Iñaki Zaratiegi
Iruñea
Entrevue
María José Llergo
Cantante

«El flamenco no me necesita para nada, pero yo sí lo necesito a él»

De entre las nuevas voces femeninas ligadas al cante jondo, la cordobesa María José Llergo destaca por su dulce tono al cantar, la reivindicación de su raíz campesina y sus atrevimientos electrónicos. Llega este jueves 25 al Baluarte iruindarra dentro del noveno festival Flamenco on Fire.

María José Llergo saltó de Youtube a los Goya. Busca hacer su carrera en libertad, sin ataduras con la industria.
María José Llergo saltó de Youtube a los Goya. Busca hacer su carrera en libertad, sin ataduras con la industria. (Sharon LOPEZ)

El evento navarro Flamenco on Fire ha propuesto en su actual edición a voces femeninas como la veterana Carmen Linares y las más jóvenes Sandra Carrasco, La Fabi o la ranchero-flamenca María Toledo. En ese campo se sitúa María José Llergo (Pozoblanco, Córdoba, 1994), que canta este jueves 25 en el Baluarte de Iruiñea. En su tercera visita a la capital navarra le acompañarán el guitarra Paco Soto y Miguel Grimaldo a los teclados y sintetizadores.

La intérprete pozoalbense estudió violín, participó en coros, disfrutó de una beca de cante moderno y jazz en Barcelona y se introdujo en el mundillo artístico. La canción y vídeo ‘Niña de las dunas’ (2017), que grabó y filmó subvencionada por el ayuntamiento de su pueblo, logró un notable eco en YouTube.

Su mini álbum de debut ‘Sanación’ (2020) fue recibido como obra renovadora. Este año ha ganado el premio Goya a la Mejor Canción Original por ‘Te espera el mar’, de la banda sonora de la película ‘Mediterráneo’, sobre la inmigración y la ONG Open Arms. Trabaja en la composición de su disco de reválida y ha sido elegida en la encuesta de la web de Eurovisión como favorita para el próximo festival. El año pasado fue tercera, por detrás de Tanxugueiras y Rigoberta Bandini.

Su debut levantó polvareda en el pop estatal. ¿Qué aportaba?

El título del disco era real, se trataba de un proceso personal de sanación. Lo sacamos, dos meses después vino la pandemia y el mundo entero necesitó sanarse. Creo que con las canciones conseguí transmitir mis dilemas y traumas, hacer de ello algo bello en lo sonoro. Pero tampoco lo sé muy bien, la audiencia es la que podría decir por qué le gustó.

Cada tema del disco mentaba un chacra y ha hablado de flamenco ‘mántrico’.

El disco era un mantra, sí. Si estamos mal necesitamos introspección, meditación, concentrarnos en lo bueno... Hice las bases intentando canalizar mi dolor, curar miedos, experiencias pasadas que me impedían vivir el presente, sanar. Tenía que quitarme ese peso para aprovechar las bonitas oportunidades que me llegaban.

Definió su obra como ‘disco de autor’.

Es un disco de autor porque son mis propias letras y es bastante biográfico. Solo hay una letra tradicional: ‘Soy como el oro’.

La promoción lo presentó como ‘flamenco bastardo’. ¿Es una cantaora moderna que flamenquea hasta con el rap?

Es algo inherente a nosotros, somos de este siglo y no podemos hacer las cosas como las hicieron hace cien años. Sin perder de vista la herencia que tenemos de artistas tipo La Niña de los Peines. Hay que estudiar, saber y valorar la obra de los que estuvieron antes y que tanto nos nutre.

Subraya que no quiere revolucionar nada sino a sí misma y que la propia tradición jonda fue la revolución del género.

Es que cuando escucho una guitarra que empieza a sonar por tangos me revoluciona por dentro. El flamenco no me necesita a mí para nada, pero yo sí lo necesito a él. La música es de verdad, vive a través de nosotros y se adapta al tiempo. Y el flamenco pervive por eso, trasciende los mercados y llega al alma.

El sonido de la azadilla de su abuelo, campesino y cantaor autodidacta, abre el disco en ‘¿De qué me sirve llorar?’. Ha habido flamenco de fragua, mina, trilla…, ¿llamamos a lo suyo flamenco ‘hortelano’?

Los cantes de faena, sí. Me dicen que estoy en las ‘músicas urbanas’ y les digo que soy de campo y hago música rural. Ahí está el escardillo de mi abuelo golpeando la tierra y las piedras, el sonido más bello porque aprendí a cantar escuchándole cantar a él mientras regaba.

El consejo del abuelo fue «canta, cobra, pero no te vendas». ¿Lo cumple?

‘Sanación’ tiene el código de barras delante. Debo hacer las cosas a mi manera, por eso escribo lo que canto, me autodetermino, es una herramienta de auto liberación. Mi abuelo me enseñó a cantar siendo libre, a ser dueña de mi voz. Un acto de libertad que me ha guiado siempre.

Ha cantado sobre problemáticas sociales, en especial a la tragedia de la emigración en ‘Nana del Mediterráneo’ y ‘Te espera el mar’.

