Sergio Iglesias
Entrevue
Jokin Salaverría
Bajista y cantante de Sotomonte

«Estoy un poco harto de las etiquetas; lo que hacemos es música… y punto»

Veterano de la escena musical, donde ha militado en bandas como Rubia o Jonny Kaplan & The Lazy Stars, Jokin Salaverria decidió poner en marcha su propio proyecto en solitario bajo el nombre de Sotomonte. El primer trabajo del músico getxoztarra es ‘From prayer to the battlefield’.

Jokin Salaverría.
Jokin Salaverría. (Gorka MIRANTES)

¿Por qué decide, después de tantos años tocando con otras bandas, poner en marcha este proyecto en solitario?

La verdad es que no lo había hecho antes porque no me veía capaz, sobre todo a la hora de cantar, y me sentía muy a gusto en mi zona de confort, atrás en el escenario como bajista. Pero ahora tengo que decir que, curiosamente, estoy más cómodo y me pongo menos nervioso cantando y tocando el bajo.

También había ciertos movimientos musicales, especialmente con la base rítmica, que echaba en falta, y eso que siempre he tocado en bandas que me han gustado y nunca he tocado algo que no quisiera; pero me faltaba una forma de entender las cosas muy de la escuela 60’s y 70’s… yo no escucho mucho jazz, pero sé que en aquellos músicos había mucho jazz, como se ve en esa libertad de movimientos siempre al servicio de la canción. Eso es lo que me gusta: que en las canciones haya un poco de información extra y muchas capas.

¿Le ha servido también para mostrar o transmitir su propio mensaje?

De alguna manera, igual sí que lo necesitaba; yo soy una persona muy reservada y en redes sociales nunca digo lo que pienso, porque tampoco lo necesito, prefiero la libertad de pensamiento antes que la libertad de expresión, aunque parece que hoy en día hay mucho más de lo segundo que de lo primero. Pero sí que necesitaba expresar lo mío y ver qué me salía.

¿Había hecho alguna canción antes de afrontar este proyecto?

Nunca acababa de definir las ideas ni de organizarlas como canciones. La primera canción de mi vida la hice en 2016, y es ‘Believers of the mass’ que, aunque cambié 200 veces antes de grabarla, está en el disco. Pero hasta que no decidí que iba a hacer el disco, no me puse en serio a hacer canciones.

En ‘From prayer to the battlefield’ vemos que es un disco un poco ‘Frankenstein’, con muchas colaboraciones.

Yo empecé a grabar las maquetas llamando a amigos, hasta que llegó un momento en que me di cuenta de que no podía hacer un disco con tres baterías distintos… fue cuando conocí a Iñigo Bregel, con quien desde el primer momento hubo una conexión inmediata y grabamos todo. Así que, lo que finalmente ha habido han sido muchos guitarristas invitados, sobre todo para hacer los solos.

…Y vaya invitados: Iñaki ‘Uoho’, Gonzalo Portugal, Pit Idoyaga, casi nada.

Todos mancos, ¿verdad? (risas).

Cuéntenos cómo conoce a Iñigo Bregel y qué papel ha tenido en el resultado final del disco.

Ha tenido un papel fundamental, igual que lo va a seguir teniendo en el siguiente disco, que ya estamos preparando. Lo conocí casi por casualidad, porque un día vi un cartel de un concierto de su banda, Los Estanques, fui a verles y me volaron la cabeza, me fascinó toda la banda, pero lo de Iñigo… es el mayor genio musical que he conocido.

