Xandra  Romero
Nutricionista

Leyes contra el desperdicio alimentario

Esta semana toca hablar de una ley propuesta por el Gobierno español que era necesaria desde hace mucho tiempo: la primera ley contra el desperdicio alimentario. Dicha norma, que ya ha sido aprobada, intenta atajar la pérdida de alimentos en toda la cadena alimentaria (desde la cosecha hasta el consumo en los hogares). Y es que en todo el mundo se producen alrededor de 4,4 billones de toneladas de comida al año, de las cuales se desperdicia el 30%. En el Estado español, el desperdicio supone alrededor de 1.364 toneladas de comida al año. La producción de comida que desperdiciamos también echa a perder la misma superficie agrícola que dos veces el tamaño de Australia, la cantidad de agua que cabe en 400 piscinas olímpicas y contamina el doble de la contaminación que se produce en la India.

Pero, ¿a qué llamamos exactamente desperdicios? Pues a los alimentos que tiramos cuando todavía podrían ser consumidos, dentro de los cuales los más comúnmente desperdiciados son, en primer lugar, los pescados con un 31%, las verduras con un 25%, las frutas con un 24%, la carne con un 23%, los huevos con un 20%, los lácteos 19% y el pan, también con un 19%.

De este modo, dicha ley aboga por la donación de comida no consumida por parte de los bares y restaurantes y exigirá a las tiendas realizar promociones específicas sobre los productos cuya fecha de caducidad esté próxima a vencer. Además, obligará a que los alimentos no vendidos pero que estén en condiciones óptimas de consumo deban ser transformados en zumos y mermeladas.

Otro punto clave es que cuando los alimentos no vendidos no sean aptos para el consumo humano, deben ser utilizados como subproductos para la alimentación animal, fabricación de piensos, obtención de compost de calidad, biogás u otro tipo de combustible. Asimismo, los establecimientos de hostelería tendrán que ofrecer a sus clientes la posibilidad de que se lleven, sin coste adicional, lo que no han consumido aportando, además, los envases reutilizables para hacerlo. Y, por último, los colegios, residencias y hospitales con catering o servicio de comedor deberán contar también con programas de prevención del desperdicio alimentario.

Y en casa, ¿qué podemos hacer?

1. Batch Cooking: organizar las comidas de la semana de manera que, cocinando un día tanto platos principales como guarniciones o combinaciones de alimentos, nos dé para comer varios días.

2. En función de lo anterior, hacer una lista de la compra con el objetivo de no comprar más que lo necesario. Es preferible comprar alimentos frescos en pequeñas cantidades y de temporada y no frutas y verduras ya cortadas, pues duran menos.

3. Alargar la vida de los alimentos: Además de congelar lo que no vayamos a consumir, es imprescindible redistribuir bien los alimentos en la nevera: en los cajones inferiores frutas y verduras, en el estante inferior de la nevera es la zona más fría, donde se recomienda guardar los alimentos más perecederos, todo tipo de carnes, pescados crudos y los alimentos que vamos a descongelar. En los estantes superiores y centrales deben ir los productos que ya hemos abierto y que es indispensable conservar bien fríos (leche, yogures, quesos, sobras, conservas abiertas o embutidos. También los huevos, en su correspondiente envase. Recordemos situar delante los de fecha de caducidad más corta, para que los veamos directamente.

4. Para evitar tirar alimentos, sirvámonos porciones adecuadas para comer y si, nos apetece más, volver a servirnos.

5. Pensar en recetas de aprovechamiento como congelar la fruta muy madura para acompañar un yogur, hacer compotas, etc.

Sin embargo, hay que cuidar la seguridad alimentaria en nuestro afán por evitar desperdiciar comida: si encontramos alimentos con moho, no siempre es seguro retirarlo y comer el resto. En general, cuando aparece hongo blanco, verde o negro, se pueden generar toxinas que pueden provocar problemas a largo plazo como nefropatía, hepatitis o cáncer esofágico. Así, algunos alimentos con moho que no conviene aprovechar son las frutas, salsas y mermeladas. Por el contrario, los que sí podemos aprovechar son el jamón, el queso duro y las verduras de carne dura (pimiento, zanahoria o col).

Cuidado también con la práctica tan extendida de aprovechar caldos. Esto dependerá de lo escrupulosos que hayamos sido en su lavado previo. De no haberlo sido, no sería recomendable consumirlo, a pesar de todas las vitaminas y minerales presentes en ese caldo, ya que las acompañarían algunas sustancias químicas de desecho. Comer saludable es un gesto más holístico de lo que solemos pensar y que debe incluir no solo una adecuada elección de alimentos de calidad nutricional, sino alimentos de temporada, de cercanía y de los que el desperdicio sea el mínimo posible.