GARA está de cumpleaños y quienes habitamos sus páginas (y sus versiones digitales) también, lógicamente. Si no recuerdo mal, fue por 2002 cuando comencé a escribir esta columna, durante muchos años cada semana, ahora cada quince días, compartiendo espacio con el bueno de Arturo Puente. Mucho tiempo, una gran prueba de paciencia para quienes me publican y me leen, un honor para mí.

Pero no he venido a hablar de mí ni de mis escritos. Mi primera intención era escribir que si no tuviéramos GARA habría que inventarlo, pero solo imaginar un pasado sin este proyecto me lleva a cuestionar la posibilidad de haber llegado a este punto en condiciones de inventar algo semejante.
La duda queda ahí, pero lo que sí sé es que la evolución positiva del país en las últimas décadas es obra de muchos actores, y GARA es uno de ellos.

Toda disputa política es una batalla cultural, una pugna por el sentido común, por nuestra manera de ver el mundo, esto es, como dijera Raymond Williams, por las estructuras de sentimiento. Esto va más allá de una noticia concreta, un artículo de opinión o un editorial. Hablamos de la lluvia fina, de la lectura del mundo que se crea, se recrea y se irradia con el trabajo continuado. Hablamos de la formulación en común de una impugnación frente a la injusticia y de la construcción de la expectativa de lograr mejores escenarios. Eso no se hace de un día para otro ni desde un solo lugar: hace falta un esfuerzo descomunal, colectivo, compartido, articulado y, por ello, plural.

Y no se trata solo de juntar letras. Un proyecto comunicativo de transformación social necesita medios, formación y, por supuesto, financiación. Y si se le endosa la deuda de un medio destruido por la represión, el reto adquiere dimensiones épicas. Hay mucho que celebrar en este aniversario, la prueba superada lo merece. Pero lo mejor es que es la base para encarar nuevos retos. Zorionak GARA!