria».
Lectura crítica de HB
Ese recibimiento entre palmas no fue unánime. Herri Batasuna respondió a aquel acto con un comunicado en el que aseguraba que ese Estatuto que venía a respaldar no era «ni el de la democracia ni el de la paz».
Aquella nota planteaba el dilema: «¿Cómo salió de Euskadi Sur el Gobierno Vasco y cómo vuelve?».
En opinión de HB, aquel Ejecutivo se marchó «porque no aceptó la rendición. Se mantuvo en el exilio con la resistencia vasca que luchaba contra el Estado oligárquico español. Ha movilizado toda una generación de patriotas y resistentes. Salió con la ikurriña desplegada, con la soberanía arrojada por las armas fascistas en una lucha desigual en la que defendió, con las armas, los derechos del pueblo vasco».
HB le echaba en cara dos cosas, la situación en la que dejaba su regreso formal al resto de exiliados y, también, que el aval del Estatuto, a la postre, significaba asumir la partición entre Nafarroa y la Comunidad Autónoma Vasca que nacería tres días después.
El de la división de Hegoalde en dos comunidades diferentes era un tema particularmente candente. Además de Leizaola y Garaikoetxea, habló en San Mamés Manuel Irujo (ex consejero de ese gobierno en el exilio) en representación de Nafarroa, que reconoció que la unificación era «difícil», pero aun con todo «esperanzadora».
Garaikoetxea, por su parte, entró a la polémica con HB asegurando que en ese estadio no se echaba en falta a nadie y, mucho menos, «a los que nunca están».
El baño de masas en San Mamés arrojó los momentos icónicos del regreso, si bien el acto por el que se desintegró el Gobierno Vasco en el exilio tuvo lugar al día siguiente en Gernika, a mediodía.
«El Gobierno del País Vasco, que cesa en estos momentos, cree que es a vosotros, las nuevas autoridades vascas elegidas democráticamente a quienes corresponde hablar y en su caso actuar en todo momento: os deseamos el máximo acierto en vuestras decisiones, que las vuestras y las nuestras sirvan al engrandecimiento y a la paz interna y exterior de nuestro pueblo y de la humanidad», pronunció Leizaola. Tras estas palabras, ya no fue más lehendakari.