Hay bandas que nacen esclavizadas a un contexto histórico muy determinado, siendo representativas únicamente como parte de una corriente y/o escena concreta, expirando su interés al mismo tiempo que se diluye dicho ecosistema. Otras, sin embargo, son capaces de aprobar el examen dictado por el paso del tiempo manteniendo intactas sus cualidades artísticas e incluso de deslizarse a lo largo de los años asumiendo un proceso de adaptación. Pearl Jam, surgido en plena eclosión del grunge y opositora a disputar el trono de Nirvana, ha logrado enclavarse con determinación en el paisaje musical a través de un sonido que dejó atrás su inicial fervor dramatizado para trasladarse conducidos por un rock con hechuras más clásicas.
Impulsar el presente retomando el pasado
Instalados en los últimos años en un acomodaticio pero nada inspirador territorio creativo, solo enmendado por contados repuntes consecuencia del talento innato, su nueva referencia viene a revertir dicha situación. Retomando aquellos instintos primarios del mismo modo que realizando una muy acertada lectura de los muchos hallazgos que se han ido instalando alrededor de su extensa trayectoria, el repertorio actual se presenta por lo tanto prácticamente como una recapitulación de las virtudes que han acompañado a la formación desde sus comienzos hasta el presente.
El repertorio actual se presenta prácticamente como una recapitulación de las virtudes que han acompañado a la formación desde sus comienzos hasta el presente
Un logro en el que algo –o mucho– tiene que ver la presencia en las labores de producción del joven Andy Watt, capacitado para acomodar en el éxito a nombres pronunciados por un público mayoritario, ya sean Ed Sheeran, Dua Lipa o Miley Cyrus, como oficiar el milagro de la resurrección con The Rolling Stones de la mano de su más reciente trabajo, ‘Hackney Diamonds’.
Si irregulares han sido los logros musicales obtenidos por medio de las últimas grabaciones firmadas por Pearl Jam, no se puede decir lo mismo de una de sus señas de identidad, las siempre atinadas y sugerentemente líricas letras nacidas de la mano de Eddie Vedder, indemnes a cualquier bajón inspiracional.
Un imprescindible soporte en la idiosincrasia de la banda que para esta ocasión tejen un retrato sobre la zozobra e incertidumbre existencial, derivada por igual de las inevitables inclemencias del paso del tiempo como sobre todo surgida al albur de una sociedad desquiciada por el tiránico manejo a la que es sometida por aquellos que detentan el poder.
Músculo y flexibilidad
Una rabia enunciada ya desde una inaugural ‘Scared of Fear’ que, tras una breve introducción de atmósfera espacial que nos acerca a esa enigmática naturaleza a la que remite el titulo del álbum, emana nervio y tensión por medio de riffs y el característico fraseo interpretativo al que le secunda el paroxismo eléctrico con que somete Stone Gossard a su guitarra. Espacio para el lucimiento individual que aprovechará Jeff Ament para hacer de los impactos que produce su bajo el desencadenante para que ‘React, Respond’ exhiba ese eco angustioso y vibrante igualmente añorado en los últimos tiempos de la banda pero nítidamente identificativo de su ADN, tanto es así que se propagará también por el tema titular, espoleado por una tormenta sonora encarnada en hard-rock.
La culminación de ese sustrato más vigoroso que recoge el álbum tiene su culmen en cuanto a revoluciones en el decididamente y atropellado punk-rock, digno de Bad Religion, ‘Running’, que busca en sus coros un diálogo con el oyente que con seguridad será un punto de encuentro digno de observar en su plasmación sobre las tablas.
Pero las bondades de este ‘Dark Matter’ no solo hay que buscarlas en el añorado y aquí recuperado ánimo más brioso, porque casi de igual manera se hacen notar aquellas composiciones que albergan un ambiente más reposado pero también dotado de mayor rango de elasticidad, una identidad asociada a los trabajos en solitario de su cantante pero que en esta ocasión son reclutados bajo un perfecto manejo, integrándose escrupulosamente en el concepto global de este álbum.
Las reminiscencias a las raíces del sonido norteamericano, personalizadas en la figura de Tom Petty, serán el sustento del medio tiempo ‘Wreckage’, una inmersión en los orígenes de toda esa gama de ritmos que acabarían por engendrar la posterior arquitectura roquera que en la preciosista y romántica ‘Upper Hand’ alude incluso al aterciopelado acento del soul, siendo ‘Won't Tell’ la que se encargue de acortar las distancias con dibujos armónicos asociados al pop.
En esa evidente, y en todo momento completista, versatilidad destacan el paso ágil y luminoso de ‘Something Special’ o la hipnosis colectiva que promueve ‘Setting Sun’, pieza final que entre vocablos de ascendencia mística se niega a apagar esa última vela de un corazón roto.
Un emocionante reencuentro
‘Dark Matter’ no debería ser señalado solo como la llegada de una buena noticia para el seguidor de la banda de Seattle, a la que esta vez podrá renovar veneración con un disco de incontestable calidad en la mano, sino también tendría que suponer el reconocimiento de las cualidades mostradas por una veterana formación para hacer del rock and roll un subyugante lenguaje con el que codificar bajo mirada crítica y profunda la realidad.
Pearl Jam encuentra un camino de fuertes emociones que sobrecoge al oyente por su intensidad y visceralidad, logrando que incluso aquellos momentos más sosegados sean capaces de avivar las sensaciones
Como en sus más atinadas publicaciones, Pearl Jam encuentra un camino de fuertes emociones que sobrecoge al oyente por su intensidad y visceralidad, logrando que incluso aquellos momentos más sosegados sean capaces de avivar las sensaciones.
Porque probablemente esa materia oscura a la que alude el título de su nuevo álbum, no esté muy alejada de la naturaleza intrigante y desconcertante que delimita las pulsiones y motivaciones que guían la conducta de los individuos, tan reacias a ser identificadas y controladas como esas anónimas partículas que deambulan por el universo.
Y es que quizás, el verdadero impulso que desde siempre ha motivado al ser humano para inventarse melodías sea precisamente ese: encontrar un idioma con el que poder expresar todo aquello intangible e invisible pero esencial para la supervivencia.