El buque escuela Atyla es una elegante goleta clásica de 31 metros de eslora, 7 de manga y 3 de calado, con dos mástiles, y una impresionante superficie vélica de 400 metros cuadrados. Fue construida de manera artesanal, en madera de roble, por Esteban Vicente e Inés Zalba entre 1980 y 1984 en Lekeitio, siguiendo las clásicas artes de construcción de los carpinteros de ribera, y persiguiendo también un sueño: dar la vuelta al mundo siguiendo la ruta Magallanes-Elkano y después del viaje usar el barco como buque escuela.

Y así sigue. Atyla es el único barco de madera del Estado que hace viajes de aventura a nivel internacional. En 2018, Itsasmuseum Bilbao y la Fundación Barco Atyla firmaron un convenio de colaboración por el que el barco estableció su puerto base y lugar de atraque, durante los meses de invierno en el muelle del museo bilbaino.

Entre los meses de abril y octubre, el Atyla navega por toda Europa, y ofrece viajes de aventura y desarrollo personal, trabajando áreas como el trabajo en equipo, la destreza, la comunicación, en un ambiente intercultural, mientras recorren Europa.

En el marco de este acuerdo tanto el alumnado de los centros escolares que participan en el programa escolar, cerca de 10.000 al año, como las familias o las personas que quieran conocer los secretos de la vida a bordo y la navegación, tienen la oportunidad en las jornadas de puertas abiertas que se celebran cada fin de semana, de vivir una experiencia única de la mano de la propia tripulación, quien además de mostrar las instalaciones trasladan sus testimonios.

Importante paso adelante

Ahora, según ha anunciado Itsasmuseum, el buque escuela Atyla ha sido inscrito en el Registro de Buques y Embarcaciones Históricos y sus reproducciones singulares, en el marco de Real Decreto 784/2021, de 7 de setiembre. El Atyla es uno de los primeros barcos, si no el único, de madera y gran porte que ha recibido esta condición, apunta el museo. 

El citado reglamento, inspirado en los convenios internacionales sobre protección del patrimonio histórico, artístico y cultural, tiene como misión garantizar el patrimonio marítimo y su objeto es «la adopción de medidas de protección y apoyo para la conservación de buques y embarcaciones históricos (…) mediante la regulación de su registro, su documentación y el establecimiento de un régimen simplificado de certificación e inspección».

La aprobación de esta regulación responde a la necesidad de ofrecer un ámbito legal nacional especifico que ponga fin «a las disfunciones que se venían constatando para la conservación y recuperación de buques históricos».

Rodrigo de la Serna, capitán del Atyla, valora muy positivamente que el barco haya sido incluido en esta categoría, porque «es un reconocimiento a un proyecto de vida, a un trabajo constante y al compromiso de muchas personas» y además es un paso importante «para que las cosas se simplifiquen y sea más sencillo continuar con un proyecto que comenzó hace casi cuarenta años».

Para Jon Ruigómez, director de Itsasmuseum, avanzar en la protección y en la conservación del patrimonio marítimo es siempre una buena noticia y contar con una embarcación como el Atyla, dentro del Programa de Grandes Veleros del museo, es una oportunidad para la ciudadanía y las personas que visitan la ciudad y un reconocimiento a nuestra tradición y cultura marítima.

Aniversario de los Diques Secos

Precisamente ahora los diques del museo cumplen 155 años. Los Diques Secos, como se les conoce, fueron inaugurados el 20 de junio de 1868 y adquiridos en 1900 por la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques, que, en sus 80 años de historia construyó más de 300 barcos de gran porte.

Los diques son testimonio vivo de las actividades del astillero y reflejo de la forma de vida de la sociedad de la época. Los primeros trabajos de reparación y construcción del Astillero Euskalduna se llevaron a cabo en estos diques secos.

Hoy en día los diques, junto con los barcos históricos ubicados en su interior como el gánguil Portu, primera embarcación construida en Euskalduna, datada en 1902; el remolcador Auntz o la reconocida Gabarra Athletic, la Casa de Bombas, la icónica Grúa Carola, así como otros objetos y piezas de la colección situados en el exterior integran un conjunto patrimonial de primer orden y nos permiten comprender la significativa contribución histórica, económica y social de esta infraestructura, hace ahora 155 años.