Iñaki Zaratiegi
CRóNICA MUSICAL

La respuesta, amigo mío, está en el blues

Bob Dylan, en una imagen de archivo. No se pudieron sacar fotos del concierto de Donostia.
Bob Dylan, en una imagen de archivo. No se pudieron sacar fotos del concierto de Donostia. (GETTY IMAGES)

Intérpretes. Bob Dylan (voz, piano, armónica) y grupo: Bob Britt y Doug Lancio (guitarras), Tony Garnier (contrabajo, bajo), Jerry Pentecost (batería), Donnie Herron (steel guitar, mandolina, violín). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Fecha: 19/06/2023. Asistencia: casi lleno, unas 1.700 personas. Segundo concierto, hoy martes 20, 20.00h.

Hace muchas lunas que el juvenil rock envejeció por causas biológicas naturales. Y ahí andan algunos dinosaurios rememorando tiempos dorados: la nostalgia mueve masas y cuentas bancarias. Pero quedan gloriosas excepciones que no se rinden y siguen intentando reinventarse. Robert Allen Zimmerman, sobre todo.

Nos lo había recordado en sus doce visitas anteriores a escenarios vascos y lo volvió a hacer anoche. El octogenario creador llegaba con doble regalo: las nuevas canciones de ‘Rough and Rowdy Ways’ (2021) y la grabación en directo en estudio de temas viejos ‘Shadow Kingdom’ (2023).


En penumbra rojinegra y bajo el trueno de la Novena de Beethoven, el jefe se sentó al piano, en piña grupal con sus colegas, todos de elegante oscuro y disfrutando de cada nota con exquisitez instrumental. Fluyó de entrada el blues-rock ‘Watching the River Flow’, más calmado e incómodamente chirriante. Un sonido que se iría equilibrando consiguiendo una perfecta nitidez.

Segunda repesca: ‘Most Likely You Go Your Way and I'll Go Mine’, del mágico año «blonde» 1966. Dicen que las  mejores canciones de BD han sido contra sus ex. Esta versión tuvo poca gracia, pero qué revisión puede desafiar el sonido «mercurial» del quizás mejor LP Dylan.

Contengo multitudes


Tras el aperitivo oldy hubo reciente material delicado: ‘I Contain Multitudes’. Un guiño a Walt Whitman, poeta mayor del patriotismo USA. El músico se compara en esa canción con Poe o William Blake y dice que interpreta a Beethoven o Chopin. Él sabrá, pero ¿las obviedades en forma y fondo de muchas estrofas son propias de un Nobel?


La sesión insistió en auto confesiones (‘False Prophet’) en clave de encendido blues-rock. Dylan es pintor y escribió ‘When I Paint My Masterpiece’, acuarela de una visita a Europa. En su actual revisión sonó con bonitos arreglos country. Pero iba a ser el desolado vals ‘Black Rider’ uno de los instantes más puros de la sesión. Desnudo integral, susurrado al oído, que parece reflejar el asombro de alguien que adivina cercano su final. No bajó el listón ‘My Own Version of You’, de nuevo blues arrastrado y Dylan relatando una fantasía frankensteniana, con inabarcable manejo de citas y referencias.


El grupo dinamitó gloriosamente la conocida balada ‘I'll Be Your Baby Tonight’. Parecían jóvenes rockeros. Y hubo más amor con la juguetona ‘To Be Alone With You’ y otro vals romántico, ‘I've Made Up My Mind to Give Myself to You’. La habitual versión de la noche correspondió a la peliculera ‘That All Black Magic’, de Johnny Mercer.

Hablemos de religiones

La pregunta del sabio creador que ha volado al viento durante años ha acabado posándose en el blues, la «religión» que sustituiría sus fervores judíos o pentecostales. Lo ratificó el robusto ‘Crossing the Rubicon’, repaso histórico y examen vital, «tres mil millas al norte del purgatorio, a un paso del gran más allá». Aunque el relax más pop del viejo ‘Gotta Serve Somebody’, con su defensa de la obediencia a lo superior, recordara aquellos días de fiebre celestial.

Enfilando el tramo final, Zimmerman y colegas rozaron la perfección con los casi diez minutos de ‘Key West (Philosopher Pirate)’, con nuevas citas y comparaciones. La delicia ‘Mother of Muses’ resumiría la herencia oficial usamericana: religión, música, guerra, derechos civiles…


Ni concesiones ni nostalgias


¿Repetirá gira el influyente cantautor? Por si acaso, ha acumulado esas largas reflexiones crepusculares en muchas de las canciones que presentó. El remate del recital pudo ser un epígrafe de intenciones estilísticas y personales. Con 16 títulos con la palabra blues, subraya el final de su repertorio con ‘Goodbye Jimmy Reed’, recuerdo al gran pionero bluesman con el grupo brillando en modo jam.


Y pone en boca de su ídolo: «no llegarás a mucho, dijo toda la gente. Porque no toqué la guitarra detrás de mi cabeza. Nunca complací, nunca actué orgulloso. Nunca me quité los zapatos y los tiré a la multitud». Pareciera que el supuesto cascarrabias, huraño o distante cantautor nos insistiera: nunca quise complaceros haciendo el payaso, respeto demasiado mi labor.

Con más de 500 canciones escritas y una larga lista de éxitos, el de Minnesota no desempolvó ni un hit. Ni concesiones, ni nostalgias, ni trucos escénicos y guerra a la plaga de móviles que pudiera estorbar la ceremonia íntima.

Enraizado a la tierra con las piernas firmes. De voz ajada, aún noble y emotiva. ¿Honradez? ¿Dependencia absoluta del oficio de comunicador, de buscador de belleza? ¿Terapia de grupo? Zimmy canta sobre todo para sí mismo. O como dicen por ahí, contra sí mismo. ¿Tradicional o clásico?

En contraste con la grandilocuencia de «contengo multitudes», se despidió con la humilde reflexión ‘Every Grain of Sand’. «A veces me vuelvo y hay alguien ahí, otras veces solo estoy yo. Cuelgo del equilibrio de la realidad del hombre. Como cada gorrión que cae, como cada grano de arena».