Cuando empezamos a trabajar, le dejé muy claro que quería una base rítmica que se moviera, algo muy característico en sus discos. La verdad es que todo lo que proponía me valía y ha sido facilísimo trabajar con él; lo que ha hecho, sobre todo, es meter tijera. Eso me gusta de Iñigo, que nunca tiende a repetirse demasiado y, una vez que ya está contado todo, mejor hacerlo en cuatro minutos que en seis. Además, yo me aburro enseguida de pasajes largos, siempre quiero movimiento y cambio, algo que, por otra parte, es una putada a la hora de tocarlo, porque tienes que estar muy atento todo el rato. Pero, como te digo, el concepto estaba muy claro, así como las texturas y los sonidos… el cabrón me lee perfectamente (risas). Sí que te diría que la escuela americana no la ha mamado tanto y le cuestan más esos sonidos... pero por ponerle alguna pega, que tampoco es necesario ¿eh? (risas).

En su caso, usted sí que ha mamado esa escuela americana en primera persona. ¿Cuáles son las diferencias más notables entre lo que se hace allí y lo que se hace aquí?

En los últimos años, aquí ha habido una tendencia hacia la teoría, la gente se ha puesto a estudiar y eso es maravilloso porque ha subido muchísimo el nivel. Pero hay ciertas cosas, como las sensaciones, que no te las explican en ningún lado; y esta gente, a lo mejor, no ha estudiado tanto y no hablan tanto de teoría, pero es que no les hace falta, ahí hay un flow… los baterías, cómo se echa la canción para atrás, lo que ellos llaman el ‘behind the beat’, es algo maravilloso y eso lo tienen ellos. Yo te diría que la gran diferencia es cómo interpretan los tempos, al final no somos robots y ellos le dan a las canciones esa emoción inconfundible.

Supongo que también es importante cómo se vive allí la música, ¿no es así?

Claro, por eso de allí salen todos los grandes… es como irte a Tokio a buscar el mejor guitarrista de flamenco, está claro que no lo vas a encontrar allí… esto es lo mismo, ellos lo inventaron y por eso lo hacen tan bien. Y aquí también incluyo a los ingleses, porque todo viene del mismo folk.

¿Es, por tanto, un poco absurdo hablar de etiquetas dentro del rock?

Yo estoy ya un poco harto de etiquetas, pero hay una que me encanta y que dicen mucho los americanos que es ‘dad rock’, rock de padre; yo entiendo como ‘dad rock’ a Led Zeppelin, Fleetwood Mac, los Carpenters… todas las grandes bandas que hacen canciones más allá de etiquetas, que si heavy, stoner, doom, kraut… es que ya ni sé lo que son muchas de ellas (risas). Lo que hacemos es música ¡y punto!

Por eso mismo, al hacer el disco, he intentado meter muchas cosas, pero llevándolo a un terreno propio sin caer en cosas obvias, lo que me gusta es la variedad y que las cosas vayan arriba y abajo todo el rato.

Cuéntenos de qué hablan las letras del disco.

Son muy personales y ambiguas, por lo que te decía antes de que soy muy reservado para mis cosas. Así que he puesto lo que yo he querido, pero de tal forma que cada uno lo puede entender como quiera, el disco está hecho para contentar a todo el mundo y, a la vez, a nadie… bueno, sí, a mí (risas). Pero supongo que, si me gusta a mí, a alguien más también le gustará, ¿no? En cualquier caso, mi filosofía es no pensar lo que le va a gustar a la gente y hacer lo que me salga de dentro y es lo que he hecho también en el disco.

¿Se siente más presión al afrontar un proyecto propio?

Sí. Como bajista no tenía ninguna responsabilidad más que hacer bien la parte que me tocaba, pero la cantidad de pensamiento que he puesto aquí, comparado con lo que había puesto en otros discos no tiene nada que ver. Seguramente, de todo lo que he hecho en la música, esto es de lo que más orgulloso estoy.

¿Es usted de los que cree que hemos aprendido algo con esta pandemia?

Para mí, intelectualmente, han sido los mejores años.

¿Y cree que la sociedad y los que mandan han aprendido de la experiencia?

No. De todas formas, no es algo que dependa de nosotros, aunque lo parezca porque vamos a votar y esas cosas… pero dejémoslo en que ellos están allí y nosotros aquí, y si todos nos tratáramos como queremos ser tratados, eso ya sería un gran paso.