«Tenemos una necesidad urgente de nuevos tratamientos para las depresiones graves y la ketamina es prometedora», explica a la agencia AFP la investigadora australiana Julaine Allan, especializada en salud mental.
La ketamina no es un antidepresivo clásico como los desarrollados desde la década de 1960.
Es, en principio, un anestésico, pero desde hace unos veinte años los psiquiatras la consideran una posible solución contra la depresión.
A diferencia de los antidepresivos habituales, la ketamina actúa de manera rápida, aunque se desconoce exactamente qué mecanismos fisiológicos provoca para aliviar los síntomas depresivos.
Por lo tanto, parece prometedora en dos grandes casos: cuando se necesita un tratamiento puntual y urgente, principalmente frente a crisis suicidas, aunque no únicamente en esos casos.
Y cuando ningún medicamento clásico funciona, es decir, en casos de depresiones llamadas resistentes.
En los últimos meses, varios estudios publicados en prestigiosas revistas han confirmado el interés de la ketamina en estos dos casos.
Un estudio publicado en abril en el ‘British Medical Journal’ muestra como el riesgo de depresión posparto de jóvenes madres se redujo después de recibir una sola dosis de esketamina, un derivado de la ketamina, al nacer su bebé.
En el segundo caso, un estudio publicado este lunes en ‘Nature Medicine’ demuestra que un tratamiento con ketamina evitó más recaídas depresivas en comparación con pacientes bajo tratamiento placebo.
El tamaño reducido de estas muestras (un poco más de cien personas) y algunos aspectos metodológicos apuntan a que es demasiado pronto para sacar conclusiones firmes.
Pero estos estudios alimentan un corpus favorable al uso de la ketamina contra la depresión, un beneficio que ya no genera muchas dudas entre los psiquiatras.
¿Nueva crisis de opioides?
«Debe considerarse como un intermediario entre los antidepresivos clásicos y los electrochoques», explica a AFP el psiquiatra de Ginebra Michel Hofmann, quien menciona un verdadero «entusiasmo» en la comunidad médica.
«Para los pacientes en los que los tratamientos clásicos no funcionan, la ketamina ofrece la posibilidad de descartar los electrochoques», precisa.
Pero aunque la esketamina ya está aprobada desde hace varios años en Estados Unidos y Europa para ciertas depresiones, algunos psiquiatras siguen siendo reacios.
Sin negar la eficacia de la ketamina, estos especialistas temen el riesgo de adicción, sobre todo porque la molécula es a menudo desviada como droga, un uso tristemente mediático por la muerte por sobredosis de personalidades como el actor estadounidense Matthew Perry.
«¿Se administrará pronto ketamina a pacientes con ideas suicidas? Difícil decirlo, ya que hay un verdadero riesgo de que un uso extenso de la ketamina provoque una nueva crisis de opioides», advertía en 2022 en el ‘BMJ’ el psiquiatra Riccardo De Giorgi, en referencia a la crisis sanitaria que ha causado cientos de miles de muertes en Estados Unidos debido al uso indebido o excesivo de ciertos medicamentos.
El desafío es, por tanto, reducir el riesgo de abuso, así como los severos efectos secundarios, como la aparición de trastornos disociativos de la personalidad.
Ese es el gran interés del estudio publicado por ‘Nature Medicine’: ensayar un nuevo modo de administración de la ketamina, mediante un comprimido que libera progresivamente el tratamiento en el organismo.
Potencialmente, ese uso es más práctico y menos arriesgado que un tratamiento por vía intravenosa o un aerosol nasal, las dos formas bajo las cuales la esketamina está actualmente aprobada.
El estudio ofrece resultados prometedores desde este punto de vista, aunque, nuevamente, será necesario confirmarlos.
«Los pacientes informaron pocos efectos secundarios: euforia, disociación…», subraya a AFP su principal autor, Paul Glue.
«Por lo tanto –apostilla–, no creo que estos comprimidos atraigan a personas que quieran hacer un uso indebido de la ketamina».