«Chillida creaba desde la música a la escultura y ahora Lauzirika lo devuelve hacia la música»
Euskadiko Orkestra estrena estos días una obra del compositor Antonio Lauzurika, encargada como homenaje a Eduardo Chillida con motivo del centenario de su nacimiento. Para presentar esta pieza, ‘Chillida-Elogios’, charlamos con el autor y con el nieto del escultor, Mikel Chillida.
La obra ‘Chillida-Elogios’, creada por el compositor Antonio Lauzurika con motivo del centenario del nacimiento de Eduardo Chillida, se interpretará el 19 de febrero en el Teatro Principal de Gasteiz, el 20 en Baluarte de Iruñea y el 21 en el Euskalduna de Bilbo, a las 19.30.
Una vez que recibe el encargo de componer una obra vinculada al centenario de Chillida, ¿por dónde se empieza?
Antonio LAUZURIKA: Bueno, en primer lugar, fue una gratísima sorpresa, porque toda la vida he sido un entusiasta de Chillida y he seguido su obra. Es un artista con el que siempre me he identificado y que, de repente, llegue la oportunidad de escribir esta obra fue una gran emoción para mí, pero, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Ahí comenzó una labor de investigación de su obra y de sus escritos y, a partir de este estudio, poco a poco inicié la elaboración de materiales tanto musicales como conceptuales. Es un reto grandísimo comunicar estos dos mundos y establecer vínculos, estrategias y materiales que puedan conectar ambas esferas, y he intentado crear algunas ideas que puedan fluir, no sé si en ambos sentidos, pero sí al menos desde el mundo de Chillida a mi mundo musical.
Pero, en un universo tan amplio como el de Chillida, ¿cómo se acotan estas ideas?
A.L.: En la obra de Chillida se destaca siempre el uso de los materiales y cómo encuentra el espacio y la relevancia adecuada a cada uno de ellos, así que me agarré a esa idea para estructurar mi obra en cuatro partes, cada una de las cuales hace referencia a un material diferente, y que además me dan juego para abordar distintos desarrollos musicales. Del mismo modo, aprovechando las numerosas obras de Chillida que tienen en su título la palabra ‘elogio’, me apropié de esa idea para mi obra. La primera parte se titula ‘Elogio al horizonte’, como una de sus obras, y las otras tres las he ido nombrando siguiendo este mismo concepto.
Otra estrategia evidente que he seguido ha sido servirme de los materiales a los que dedico cada parte para incluirlos en la orquestación; es decir, en el ‘Elogio del hierro’ y del acero se utilizan de manera importante los hierros y en el ‘Elogio de la utopía’, que se inspira en el proyecto de la montaña Tindaya, aparecen piedras. De un modo más sutil, aparecen también en la obra ciertos contornos de los movimientos de los instrumentos dibujando figuras asociadas a las ideas que quiero transmitir. En definitiva, hay mucho trabajo de elaboración, de buscar conexiones, aunque a veces son conexiones que solo las conozco yo, que no trascienden, pero otras sí son más evidentes.
«En la obra de Chillida se destaca siempre el uso de los materiales y cómo encuentra el espacio y la relevancia adecuada a cada uno de ellos, así que me agarré a esa idea para estructurar mi obra»
La obra de Chillida es, en concepto, muy tridimensional, muy sólida, muy volumétrica. ¿Cómo se traslada eso a la música?
A.L.: El mundo de la escultura y el mundo de la música parecen muy distantes entre sí, pero comparten muchos conceptos, como densidad, superficie, límites, texturas… Aunque son mundos distintos sí que hay cierta conexión y, si piensas en una escultura muy voluminosa, enseguida se te viene la imagen de un tutti de orquesta.
En el ‘Elogio del horizonte’, del cual Chillida decía que era lo inalcanzable, yo lo asocio con la altura del sonido, con movimientos ascendentes. En el ‘Elogio de la utopía’ la partitura del movimiento configura un perfil como la silueta de la montaña de Tindaya. Pero, como decía, todo esto son solo estrategias. Luego hay una construcción musical que es la que hace que todo funcione.