Cuando descubrí qué estaba pasando en el Mediterráneo, nuestro mar en el que veraneamos, me dolió mucho y no pude evitar cantar sobre ello para concienciar y conseguir que al menos se visibilice el problema.

En ‘Me miras, pero no me ves’ canta a la invisibilidad de algunos colectivos.

Canto a todas las invisibilidades. Pensaba en mi bisabuela Apolonia y mi abuela María, que se dejaron la piel en el campo, pero no tuvieron una pensión. Cuando volvía de la faena mi abuela recorría el pueblo vendiendo lo que colectaban. Y luego hacía las labores de casa. Les canto y dedico el vídeo para que sientan lo importantes que han sido en mi vida. Las personas humildes son las más grandes. Hay que luchar por la igualdad, es nuestra obligación.

El abuelo aparece de nuevo en el último single ‘Que tú me quieras’.

Mi abuelo y toda la gente del campo. «Tienen tus manos, de tanto trabajar la tierra, los mismos surcos que el ‘arao’ hace en ella… Las amapolas que sonrojan la dehesa son cada gota de sangre y sudor que entregas». Entiendo a mi gente y a la naturaleza de esa manera y en la ciudad se ríen a veces, pero todo lo que nos llega viene del campo. Ciudad y campo se necesitan mutuamente.


¿Esta última canción estará en el próximo segundo disco? ¿Cómo será su reválida?

No, no me apetece meterla. No sé bien cómo será ese disco, ya veremos. Es que igual te digo una cosa y hago la contraria, así que mejor no te digo nada.

Tuvo una época escolar difícil, con bullying por el color de su piel. Le salvó cantar en el coro y las clases de violín.

Tengo malos recuerdos, sí. Me cambiaron del colegio del barrio a uno de monjas y lo pasé mal. Me insultaban por ser la nueva, por el color de mi piel y por ser diferente. Me decían gitana y negra como si fueran insultos. Me tuve que encerrar en el micromundo del conservatorio.

Con el tiempo se convirtió en militante de lo gitano y andaluz.

Intento dignificar esos términos que se usan como insultos cuando son identidades tan respetables como cualquier otra. El pueblo andaluz ha cantado sus alegrías y penas y de ahí nació el arte milenario que es el flamenco. Tenemos la inmensa suerte de haber vivido tanta diversidad: la preciosa herencia árabe, los judíos, los gitanos… Y convivían. Hay que estar orgullosa de esa mezcla. Lo que importa es que seas buena persona, no el código genético que tenga tu sangre sino tus actos. Lo que hagan tus manos y causen tus palabras, que no sean cuchillos pudiendo ser pétalos de rosa.

Viene al festival Flamenco on Fire con Carmen Linares en cartel. ¿Tiene cantantes de referencia?

No conozco a Carmen en persona y tengo unas ganas loquísimas de hacerlo porque es una de mis referencias. Y de cantantes de ahora, me roba el corazón Rocío Márquez, mi compañerito Israel Fernández, saliendo más del flamenco Silvia Pérez Cruz, me encanta José Mercé y Sandra Carrasco es la mejor.

Cantó ‘Mira qué eres linda’, de Machín, a Jill Biden y sus nietas en la fiesta madrileña de la embajada USA. ¿Es pro OTAN?

Fue espontáneo, fui al evento en calidad de invitada, estaba mi guitarra que me animó y canté. Pero ¿qué iba yo a hacer allí de pro OTAN estando presentes artistazos como Alejandro Sanz? Es que además no entiendo mucho este mundo loco. Como decía el gran Manuel Molina: «De lo que pasa en el mundo, por Dios que no entiendo ‘na’, el cardo siempre gritando y la flor siempre ‘callá’. Que grite la flor y que se calle el cardo y todo aquel que sea mi enemigo, que sea mi hermano».

Dice que prefiere compartir a competir, que está en la industria, pero no hace música industrial.

Eso se llama libertad. Quien no es dueña de sí misma no puede ser libre. Estoy en la industria, pero no hago música industrial. Mi carrera no es para llegar la primera, no me interesan los números sino lo eterno. He dicho siempre que no soy un producto sino una persona.

Su lema parece ser dar sensibilidad al mundo.

Me gustaría cambiar el mundo y que fuera más sensible, sí, aunque sea un objetivo muy grandilocuente. Es que si no pensamos en eso nos quedamos en la espiral que nos manda el dinero. El dinero nos lleva, no nosotros a él, cuando tendríamos que poner los recursos al servicio de los valores.

¿Sigue siendo la salvaje a la que no domesticó el autoritarismo de las monjas?

Pues creo que sí, llevo mal que me aten. Les hablaba sin distinguir jerarquías y no me domesticaron. Gracias a mi abuelo siempre he sabido que soy dueña de mí misma y de mi voz.

Como dijo alguien, «en mi hambre mando yo».

Eso es, yo he mandado en mi hambre. Cuando de chica le decía a mi padre que quería cantar me respondía precisamente «anda, que te morirás de hambre». Pero yo pensaba que cantaría, aunque fuera en el metro. Ahora, por suerte, ya no hay hambre en mi familia, y cruzo dedos para que así siga.