Andoni Lubaki

Retornar a un vacío inesperado

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Bachiri

Siempre que vuelvo a trabajar en los campos de refugiados del Sáhara es en lo personal muy especial. Viajo y vuelvo más por paisanaje que no por paisaje. En mi corta trayectoria en este oficio el pueblo saharaui ha estado muy ligado a eso que muchos llaman fotoperiodismo y que cada vez me gusta menos (hasta el punto de casi no utilizarlo y evitarlo). 

Mi primer reportaje fue un intento de emulación con una cámara que hoy en día resultaría cómica incluso verlo en calles de Euskal Herria. Pedí permiso para sacar fotos en uno de los sitios que en anteriores viajes más me impacto: el hospital de heridos de guerra Martir Shreif. Plasmar en imagenes su gente y sus historias se convirtió en una suerte de obsesión durante un par de años. Salté, dando un giro mortal, a realizar mi primer trabajo fotográfico dejando el trabajo anterior y con lo puesto y poco más me planté en la casa del entonces jefe del hospital Brahim Lili. No me puso ningún problema y me ayudó día tras día ofreciendome alojamiento y comida. 

Pasé tiempo con los habitantes de aquel microcosmos. Antes incluso de sacar mi primera foto conversé, tomé té y jugué al ajedrez sabiendo que mi presencia en su entorno tenía que ser lo más natural posible para poder sacar fotos lo más natural y honestas posibles. 

Años más tarde aún muestro esas fotos en diferentes exposiciones que hago y sigo manteniendo amistad con muchos de los protagonistas de aquellas "instantáneas" ( si es que se le puede llamar así a hacer click en una fracción de segundo y currarte la foto durante días; pero bueno, es lo que tiene la terminología del "fotoperiodismo"). Una de esas personas fue Bachir. Con el me tragué los inicios de la guerra Libia por AL Jazeera y no fueron pocas las veces que me auto-invité a su habitación y fue allí donde entre historias de sus andanzas primero como soldado español y luego como guerrillero del Polisario aprendí a hacer té.

Mantuvimos esporádicas conversaciones por teléfono. El último a principios del año 2018 en una de mis estancias en Bulgaria. Ante la soledad de la habitación de hotel volví a acudir a él, esta vez a varios miles de Kilometros. Me puso al día mejor que cualquier periodista sobre política internacional. Me preguntó en qué andaba exactamente y le mostré mis cartas al decir que eso del periodismo "breaking news" que lo dejaba aparcado de momento, que Mosul fue una mierda y que me interesaba contar historias como las que hice en aquel hospital. Le prometí que volvería a llevar a gente a su habitación, que volvería a hacer té y que volvería para hacerle más fotos. No volvería a verle.

Este último viaje que iba cargado de anécdotas y de profundos cambios en mis convicciones no pudo empezar peor. Me avisaron de su muerte en verano. Yo que iba a contarle como había cambiado mi perspectiva de todo esto y hacerlo encima con ganas. Y en cierto sentido, me quedé mudo. Desde la habitación de Said pude ver la suya, aún con las fotos que le coloqué de Aminetu Haidar y de Abdelaziz. Yo que volvía con más canas y con energías renovadas después de un año de parón me encontré un vacío. Aquella persona que fue protagonista de mi primera foto como foto-reportero ya no estaba. Esa misma noche me repetí una y otra vez que "¡No! ¡ No hay casualidades"  

 

En la foto: Bachir el 15 de Mayo del 2010. Mi primera fotografía en mi trayectoria como fotógrafo.