Olivier Morin
Un barco, rodeado de orcas y pájaros, en el fiordo de Skjervoy.
Un barco, rodeado de orcas y pájaros, en el fiordo de Skjervoy. (Olivier Morin/AFP)

Entre orcas, en el norte de Noruega

Las aguas del extremo norte de Noruega se convierten cada año, entre diciembre y marzo, en refugio de orcas y ballenas jorobadas en busca de arenque, pero, lamentablemente, debido al calentamiento de las aguas, los cetáceos tienen que emigrar más al norte para conseguir su manjar preferido.

A tres grados bajo cero, las aguas de los fiordos noruegos tienen la temperatura ideal para los arenques. Y eso lo aprovechan bien las orcas, que, además, utilizan una técnica de captura muy desarrollada: las orcas rodean un banco de arenques, arrastrándolos hacia la superficie y después los aturden con ayuda de sus potentes aletas. La captura provoca imágenes espectaculares bajo las siluetas nevadas de los acantilados de los fiordos.

«Después se reparten el festín» y consumen únicamente los huevos, la carne y la lecha, explica Pierre Robert de Latour, fundador de la asociación Undersea Soft Encounter Alliance, a bordo de un buque dedicado a la observación de los mamíferos. «Es –continúa– un alimento extremadamente fácil de cazar, disponible en gran cantidad y muy energético».

No obstante, el cambio climático ha provocado cambios importantes en sus costumbres. Porque ha obligado a los arenques a emigrar cada vez más al norte. Hace años, migraron 300 kilómetros más al norte y abandonaron las islas Lofoten en busca de aguas de menos de seis grados necesarias para su reproducción. Y las orcas tuvieron que seguirlos.

Cambio en el circuito migratorio

«Vimos una modificación del circuito migratorio del arenque [...]. Podemos pensar legítimamente que el calentamiento climático responsable del aumento de la temperatura del agua llevó a los arenques más al norte», lamenta Pierre Robert de Latour. Y advierte: «A largo plazo van a intentar avanzar aún más hacia el norte. Si las existencias llegaran a verse muy afectadas, sería una catástrofe ecológica para las ballenas, las orcas, los pájaros marinos y el bacalao».

Paradójicamente, la población de orcas que viven a lo largo de las costas noruegas parece prosperar. Pierre Robert de Latour calcula que hay 1.500 ejemplares, el doble que hace dos décadas. La zona, según él, «es una verdadera guardería, gracias a la abundancia de recursos».

Algunos científicos hablan de 3.000 orcas en una zona que va del norte del país escandinavo hasta el archipiélago de Svalbard y al litoral de Groenlandia, que se ha vuelto más accesible a medida que disminuye el hielo marino.

Pero, además del calentamiento, la pesca y el flujo de turistas embarcados por sociedades privadas para observar los cetáceos y bucear junto a ellos también amenazan el bienestar de las orcas. «Las orcas y los buques de pesca se disputan el arenque desde hace décadas», sin que eso impida crecer a la población de orcas, apunta Tore Haug, director de investigación sobre mamíferos marinos en el Instituto de Investigación Marina de Tromsø.

La moda del ecoturismo

El ecoturismo está en pleno auge en la región. No es raro que varios barcos cargados de decenas de aficionados al buceo costeen en un mismo fiordo, acercándose a solo unos metros de los cetáceos. «Las autoridades noruegas tienen la intención de establecer una reglamentación sobre esta cuestión», indica Tore Haug.

En realidad, «la observación de cetáceos puede ser un buen medio para sensibilizar y educar a la población sobre qué son estos animales y su vida en los océanos, pero los excesos pueden conllevar, a medio plazo, cierto malestar», reconoce Pierre Robert de Latour, también guía naturalista.