Floren Aoiz
Floren Aoiz
Idazlea, Iratzar Fundazioaren zuzendaria

¡Vaya con los principios éticos de quita y pon!

Parece que esta temporada se van a volver a llevar en la Comunidad Autónoma Vasca las exigencias éticas. La moda, aunque se disfraza de permanente innovación, tiende a repetir más que el ajo, pero, no importa, porque para disimularlo están las maquinarias propagandísticas, como se sabe.

Así que retornan las sobredosis de moralina, un relato tan casposo que el olor a naftalina echa para atrás. Pero quienes lanzan esta nueva cruzada no lo hacen por su propia voluntad, claro, es la sociedad la que reclama más gestos, la condena ya no es suficiente, hay una deuda ética que sigue sin saldarse, es su elevada rectitud ética la que les exige, almas bellas y puras como son, extender el dedo acusador, o inquisidor, que no es lo mismo, pero es igual.

Todo esto en nombre de un compromiso irrenunciable con valores universales, algo que, curiosamente, deja de operar cuando se sale de la CAV. Una universalidad líquida, podríamos decir. Y es que cuando las aritméticas institucionales son otras, esta moda pierde fuelle. Lo que en otros escenarios es denunciado como enésimo intento de la derecha de ensuciar el debate público, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, de nuevo, curiosamente, se convierte en un imperativo ético al que no se puede dar la espalda. Aquí sí, allá no, ahora sí, ahora no.

Ocurre que detrás de todo esto hay un profundo desconocimiento de los cambios que ha experimentado la sociedad vasca en los últimos años. La gente no quiere volver al pasado y ve cada vez con peores ojos a quienes se obstinan en llevarla al pasado. El rechazo aumenta cuando se comprueba que se está traficando con el dolor para obtener beneficios políticos que ya no pueden lograrse de otro modo. Todo esto es ya imposible de ocultar e incluso en las bases sociales de los partidos que practican estas sucias estratagemas se extiende el malestar.

Algo me dice que intentar reflotar esta moda no ha sido tan buena idea.

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