Un sacerdote extraordinario y humilde que hizo una contribución inmensa al proceso de paz». Con esas palabras se despidió el viceprimer ministro irlandés, Martin McGuinness, del sacerdote Alec Reid, quien murió en la mañana de ayer en el hospital de Saint Vincent, en Dublín.
El fallecimiento de Reid, de 82 años, fue recibido con tristeza y desolación en Irlanda, siendo uno de los principales titulares de los informativos. Nació en 1931 en Nenagh, en el condado de Tipperary, donde permaneció hasta que decidió ingresar en la orden redentorista en 1950. Tras ser ordenado sacerdote en 1957, ejerció su labor en parroquias de Limerick, Dundalk y Galway, antes de ser destinado al monasterio de Clonard, situado entre la barriada nacionalista de West Belfast y la lealista de Shankill Road, donde permaneció durante casi cuarenta años.
Su primera aparición pública se produjo el 19 de marzo 1988. Su fotografía administrando la extremaunción a un soldado británico en West Belfast se ha transformado en una de las imágenes icónicas del conflicto norirlandés.
Lo que nadie sospechaba es que mientras yacía arrodillado entre los dos soldados, en un bolsillo llevaba una carta del líder de Sinn Féin, Gerry Adams, para entonces líder del Partido Laborista y Social Demócrata (SDLP). Recordando aquellos momentos, Reid contó que el sobre se manchó de sangre y tuvo que poner la carta en uno nuevo y explicarle a Hume lo ocurrido al llegar tarde al encuentro. «Me dije a mí mismo que esta no era manera de hacer las cosas», narraba Reid.
El líder presbiteriano Ken Newell alabó la labor de Reid durante el proceso de paz: «Siempre le he considerado un electricista. Cogió dos cables en los que no había corriente y los unió con una cinta adhesiva hasta que la corriente de la comunicación empezó a fluir».
El sacerdote Gerry Reynolds, buen amigo y colega redentorista en el monasterio de Clonard, recordó que Reid consideraba que la mayor debilidad de la lucha irlandesa por la autodeterminación era la división entre los nacionalistas, por cuyo fin trabajó. «Fue esa teoría sobre la que construyó su propio compromiso por la paz, pero su compromiso fue total, completo, meticuloso en cuanto a los detalles y cuidadoso para asegurarse del éxito», añadió.
Reid inició su interlocución con Adams y Hume con la intención de establecer un frente pan-nacionalista que permitiera el avance hacia un proceso de resolución del conflicto. Fruto de esas negociaciones, el IRA declaró su alto el fuego de 1994, y los encuentros en el monasterio de Clonard -descrito por Adams como «la cuna del proceso de paz»- fueron la base sobre la que se construyó el proceso político en el norte de Irlanda.
Reid se convirtió en el portavoz de Sinn Féin y SDLP con el Gobierno de Dublín desde 1987 hasta la firma del Acuerdo de Viernes Santo en 1998. Adams lo describe como «el capellán del proceso de paz».
«Es una persona que marcó la diferencia cuando los estados se negaban a iniciar el diálogo, y todo el credo de su vida evangélica fue la dignidad de los seres humanos y la necesidad de diálogo», remarcó Adams, quien precisamente había visitado a Reid la noche anterior a su fallecimiento y había programado una nueva visita para ayer.
Por su parte, John Hume, ya retirado de la vida política, describía al sacerdote como «un pilar del proceso de paz», apuntando a que sin su «coraje, empeño y total generosidad, el camino de la paz en nuestra región hubiera sido mucho más largo y difícil de recorrer».
Durante esos años, Reid se reunió con sucesivos primeros ministros irlandeses así como con Martin Mansergh, consejero de los líderes de Fianna Fáil. En setiembre de 2005, Reid, junto con el pastor metodista reverendo Harold Good fue el encargado de anunciar el decomiso de armamento del IRA.
La Fundación Gandhi les otorgó el Premio Internacional de la Paz 2008. Good le recuerda como «tenaz» y «testarudo», pero también como «encantador e inocente». «Si algo se le metía en la cabeza, era como un perro con un hueso, no lo dejaba y seguía volviendo al mismo tema, y así trabajó no solo en el proceso de paz irlandés, sino también en Euskal Herria, a donde viajé con él». Precisamente, en enero del 2003, recibió el premio Sabino Arana en reconocimiento a sus esfuerzos en la promoción de la paz y la reconciliación.
