Izaro, regreso feliz
Fue en mayo del 2022 cuando Izaro se convirtió en la primera intérprete vasca que llenaba el velódromo de Anoeta y ahora ha roto la taquilla del cubo mayor del Kursaal donostiarra durante dos consecutivas noches. Enhorabuena.
Lugar: auditorio del Kursaal (Donostia). Fechas: 3 y 4 de enero de 2024. Intérpretes: Izaro Andrés (voz, piano, guitarra), Iker Lauroba (guitarra, efectos, coros), Garazi Esnaola (teclados, coros), Julen Barandiaran (bajo, contrabajo, efectos), Martín Arbelaitz (batería, percusión); Paula Martínez Parra, Rafke Van Houplines (bailarinas). Asistencia: lleno, unas 1.800 personas por sesión.
Cuando el año dobla parece ser un apropiado momento para encarar los nuevos tiempos con intenciones renovadoras. Así lo ha debido entender Izaro Andrés Zelaieta (Mallabia, 1993). Alcanzó los treinta años de edad en Nochevieja y, tras un 2023 de parón escénico, ha exitosamente estrenado su quinto disco ‘Cerodenero’ en el Palacio Euskalduna de Bilbo y el Kursaal donostiarra en los primeros días de 2024.
Fue en mayo del 2022 cuando la cantante bizkaitarra se convirtió en la primera intérprete vasca que llenaba el velódromo de Anoeta y ahora ha roto la taquilla del cubo mayor durante dos consecutivas noches. Enhorabuena.
Parece en consecuencia que sus ‘subeybajas’ emocionales y profesionales están despegando altos, terapias y yogas de por medio, como subrayó en varias ocasiones en su original regreso a escena. Como había ya asomado a su amplia colección de vídeos, estrenó un particular diseño escénico con una plataforma móvil y otros elementos que recambian el ambiente o juegos con teléfonos móviles sobre la pantalla de fondo.
Entró en acción, suave y ambiental, con la mini declaración de reenganche ‘Zero’ («ni frío ni calor, un agujero efímero»), un recomienzo con nueva perspectiva. Y continuó con más novedades: la fantasía en clave de himno ambiental ‘Iparraldera’, la oscura épica pop en ‘edzddh’ («Ez dakit zenbat denbora daramadan hemen») y la suave autorreflexión baladística ‘Aguacero’.
Enfrente, un público con ganas de animar a las palmas, que sumaba una media de edad superior a la de la artista.
‘Delirios’ pareció buen título para encabezar un capítulo más tecno, con otros títulos nuevos: ‘X eta besteak’ y ‘Campamento base’, con presencia de dos bailarinas y sus dinámicas coreografías. El subidón llegó con el ya popular himno feminista ‘Libre’ y la nueva fiesta ‘Ixildu mese’, que recuerda los tiempos de pandemia. En ‘El mundo no es un buen lugar’, la reflexión socio-ambiental fue global, desde la guerra al origen de fabricación de nuestra ropa.
La audiencia pudo cantar en ‘Errefuxiatuena’ y ‘Tu escala de grises’ para que la incansable protagonista platicara después con uno de sus seres naturales favoritos (‘Limoiondo’) y reinvidicara la paz estival en ‘Udara, udara’.
El nuevo bloque acelerado se abrió con ‘Gabon gaua’ y en la novedad ‘Las llaves de tu casa’ dominó el eco de la canción de autor y el tumbado bailón del piano. La cantautora demostró altura de voz para unos mensajes (flores, abejas, nubes, aviones) que parecen rozar lo naif de algunos de sus textos.
A tumba abierta sonó ‘Aquí’, con nuevos ecos latinos, e Izaro teatralizando simpáticamente la canción. ‘Paris’ y ‘Mi canción para Elisa’ elevaron el ambiente bailongo, rematado con el enganchón vals ‘Todas las horas’, con señoras y patos de protagonistas. Muy suelta, ahondó la cantante en sus parlamentos y se marcó un empoderado saludo en clave bertsolari. El remate rumbero condensó las intenciones de la noche: ‘Oh, oh, la felicidad’.
El pluralismo de las canciones, la calidad vocal, la soltura y enganche comunicador de la protagonista, el excelente apoyo instrumental del grupo, el cambiante concepto escénico, la originalidad general del recital alejado de tópicos postureos pop y del abuso en watios y voltios o el cuestionamiento en los mensajes de las principales normas sociales imperantes construyen un espectáculo positivamente renovador para la cultura euskaldun más actual.