A menudo me encuentro rodeada de padres y madres muy preocupados por el contenido de las redes sociales (RRSS) al alcance de sus hijos y por el efecto que estas puedan tener sobre su imagen corporal. Lo cierto es que poco o nada se puede hacer para ‘controlar’ que no vean este u otro contenido, y como en todo, prohibirles el acceso a Instagram o Tiktok puede tener el efecto contrario al buscado. Por eso, solo hay dos cosas que podamos hacer; por un lado los profesionales de la salud, los profesores y padres tenemos el deber de fomentar en los adolescentes y niños el pensamiento crítico en relación a estos temas, sin embargo, la otra parte, corresponde al Gobierno y a estas plataformas, en tanto en cuando que realicen una adecuada regulación y control del contenido.
Así, algunas plataformas como Pinterest realizaron cambios en su política de regulación de contenido para prohibir todos aquellos anuncios de dietas, adelgazamiento, etc. No obstante, el paso decisivo acaba de producirse de la mano del ministro español de Consumo que, a través de un Real Decreto, prohibirá a famosos, youtubers e influencers anunciar alimentos y bebidas para menores.
Esta medida es interesante, ya que no podrán anunciar ningún alimento o bebida, aunque sean saludables, que se dirijan a un público infantil. Al contrario, fomentarán la participación de personas y personajes de relevancia para el público infantil en campañas de salud pública y educativas cuyo fin sea el de promover los hábitos de alimentación saludable, sostenible y responsable.
La norma, por la que el Gobierno español pretende adecuarse a los perfiles nutricionales establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), también prohibirá la aparición en las comunicaciones comerciales de madres o padres, educadores, docentes, profesionales de programas infantiles, deportistas, artistas, personas o personajes de relevancia pública que, por su trayectoria, sean susceptibles de constituir un modelo o ejemplo para los menores. De este modo, el Estado estaría más cerca de seguir las recomendaciones de los organismos internacionales y equiparar la normativa en esta materia a la de otros países europeos.
Este paso es relevante y significativo ya que, al consumir suplementos dietéticos y hacer otras ‘recomendaciones de salud’, los influencers prometen una forma simple de perfeccionar la apariencia física como clave para la felicidad. Al mismo tiempo, los menores, más susceptibles, se identifican con los roles e ideales demostrados por los influencers y sus necesidades son satisfechas en varios niveles, creando así una relación de dependencia entre ambos.
Además de ‘vender’ una apariencia y estilo de vida perfecto, muchos influencers venden suplementos dietéticos, tés ‘adelgazantes’, hablan de nutrición, muestran lo que comen en un día y acaban siendo ejemplo y fuente de información sobre salud. Sin embargo, tal y como recoge un estudio de este mismo año llamado ‘Can Social Media Profiles Be a Reliable Source of Information on Nutrition and Dietetics?’, la calidad general del contenido en redes sociales con respecto al conocimiento nutricional es extremadamente baja y estas publicaciones no pueden proporcionar a los usuarios información nutricional valiosa y veraz.
De manera que, sin dejar de lado nuestra responsabilidad para que los menores entrenen su pensamiento crítico y sepan dónde buscar información fiable sobre salud, esta futura ley se encarga del otro punto crítico de este problema, regulando qué contenido y quién puede publicitarlo, protegiendo así la vulnerabilidad patente de los menores y adolescentes expuestos a estas redes y que muestran notorios problemas con su imagen corporal y salud mental.