Iñaki Zaratiegi
Entrevue
Alberto Lizarralde
Músico

«Concienciar sobre la belleza puede ser muy revolucionario»

Veterano creador musical, trabajó con la vieja guardia euskaldun, como Joxan Artze o Amaia Zubiria, y encabezó iniciativas como la escuela Jazzle o el festival Plaza. Edita ‘Haizetxe’, disco de sonidos instrumentales que permanecían inéditos, publicado en vinilo desde Londres por el sello Hegoa.

Lizarralde, en su txoko de Pasai San Pedro.
Lizarralde, en su txoko de Pasai San Pedro. (Gorka Rubio | FOKU)

Un leve sirimiri acaricia el Poblado, grupo de ‘casas baratas’ construido en su día para pescadores en Pasai San Pedro, y parece la bienvenida ideal para visitar en su txoko a Alberto Lizarralde Lekuona (Donostia, 1956), músico, compositor, productor y editor, enamorado de los paisajes atmosféricos.

El apartamento, que tiene enfrente el pirulí de la escuela marina Blas de Lezo, huele a café y tabaco liado. Hay un espacio repleto de cacharrería tecnológica: sintetizadores, resonadores, reproductores, loopers o un magnetófono de bobina abierta. Las numerosas estanterías aguantan libros, vinilos, CDs o vídeos y por las paredes hay carteles de Laurie Anderson, Ez Dok Amairu o los txalapartaris Artze anaiak.

¿En casa de Cipriano Lizarralde y Segunda Lekuona se oía mucha música?

Aita era muy cantarín, estuvo en el Orfeón Donostiarra, y en casa sonaba zarzuela, ópera… Vivíamos frente a la plaza Trinidad de la Parte Vieja, de pequeño oía los conciertos del Festival de Jazz y me ponía en el balcón a tocar aquellas músicas con cacharros de cocina.

Así que había que agenciarse una guitarra.

Primero toqué el banjo y hacia los 16 me pasé a la guitarra acústica. A los 13 años, mi hermana mayor me coló a ver al bluesman John Lee Hooker en Jazzaldia de la plaza Trinidad. Después escuché al británico Davey Graham en la sala Gaxen del antiguo Kursaal y fue otro flash. Como el Festival de Música Contemporánea de San Telmo. Esas experiencias me debieron influir para acabar de músico.

¿La entrada en acción musical coincidió con el encuentro con Amaia Zubiria?

Teníamos un trío de guitarras y flauta y conocí Haizea, grupo en el que cantaba Amaia. Hubo una relación de amistad y creamos Juana Agurain Kolektiboa. Colaboré en el disco ‘Egun argi hartan’ de Amaia-Pascal Gaigne, o con Imanol.

«En Iparralde conservan una curiosidad musical mayor. Los festivales Errobi o Xiru mantienen una programación arriesgada y hay gente de todo tipo que sigue acudiendo»

Después surgieron la primera escuela vasca de jazz e improvisación y otros proyectos.

Un grupo de músicos montamos Jazzle, primer centro de improvisación, jazz y música moderna de Euskadi. Con Sorkunde Idigoras, creamos la Jazzle Big Band, el sello discográfico Zirrara, Plaza Festibala… Editamos el disco ‘Trece solos’ del guitarrista Ángel Unzu e hice la producción artística de su otra obra ‘Tiempo de búsqueda’. Con los años he seguido haciendo colaboraciones como en discos de Physis Versus Nomos y Bi Zaldi, grupos de Beñat Antxustegi. O con H3O, de Sorkunde, Julen Izarra y Hasier Oleaga.

¿Joxan Artze fue una influencia mayor?

Sí. Descubrí su ‘Gernika’, con Mikel Laboa y el guitarrista Jose Mari Zabala. Después, ‘Ikilimikiliklik bidekidekaria’ e ‘Hitzez eta hotsez’, que fueron una conmoción. En el festival Plaza de 1999 presentamos ‘Oihana auhenka’, con otros músicos, un escultor, aizkolaris… Con Miguel Murugarren montamos la editorial 3e donde reeditamos los libros ‘laino guztien azpitik…’-‘eta sasi guztien gainetik…’.

Tras su muerte hicimos la instalación ‘Ikimilikiliklik, J.A. Artzeren unibertsoa’ o el homenaje colectivo en el Museo San Telmo. Fue rompedor como poeta, txalapartari, recitador, esteta, artista sonoro… Pero hoy es casi un desconocido y fuera de aquí invisible.

Ahora, con 66 años de edad, ha conseguido ver editado ‘Haizetxe’.

El músico y promotor Mikel Acosta oyó alguna composición mía en la plataforma Soundcloud y me contactó para que le pasara más músicas. Vive en Londres y tiene el sello Hegoa en el que saca trabajos vascos. Busqué grabaciones que hice en los años 80-90 en el caserío Haizetxe en Zaldibia. Le mandé casi 50 piezas y seleccionó 15 para editarlas en concepto LP con cara A y B.

