Ahora que todo el mundo parece estar de acuerdo con que Desokupa es una empresa perfectamente legal y que sus métodos son normales y homologables a las demás, he decidido aprovechar el tirón y montar un gabinete de asesoría y gestión para trabajadores con problemas. Creo que lo llamaré Desexplota y su logo será un martillo y un bate de beisbol cruzados, para que quede claro a quién va dirigida y cuál es su objetivo y modus operandi.

Clientes no creo que me falten. Si en una empresa se quiere imponer un ERE, iremos a buscar a los responsables a sus casas para que cambien de opinión. Si alguien está trabajando más horas de las que tocan, haremos cumplir su contrato entrando al despacho del encargado con objetos contundentes. Si un empleado es despedido sin motivos, le escoltaremos para que se reincorpore a su puesto de trabajo sin que nadie le moleste. Si hay que negociar un convenio, ofrecemos un servicio de mediación con cincuenta tipos ultramusculados y con ganas de brega que no se irán hasta que no se firmen las reivindicaciones de los currelas.

Espero obviamente el mismo trato que se le dispensa a Desokupa. Que la Justicia se mantenga pasiva mientras hacemos cumplir la ley con nuestros propios métodos. Que todo el mundo entienda que es libertad de expresión hacer vídeos amenazadores y crear lío en la calle. Que los medios de comunicación me saquen guapo y expliquen que soy un tipo afable que solo trata de garantizar derechos laborales. Que Hacienda no se meta en si mi negocio es limpio, de dónde saco el dinero ni si lo tengo todo en regla.

Gracias al estándar que se ha establecido con Desokupa, estoy seguro que Desexplota será un éxito. Porque lo contrario supondría que todos están mirando para otro lado solo porque la ideología de esos señores les gusta más que la mía. Algo imposible, claro está, en nuestra democracia consolidada.