Hay detalles que salpimentan la música, pero por debajo hay toda una base de construcción musical. Por ejemplo, toda la obra está sustentada en la traslación a sonidos de las iniciales de Eduardo Chillida, ECH, que forma el anagrama de su firma y que es lo que hacía Bach con su propio apellido. Estos sonidos es lo primero que se escucha en la orquesta y configuran tanto los aspectos melódicos como armónicos.
¿Este guiño tiene algo que ver con que Bach fuera uno de los compositores preferidos de Eduardo Chillida?
A.L.: Así es. La obra tiene muchos guiños, muchos detalles ocultos. Por ejemplo, hay un ritmo de zortziko transfigurado que aparece de vez en cuando. Me gusta jugar a esconder las cosas y, salvo que sepas que está ahí, es probable que no oigas ese zortziko, pero el ritmo quebrado está presente en muchos momentos.
Cuatro partes, cuatro materiales.
A.L.: ‘Elogio del horizonte’ y el mundo del hormigón, como la obra de ese título, está caracterizado por un resultado voluminoso y con un movimiento ascendente de la búsqueda del horizonte. ‘Elogio de la gravitación’ es todo lo contrario, es mucho más etéreo; es una música que aparece por capas, creando volúmenes a través de los papeles, de los cartones. El propio Chillida decía que estos dibujos eran su música de cámara, y he intentado plasmarlo a través de texturas mucho más livianas, y siempre con un concepto de arriba hacia abajo, al contrario del de las esculturas, que parte de abajo hacia arriba.
El tercero es el ‘Elogio del hierro y del acero’, donde he querido recrear el sonido de una ferrería a través de diferentes metales en la percusión, que aportan interés y potencia a la sonoridad. Y, por último, un final más reflexivo en el ‘Elogio de la utopía’, en el que, al contrario que en ese proyecto de Chillida de vaciar el núcleo de la montaña de Tindaya en Fuerteventura, yo parto de ese núcleo y construyo la montaña.
Respecto a los materiales físicos utilizados por la orquesta en el escenario, ¿alguno de ellos es original?
A.L.: Efectivamente. La familia Chillida me ofreció su ayuda y puso a mi disposición materiales del taller de Legazpi y también de Chillida Lantoki, donde estuve probando la sonoridad de distintos materiales con una baqueta; pero es complicado encontrar la pieza justa porque, por su sonido, hubiera sido muy fácil decantarme por un pedazo de hierro de una tonelada, pero eso hubiera provocado un tremendo problema logístico. Así que, finalmente, encontramos algo con un sonido interesante, que podía dar juego y que se ha incluido en la sección de percusión: unas piezas que sirvieron como útiles de proceso; no son materiales escultóricos, que hubiera sido lo ideal, pero, además de tímbrico, añaden un enorme valor sentimental. Todos queríamos que algo de él estuviera presente.
Mikel CHILLIDA.: Lo bonito es que son materiales originales, materiales reales con los que trabajaba el aitona en Villapaz, en el alto de Miracruz, donde él tenía su taller, y eso le da un valor muy especial.
¿Cómo se ha vivido la creación de esta obra desde el lado Chillida?
M.C.: A nosotros nos ha parecido maravillosa esta iniciativa de Euskadiko Orkestra dentro del contexto de este centenario, porque al aitona la música le servía de inspiración para convertirla en obra, era un proceso que iba de la música a la escultura y, en este caso, se está dando todo lo contrario: va de la escultura a la música.
Se crea una especie de círculo, una especie de espiral, que es un concepto, además, absolutamente Chillida: el concepto de serie, la seriación de su obra, en el que, partiendo de una misma base, iba creando obras diferentes; y en ese sentido es absolutamente emocionante que sea la obra escultórica la que inspire el punto de partida.