Vaya sorpresa.

Piensa en la ilusión que produce que alguien descubra músicas creadas cuando él estaba naciendo y proponga editar algunas sin remodelarlas ni actualizarlas. Alguien que vive en Londres y se dedica a rescatar y publicar internacionalmente, solo y sin ayudas, antiguas obras desconocidas. Mikel realiza un gran trabajo.

¿Qué tipo de estilo domina el disco?

Es una mezcla de todo, una búsqueda de texturas con músicas muy ambientales y lo minimal o la repetición como característica principal Todo hecho en mi habitación de Zaldibia con mínimos recursos técnicos. Me interesaban los procesos de repetición, las fluctuaciones cambiantes.

(Gorka RUBIO | FOKU)

¿Una fusión de sonidos étnicos con electrónica?

Sí, me impresionó esa lógica en las músicas, por ejemplo, de los italianos Roberto Musci y Giovanni Venosta. En el disco hay pasajes de importancia sentimental como cuando Trinido Karril, maestro de redes de pesca y amigo de mi familia, cantó en casa una balada triste con tono de Iparralde que grabé en casete. No la he vuelto a escuchar en ningún lado.

El disco ha tenido buena acogida en el círculo internacional de ese tipo de músicas.

Me dijeron que mis composiciones se escuchaban en diferentes plataformas de internet y encontré reseñas muy buenas. Se nombran influencias de grandes maestros que admiro: Brian Eno, John Hassell, Terry Reiley, Philip Glass... Es un halago, pero que me comparen así no tiene mucho sentido: si hablas de minimal y repetición salen ese tipo de nombres.

¿Hubo más movimiento de sonidos contemporáneos en los años 80-90, con discográficas especializadas o los festivales Nuevas Músicas o Plaza?

Aún existen el encuentro Errobi, en Itsasu, o el Xiru, de Gotaine, y es significativo que sean de Iparralde porque hay una división entre mugas. Si miras al norte y ves los músicos que han salido son extraordinarios y aquí ni se les conoce. No solo veteranos como Michel Portal sino jóvenes como Diabolo Kiwi [cuya cantante Leire Iribarne murió en accidente], Habia, Organik Orchestra… Mantienen una curiosidad musical mayor. Errobi o Xiru tienen una programación arriesgada y hay gente de todo tipo que sigue acudiendo. Hay mayor consumo de cultura y más criterio, tolerancia y curiosidad.

«No se compran discos ni se descarga música legal. Spotify y YouTube son chollos para el consumidor y el músico cobra miserias»

Hoy, lo tecnológico domina las músicas populares.

Hay mucha gente haciendo cosas, pero tenemos dramas fundamentales. Primero, lo que acabamos de constatar: la gente apenas consume cultura. No se compran discos ni se descarga música legal. Spotify y YouTube son chollos para el consumidor y el músico cobra miserias. Y es ahí donde la gente escucha nuestra música porque ya no tiene equipos de reproducción y apenas quedan tiendas de discos.

Y en directo, ¿el precio de los conciertos está descontrolado?

Se dice que el de Norah Jones fue el más caro en la historia del Jazzaldia. Pero quien paga 95 euros, ¿sabe qué cobra un músico de a pie y cuánto ha tenido que ensayar, trabajar y dedicarse a montar un concierto? Hace 30 años actuabas un día por semana y tenías una entrada de dinero digna. Hoy la realidad es mucho peor. Apoyar a los creadores es prioridad de los poderes públicos y de la sociedad, un pueblo sin cultura está muerto.

¿Cómo aporta compromiso social la música instrumental sin mensaje hablado?

No hay que exigir un contenido ideológico concreto al acto de creación artística. No me preocupa especialmente qué pensaba un autor al componer, lo que me interesa y llega es su música. El acto artístico es un momento de creación y hay gente que puede desarrollar creaciones profundas en el nivel de concienciarte en muchos aspectos. Concienciar sobre la belleza puede ser muy revolucionario. Hay que ser sobre todo honesto contigo mismo cuando creas algo.

En plena fiebre de DJs de baile, ¿hay espacio para sesiones más arriesgadas como la de presentación del LP en la librería donostiarra Re-Read y la más reciente en Kontadores?

Espero que sí. Llevo tiempo trabajando en una idea para directo y en el cartel de Re-Read aparecían un par de elementos esenciales del proyecto, que son como un homenaje a Joxan: ‘hitzak eta hotsak’. Pero añadiendo un tercero ‘ahotsak’: textos, electrónica, instrumentos acústicos y voces. Mezclar distintos tipos de lenguaje y diferentes generaciones de músicos, como intenté en el trabajo sobre Iparragirre.