Todas las luces rojas se han encendido en la República por el aumento del déficit sumado al incremento de la deuda pública desde que en 2017 un tal Emmanuel Macron, que adquirió notoriedad como ministro de Economía con el socialista François Hollande, se hiciera con el sillón del Elíseo. Desde las alturas de la presidencia del Estado, apostó por la combinación de sacrificar los ingresos –disminuyendo tasas a las empresas o eliminando el impuesto sobre la fortuna– junto con multiplicar el gasto, esperando que esta fórmula desarrollara el consumo, creara más empleo y en definitiva se vigorizara la economía. Siete años y pico después, parece evidente que los experimentos mejor con gaseosa. Porque si bien es cierto que se ha creado empleo, lo ha hecho a la sombra de la precariedad. Y en cuanto al resto, el gatillazo ha abierto un agujero negro en las finanzas que amenaza con tragarse inversiones sociales. Esta pasada semana se supo que Cultura recortará en un 35% las subvenciones a las radios locales, entre ellas la red de las cuatro emisoras de Iparralde Euskal Irratiak, lo que llevaría a la desaparición a cerca de un tercio de las 750 existentes. Si no se encuentran soluciones, lo próximo que se escuchará en muchas radios será la ausencia de luces rojas; el silencio.