Y luego, evidentemente, nosotros no tenemos que ser parte de la creación de Antonio, pero sí darle las facilidades y las herramientas, ser una puerta abierta para lo que haga falta. Pero hay que respetar al creador sin interferir; por mucho que seamos familiares o legatarios, hay que respetar siempre al artista con su libertad, bajo sus condicionantes y sus inquietudes, y que cree.
A mi aitona no le gustaba nada cuando le pedían que explicase una obra, se negaba, porque decía que, si él explicaba una obra, la gente se iba a creer que esa era la explicación correcta y, sin embargo, cada uno tiene su interpretación, su explicación, y decía que todas eran igual de válidas. Y me encanta que Antonio haya hecho su interpretación, obviamente razonada, documentada y muy consistente, pero personal.
«A mi aitona no le gustaba nada cuando le pedían que explicase una obra, se negaba, porque decía que la gente se iba a creer que esa era la explicación correcta; todas las interpretaciones son válidas»
A.L.: Es cierto que la música, al final, funciona por sí misma. Si alguien no sabe de qué va la obra, posiblemente no piense en Chillida, porque, como decíamos antes, son dos códigos completamente distintos, pero el mundo Chillida conforma la obra y, si no fuera esa la razón, esta obra no existiría. Es una relación muy curiosa la que se produce.
M.C.: Y son muy bonitos esos puntos en común entre disciplinas: hay una fisicidad en la música, es un movimiento en el aire, son ondas chocando que se pueden sentir, más allá del sonido, y es un concepto muy propio de la escultura de Chillida el de percibirla usando más de un sentido.
¿Cómo ha sido el trabajo con la orquesta y con Robert Treviño?
A.L.: Tengo que agradecer a Euskadiko Orkestra y a sus músicos la implicación y dedicación. Y respecto al trabajo con el Maestro, creo que para los directores es una gran ayuda que el compositor esté en los ensayos cuando la obra no se ha hecho nunca, aportando su visión y sugerencias. También para los músicos enfrentarse a la obra por primera vez es complicado, porque ellos han estudiado y conocen su parte, pero no saben cuál va a ser el resultado conjunto.
Y, bueno, por qué no decirlo, también en los ensayos aparecen momentos de pequeñas rectificaciones, porque la música es muy caprichosa y, aunque tenemos capacidad con los medios informáticos de aproximarnos bastante fielmente a la idea final, el directo, las salas y los espacios influyen en la música. La obra no va a sonar igual en el Teatro Principal de Vitoria o en el Kursaal, y es el director quien tiene que moldear el sonido de acuerdo a las circunstancias. Es un trabajo colaborativo muy enriquecedor.
M.C.: Es muy bonito también el presente como concepto: la música sucede en el presente, lo que escuchemos será un presente, y ese presente es uno de los grandes puntos de apoyo del trabajo del aitona. Toda su escultura se basa en ese momento en el que pasan las cosas. Puede tener un plan, puede tener una idea aproximada de adónde va, pero el material va a responder en ese momento y él va a estar atento para llegar a un coloquio, un diálogo, un punto de comunión con el propio material. Y en la música ese presente es vital, es el momento en el que todo pasa.
A.L.: La música sucede en ese presente y luego desaparece. Evidentemente, esto tiene su magia, pero al mismo tiempo es un hándicap: suena y se desvanece. Hay que disfrutarla en el momento.
Pero este presente musical efímero va a estar acompañado de un presente escultórico mucho más sólido.
M.C.: Para engalanar aún más el acontecimiento, una escultura de Chillida acompañará a la orquesta en el escenario en cada uno de los cinco conciertos de este abono, formando parte, de alguna manera, de este homenaje musical. La obra se titula La casa de Goethe, que pertenece al grupo de esculturas denominadas ‘aromas’, añadiendo un sentido más a esta maravillosa experiencia, que podría llamarse perfectamente ‘Elogio de los sentidos’.