El séptimo trabajo discográfico de Pink Floyd –‘Meddle’ (1971)–, avanzó de manera clara la nueva vía emprendida por el cuarteto británico gracias, sobre todo, al tema ‘Echoes’; un monumental tema de 24 minutos que destacó por su exquisita estructura musical y que permitió al oyente ser partícipe de un viaje sonoro a través de las rutas de la sicodelia.
En diciembre del mismo año y mientras ensayaban el repertorio de la gira que llevarían a cabo por Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, la formación integrada por Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright comenzó a dar forma a un nuevo material.
La idea inicial de Waters era que el futuro álbum debía abordar «cosas que hacen enfadar a la gente» y el punto de vista sería focalizado por los problemas mentales que provocaron la salida de la banda del otrora integrante y líder Syd Barrett, cuyo recuerdo y personalidad ya había asomado en el tema ‘The Man and the Journey’ -1969-.
De esta forma, y entre notas subrayadas y borrones, fueron cobrando forma letras en las que salían a relucir cuestiones como la avaricia, el insondable paso del tiempo y los laberintos de la mente, focalizados en los problemas que provocaron que Syd Barrett se alejara de los escenarios y la música y se recluyera en casa de sus padres.
Sobre la propia estructura y sentido del disco, el guitarrista David Gilmour reveló a a la revista ‘Rolling Stone’ que «creo que todos pensábamos —y Roger definitivamente lo pensaba— que muchas de las letras que habíamos estado usando eran demasiado indirectas. Definitivamente había una sensación de que las palabras iban a ser muy claras y específicas».
Este nuevo proyecto también propició algo que en raras ocasiones se daría con posterioridad, la plena participación del cuarteto en la composición y la producción del nuevo material.
Waters asumió el rol de letrista tras la marcha de Barrett y grabó las primeras pruebas en su casa. En conjunto tomaron algunas referencias musicales de su disco anterior y parte de un tema integrado originalmente en la banda sonora de la película ‘Zabriskie Point’.
La primera toma de contacto, hace 50 años, se produjo en un almacén de Londres que pertenecía a The Rolling Stones, y prolongaron sus ensayos en el Rainbow Theatre de Londres.
Éxito apabullante
Pink Floyd sumó al repertorio de su gira este nuevo material que fue perfeccionando en los directos. La grabación se realizó en dos sesiones -en 1972 y 1973- en los míticos estudios de Abbey Road de Londres y la producción recayó sobre el prestigioso ingeniero de sonido y músico Alan Parson, el cual aplicó algunos de los elementos de sonido más innovadores de un disco que inicialmente iba a titularse 'Eclipse', porque el previsto ‘The dark side of the moon’ había sido elegido con anterioridad por otro banda, Medicine Head. No obstante, y debido a que dicho disco resultó un fracaso de ventas, Pink Floyd decidió retomarlo.
Otro de los elementos más destacados y que más sorprendió del disco fue la presencia de la voz de la cantante Clare Torry. Según la propia Torry, esta experiencia que cambiará para siempre su vida comenzó de manera casual, con una llamada de teléfono en la que le preguntaron si estaba disponible para participar en unas sesiones de grabación en los estudios Abbey Road. Por entonces, Torry tan solo había aportado su voz en actuaciones muy esporádicas mientras cubría turnos nocturnos en varios bares londinenses para ganarse la vida.
Un año después de su participación en la grabación, la cantante se encontró con un póster en el escaparate de una tienda de discos que anunciaba el último lanzamiento de Pink Floyd, ‘The Dark Side of the Moon’ y se preguntó si se trataba del proyecto en el que había tomado parte. Cuando abrió el LP, se encontró con canciones que desconocía por sus títulos pero, de repente, topó con su nombre debajo del corte ‘The Great Gig in the Sky’.
Desde su publicación el 1 de marzo de 1973, que tuvo su prólogo con el lanzamiento del primer single ‘Money’, ‘The dark side of the moon’ se convirtió en un éxito inmediato y apabullante. Transcurridos dos meses de su lanzamiento, Pink Floyd recogió su primer disco de oro.
En Estados Unidos se mantuvo en la lista Billboard 200 durante una semana y permaneció en las posteriores listas durante más de 15 años. Se estima que se han vendido más de 50 millones de copias, lo que le convierte en el álbum más exitoso de Pink Floyd y uno de los más vendidos a nivel mundial de la historia.
A todo ello se suma que este título siempre destaca entre los discos más relevantes de la historia de la música y figura entre los más reconocibles gracias a la sencilla imagen de su portada, un prisma que refracta la luz en los colores del arcoíris.
Creada por Aubrey Powell y Storm Thorgerson, integrantes del colectivo de diseño gráfico británico Hipgnosis, que ya había trabajado con Pink Floyd en el diseño de las portadas de ‘A Saurceful of Secrets’, ‘More’, ‘Ummagumma’, ‘Atom Heart Mother’, ‘Meddle’ y ‘Obscured by clouds’, tan solo recibieron una indicación por parte de la banda: no querían una fotografía de ellos.