Reid explicó que creía ser la persona que más contacto tuvo con el IRA en lo últimos 30 años. «Siempre encontré que cumplían con su palabra», aseguró el sacerdote, que explicó que la organización armada republicana siempre le trató con respeto incluso sabiendo que no estaba de acuerdo con su campaña.
Reid se caracterizó por ser un hombre honesto y sincero, y fue su sinceridad la que le envolvió en la controversia en noviembre de 2005, cuando durante una reunión acusó al líder de una organización minoritaria de víctimas lealistas de ignorar el tratamiento sufrido por la comuni- dad nacionalista durante décadas y que desembocó en conflicto armado. «Representas a una comunidad que debería estar avergonzada de su política en Irlanda del Norte durante los últimos 60 años. No queréis oír la verdad. La realidad es que la comunidad nacionalista ha sido tratada como si fueran animales por la comunidad unionista. No se les trató como a seres humanos. Se les trató como los nazis trataron a los judíos». En una entrevista posterior con la cadena estadounidense CNN, Reid declaró: «El IRA fue una respuesta violenta a la supresión de derechos humanos».
Su funeral y entierro tendrán lugar el próximo miércoles, a las 12.00, en Belfast.
«Sacar el conflicto de las calles y llevarlo a la mesa», su aportación a Euskal Herria
Alec Reid tuvo una presencia fuerte y sostenida en Euskal Herria desde la era de Lizarra-Garazi hasta 2008, pero sobre todo fue influyente en la etapa entre el proceso de 1998-2000 y el de 2005-2007. Arnaldo Otegi lo admitía en una entrevista a GARA justo tras el alto el fuego de ETA en 2006 (aquellos días el sacerdote irlandés se echó a la calle junto a otras 80.000 personas en Bilbo para reivindicar que era el momento de la solución).
Destacaba como clave su consejo de «sacar el conflicto de parámetros de enfrentamiento para llevarlo a la mesa de negociación y resolverlo». Una enseñanza que la izquierda abertzale hizo suya desde el acto del Velódromo de Anoeta de noviembre de 2004.
Consciente por sus contactos directos «del esfuerzo de toda la izquierda abertzale», Reid no dudó en apoyar todos sus pasos, aunque ello le pusiera en entredicho ante la opinión pública española. Así, ejerció de fedatario -junto al también recientemente fallecido Pete Cenarrusa- del Acuerdo Democrático de Base surgido de Nazio Eztabaidagunea.
Se le recuerda como un hombre muy austero y trabajador infatigable (que combinaba con sus ocupaciones pastorales y con gestos que dieron que hablar, como cuando bendijo el congreso de LAB en 2004).
Con el proceso de diálogo con el Gobierno de Zapatero ya lanzado, Reid fue uno de sus defensores más entusiastas, incluso en la hostil prensa española.
En una entrevista a ``El Mundo'', reivindicó el papel de tres personas: José Luis Rodríguez Zapatero, Arnaldo Otegi y Rafa Díez Usabiaga. Con el ex secretario general de LAB entabló una especial complicidad y admiración mutua. Afirmaba en ``El Mundo'' que «Rafa es lo más parecido a Gerry Adams, un líder político de altura mundial y una fuerza inspirada de todo este proceso».
Antes había colaborado con Elkarri. Prestó su experiencia en reuniones internas tanto de LAB como de ELA, haciendo pedagogía del proceso irlandés. Y obtuvo el premio Sabino Arana en 2003.
Como guía funcionó más que como adivino. El proceso al que auguró éxito se torció (pronosticó que «el pueblo vasco es muy trabajador y muy inteligente, y cuando se pone a hacer las cosas, las hace rápido»).
Hoy día Otegi y Díez están presos, precisamente por impulsar esta fase política. Pero sobre ello surgió el nuevo tiempo actual y siguen latentes sus lecciones: «No puede haber perdedores, todos tienen que ser ganadores». R.S.