OBITUAIRE
El cineasta irónico que logró burlar la censura franquista
“Luis GARCíA BERLANGA“
(1921-2010)
Luis García Berlanga (Valencia, 1921- Madrid, 2010), guionista, director y presidente honorífico de la Academia de Cine, falleció ayer por causas naturales en su domicilio madrileño a los 89 años de edad. Según apuntó un portavoz de la familia, la víspera «cenó tortilla de patatas y se levantó tranquilo. Se ha muerto con cara de dormido».
De joven decidió estudiar Derecho para más tarde matricularse en Filosofía y Letras, decantándose por su vocación en 1947, cuando ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid.
Debutó tras las cámaras en 1951 con la película «Esa pareja feliz», en la que colaboró con Juan Antonio Bardem. Entre sus trabajos destacan títulos célebres de la historia del cine estatal como «¡Bienvenido, Mr. Marshall!» (1952), «Plácido» (1961) y «El verdugo» (1963). Su cine se caracterizaba por la ironía y la sátira que empleaba para tratar sobre diferentes situaciones sociales y políticas. Durante la dictadura franquista consiguió esquivar la censura de la época con situaciones y diálogos no excesivamente explícitos pero de inteligente lectura consiguiendo llevar a cabo proyectos tan atrevidos como «Los jueves, milagro» (1957).
En 1986 Berlanga recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y en 1993 el Goya al mejor director por «Todos a la cárcel». Su película «Plácido» fue nominada para el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1961. También recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1981, el Premio Nacional de Cinematografía en 1980 y la orden italiana de Commendatore. Obtuvo premios y galardones internacionales en los más importantes festivales como Cannes, Venecia, Montreal y Berlín y en el Festival de Karlovy Vary (República Cjeca) fue elegido como uno de los diez cineastas más relevantes del mundo.
Casualmente, un semanario estatal publica hoy la última entrevista que concedió. Para el director valenciano, no poder apenas salir de casa no suponía un problema porque «un Berlanga no se aburre nunca. Le basta con su cabeza. El dolor me jode, pero morirme me jode más», añadió.
Tampoco creía en «ningún movimiento colectivo». Para él «lo más importante y admirable del ser humano es la independencia».