1977/2024 , 22 décembre

Maddi Txintxurreta
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad

Lech Walesa, el electricista que «salvó» a Polonia para vendérsela al capitalismo

Lech Walesa es un personaje histórico difícil de clasificar. Encabezó, con el movimiento anticomunista Solidaridad, la revuelta obrera que hizo temblar al Gobierno socialista polaco y fue nombrado presidente el 22 de diciembre de 1990. Durante el lustro en que dirigió el país, abrió las puertas de par en par al capitalismo.

El controvertido Lech Walesa, en una imagen de mayo de 2024.
El controvertido Lech Walesa, en una imagen de mayo de 2024. (Stefan SAUER DPA | AFP)

Era agosto de 1980. En el astillero Lenin de la ciudad polaca de Gdansk, junto al mar Báltico, los trabajadores habían iniciado una huelga tras varios años de descontento y, muy pronto, varias empresas de la ciudad y de otras localidades costeras comenzaron a cerrar. Uno de los trabajadores, el electricista Lech Walesa, escaló el muro que rodeaba astillero y se convirtió en el líder de la protesta.

En 1978, junto a Andrzej Gwiazda y Aleksander Hall, organizó el Comité de Coordinación de Huelga, que más tarde daría pie a crear Solidarnosc (Solidaridad): el 31 de agosto de 1980, Lech Walesa firmó con los dirigentes comunistas los acuerdos de Gdansk, el documento que marca oficialmente el nacimiento del primer sindicato independiente del bloque comunista. Así, nacía un movimiento social de base anticomunista que en sus inicios integró aproximadamente a diez millones de miembros.

Las movilizaciones que lideraba el electricista del astillero solicitaban diversas reformas al Gobierno socialista. Walesa adquirió mucha notoriedad en poco tiempo y se ganó el apoyo inquebrantable del Papa Juan Pablo II, que tenía fieles seguidores en el país, por lo que se convertiría en una importante amenaza para el Ejecutivo polaco. Con las marchas que encabezaba, marcadamente anticomunistas, provocó que líderes como Ronald Reagan o Margaret Thatcher apoyaran la revuelta obrera de Polonia.

En el contexto de la «Nueva Polonia», la esperanza inicial se resquebrajó y tanto Lech Walesa como el movimiento Solidaridad perdieron drásticamente el apoyo popular

Las contradicciones nunca han tenido bandera: en 1981, el general Wojciech Jaruzelski, último presidente de la Polonia comunista, decretó la Ley Marcial en el país y, de ese modo, cayó en la paradoja de sofocar con violencia las protestas obreras. Fue entonces cuando varios líderes de la huelga fueron encarcelados, entre ellos, el propio Walesa, que permaneció once meses entre rejas.

En 1983 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, lo que reforzó su influencia política en el país y puso en aprietos al Ejecutivo de Jaruzelski, con quien inició negociaciones oficiales a través de Solidarnosc. El 4 de junio de 1989, año de la caída del muro de Berlín, después de estas negociaciones en «mesa redonda», los polacos y polacas votaron en unas elecciones legislativas que se saldaron con una reprobación del Gobierno comunista.

Recorte de «Egin» el día después de las elecciones de 1989.
Recorte de 'Egin' el día después de las elecciones de 1989.

Héroe o villano

El 22 de diciembre de 1990, convertido Solidaridad en un partido político, el antiguo dirigente sindical fue nombrado presidente de Polonia, cargo que desempeñaría durante cinco años. Así, Lech Walesa pasaría a la historia en mayúsculas por ser quien empujó la primera pieza del dominó que acabaría quebrando el bloque comunista… Para más tarde vender Polonia al sistema capitalista de una manera inminente: aprovechó que el país era territorio virgen para el capitalismo occidental, perfecto para experimentar, y en esa transición llevó a cabo el cierre de las empresas estatales y privatizó cientos de empresas públicas, lo que generó un aumento de los precios en los bienes de primera necesidad y una grave hiperinflación monetaria.

En el contexto de la «Nueva Polonia», la esperanza inicial se resquebrajó y tanto Lech Walesa como el movimiento Solidaridad perdieron drásticamente el apoyo popular, hasta que la membresía del sindicato convertido en partido político se vio significativamente diezmada hasta sumar menos de dos millones de personas, la quinta parte del apoyo del que gozaba una década antes. Hoy por hoy, el nombre de Lech Walesa entinta las páginas de libros de historia, sea para presentarse como héroe o como villano.