Kepa Arbizu

La importancia de llamarse Frank Sinatra

Amigo personal y periodista, Pete Hamill realiza en ‘La Voz. Por qué importa Sinatra’ un semblante íntimo y artístico del genial cantante al mismo tiempo que radiografía el ánimo colectivo de la sociedad estadounidense de aquella época.

Frank Sinatra.
Frank Sinatra. (NAIZ)

La construcción de la figura del mito en la cultura popular se forja principalmente a través del paso del tiempo. Su capacidad para pervivir a largo de diversas épocas, y sus consiguientes particularidades, es uno de los elementos identificativos de su condición. Puede que ese fuera el motivo por el que Pete Hamill rechazara la oferta de ejercer como escribano de las memorias del cantante estadounidense por excelencia, no siendo hasta el momento de su fallecimiento cuando tomara la decisión de realizar ‘La Voz. Por qué importa Sinatra’, ahora editado por Libros del Kultrum. De esa manera, el insigne periodista era capaz de acercarse íntimamente a su biografía, propiciada por una amistad surgida entre paisajes etílicos y ceniceros desbordantes, a la vez que le posibilitaba llevar a cabo un ejercicio de abstracción con el que retratar su contexto social, alejándose de la mera hagiografía.

Si hay algo especialmente encomiable en esta obra es la capacidad narrativa demostrada por su autor –bregado en el viejo oficio de ‘plumilla’– para desenvolverse con idéntica prestancia cuando se trata de bajar al barro, ostentar un minucioso trazo descriptivo o extender su manejo lírico. Excelente puesta en escena que regatea el demasiado habitual envoltorio cuché que se dispensa a una biografía en la que, sin obviar incongruencias, contradicciones y errores con que fue salpicada, prioriza su atención en lo que verdaderamente conmueve y le ha hecho relevante por los siglos de los siglos al intérprete de Nueva Jersey: sus canciones.

Hamill prioriza su atención en lo que verdaderamente conmueve y le ha hecho relevante por los siglos de los siglos al intérprete de Nueva Jersey: sus canciones. 

Pero hasta construir esa figura que se aparece en nuestra mente, enfundada de forma elegante con traje y sombrero, hay todo un recorrido previo de adversidades, aspecto sobre el que hará especial incidencia la narración.

La primera, y casi como designio de lo que estaría por venir, fue su propio nacimiento, en la localidad de Hoboken en 1915, producido contra pronóstico consecuencia de un error médico. Porque si no fue salvado de las aguas como el relato bíblico, sí fue empujado a la vida cuando todo estaba en su contra.

Tampoco resultó fácil sobrellevar su ascendencia italiana en un país que transformaba las cenizas de la primera Gran Guerra en un violento desprecio por todos los inmigrantes llegados y que eran tratados como un peligro para la estabilidad de la identidad patria. Circunstancia que les obligaría a recluirse en su propio gueto que, en este caso, se estructuraba entorno a la comunidad y la familia.  Un ámbito en el que el  joven Frank tampoco era muy ducho.

Una voz por, y para, el pueblo

Con un padre de personalidad gélida y una madre que el tiempo que le quedaba después de trabajar lo ejercía para medrar en el ámbito de la política local, su hijo creció acompañado de un sentir de honda soledad, no obstante, como reiteradamente señala Hamill, sería a la postre ese el tema central de todo lo que entonaría años después.

Solo la llegada de la radio –donde podía escuchar a Bing Crosby y disfrutar del swing (probablemente los ritmos que más le influyeron)– y del cine sonoro, en el que quedó fascinado por Al Jolson o Fred Astaire, supusieron para él una conexión con el exterior además de un primer impulso musical, que completaría con un ávido interés por las partituras y una especial capacidad para aprenderse letras que luego interpretaría con descaro y talento teatral.

Pero Sinatra estaba llamado a ser un fenómenos de masas, y como tal, expuesto a las alteraciones de unos gustos populares que se veían condicionados por una época convulsa donde se apilaban sin solución de continuidad episodios trascendentales como la Ley Seca, el Crac del 29, La II Guerra Mundial o la invasión de Corea. Suficientes perturbaciones sociales como para no ser tenidas en cuenta respecto a su reflejo en la búsqueda de distracciones requerida por parte de la población. Un aspecto sobre el que el periodista teje una indestructible ligazón entre la evolución artística del cantante y las demandas de esa audiencia.

La radio y el cine sonoro, en el que quedó fascinado por Al Jolson o Fred Astaire, supusieron para él una conexión con el exterior además de un primer impulso musical

Una trayectoria profesional que se iniciará, tras el éxito logrado en un concurso local de poco prestigio, al llamar la atención de Harry Arden, antesala de su fichaje por la prestigiosa orquesta liderada por Tommy Dorsey, quien además le serviría de inspiración debido a una técnica instrumental que extrapolaría de cara a adquirir nociones básicas con las que resaltar su dicción y un fraseo exquisito, además de una capacidad para alargar notas característico y novedoso. Aptitudes que demandarían una carrera en solitario que ya comenzaba a escribirse con rutilantes letras.

Caída y resurgimiento del mito

Una progresiva conquista del éxito que sin embargo iría desgastando –a base de rumores con visos de realidad sobre infidelidades– un idílico matrimonio con Nancy Barbato del que nunca dudó en alardear, sabedor de la necesidad de manejar las pulsiones íntimas de sus seguidores. Una exposición pública que igualmente trasladó a un contexto como la política donde se imponía el silencio. Su rotunda adscripción al bando demócrata, con la llegada del furor represor macartista y la siempre recurrente sombra de su relación con La Mafia, se convertiría en una losa que se sumaba a una propuesta musical que marchitaba en paralelo a una vida marital, convertida en ese momento en una refriega constante con Ava Gardner, que le hacía perder la batalla de ese pícaro pero buen esposo, quebrando así la necesaria –en este tipo de cantantes– comunicación afectiva con su público.

Pero todo héroe, para serlo, necesita su vía crucis particular y posterior resurgimiento. Proceso de reactivación iniciado con la buena decisión de participar en la película ‘De aquí a la eternidad’ y continuado por la de aceptar la recomendación de trabajar con el arreglista Nelson Riddle, capaz de presentar de manera ligera una oferta sonora a la que añadía un cariz imaginativo, suficiente como para innovar pero sin alterar la esencia, y ejercer de perfecto traductor de las peticiones instrumentales del artista. Una época expresada bajo un tono de voz más hosco y grave con el que representar a esa persona vapuleada pero a la que ya nada conseguirá derribar. Seguía siendo el mismo de siempre pero había penado y aprendido de sus errores; y eso el respetable lo aplaude.

Frank Sinatra fue un hombre de su tiempo, con todo lo que eso significa, pero igualmente revolucionó sustancialmente la concepción del cantante popular

Frank Sinatra fue inevitablemente un hombre de su tiempo, con todo lo que eso significa y no necesariamente bueno, pero igualmente revolucionó sustancialmente la concepción del cantante popular. Pete Hamill es consciente de ello y plasma en este extraordinario libro el contexto que acompañó ese recorrido, haciéndonos comprender que incluso detrás de la leyenda existe un individuo mundano, con sus carencias y anhelos. Consideración que para nada pretende exonerar los muchos borrones que hay en esta historia que tiene su esencial legado en un majestuoso repertorio de canciones. Melodías entonadas como nadie ha conseguido, logrando que no importe el lugar, el tiempo ni la naturaleza de un oyente que siempre se sentirá interpelado por las confesiones de quien vivó entre multitudes pero caminó solo.