La inmunización de los mayores de 60 años, los más vulnerables al virus, se está cerrando. La tasa de personas de esas edades con al menos una dosis supera el 90% en Hego Euskal Herria. Queda aún trabajo en los mayores de 70 años, que son los que estas semanas irán recibiendo las segundas dosis. Y una franja de edad seguirá pendiente, la de las personas de entre 60 y 69 años que recibieron la vacuna de AstraZeneca, dado que continuarán con una única dosis durante varias semanas todavía, dado que se decidió (basándose en los estudios de Reino Unido) retrasar las segunda dosis de esta marca hasta las 12 semanas.
(Esta es la tabla actual por tramos de edad, en formato pdf)
El proceso de vacunación llega ahora a una fase de mayor complejidad, puesto que toca el turno de las dos décadas que mayor peso ocupan en la pirámide poblacional. El ritmo de vacunación, aun así, es bastante bueno.
Las dosis que se administran en una semana darían, aproximadamente, para cubrir a una franja de población de cinco años. Y por lo que ha trascendido de los contratos de la Unión Europea, no es previsible que el ritmo de vacunación se ralentice y sí, por contra, que se acelere en caso de aprobarse nuevas vacunas o de completarse las promesas de entrega de proveedores clave, como Janssen.
Si se cruzan estos datos con los de el porcentaje de contagiados que requieren hospitalización, se ve luz al final del túnel. Entre 55 y 64 años –según los datos del ISPLN navarro, ya con la cepa británica como predominante– la necesidad de hospitalización es de 14 casos por cada 100 contagios, de los que tres acaban en la UCI. Entre 45 y 55 años, por cada cien contagios hay 9 hospitalizaciones y un ingreso en UCI. En ambas franjas la posibilidad de muerte es inferior al 1%, a lo que hay que añadir que en la vacunación se han introducido criterios de priorización de personas jóvenes que, por enfermedad, tienen más riesgo de sufrir un covid grave.
Existen, asimismo, algunos elementos que el gráfico no contempla y que reman a favor de alcanzar cuanto antes esa meta de la inmunidad de rebaño, que se lograría, según las hipótesis más extendidas, con dos tercios de la población vacunada.
El gráfico omite, por falta de datos sobre su distribución por edad, que aproximadamente un 13% de las personas entre 25 y 49 años han recibido al menos una vacuna por pertenecer a colectivos considerados prioritarios (sanitarios, policías...) o a la población más vulnerable antes citada. A todos estos, hay que sumar unas 250.000 personas que (descontados las que han fallecido) están registradas por haber pasado el covid-19 y que, según lo previsto, solo recibirán una dosis de la vacuna.
Del lado contrario, existen otras variables que harán que todo se ralentice. En primer lugar, el hecho de que la inmunización no se obtiene de forma inmediata, sino que se alcanza dos semanas después de recibir la segunda dosis. Es más, con una sola dosis la protección no alcanza el 50% en ningún caso. Y, como es sabido, la protección que ofrecen las vacunas no es completa ni siquiera con dos dosis, sino que fluctúa en función de la edad, la marca empleada y la propia persona.
La gran incógnita es ver cómo impacta el proceso de vacunación, no ya en la reducción de ingresos hospitalarios, sino en la velocidad a la que se propaga el virus. Lo lógico sería pensar que va a reducir enormemente los casos diarios y así se ha observado en la mayoría países. Sin embargo, la falsa sensación de seguridad puede multiplicar los comportamientos de riesgo, como ya se ha visto en Chile.