Miren Saenz
Entrevue
Ángel Unzu

«Me apetece mucho grabar un disco a guitarra sola en directo, es algo que tengo pendiente»

(Foku)

Su trayectoria, dedicación, versatilidad, y talento podrían definir a Ángel Unzu como el músico total. Nacido en Iruñea en 1961, la mayor parte de su vida ha vivido en Gipuzkoa, donde ha construido su carrera profesional. Pese a la insistencia de su madre por regalarle una guitarra desde niño «para alegrar las fiestas», no fue hasta los 15 años cuando él mismo decidió comprarse una que le miró desde el escaparate de una armería rodeada de escopetas de caza; entró y la compró. Podría haber sido relojero como su padre pero aquella guitarra, que conservó hasta hace poco, le abrió las puertas de la música para siempre. Después descubrió que tenía facilidad para tocarla, así que siguió el habitual proceso académico: solfeo, guitarra clásica, guitarra moderna, armonía... En resumen, tomó e impartió clases mientras frecuentaba los escenarios que finalmente se impusieron a la docencia.

Unzu ha publicado siete discos propios, el último “Orain” el año pasado. Ha grabado y actuado en solitario, en dupla, en trío, en cuarteto y como acompañante de otros músicos, entre ellos la mayoría de los grandes de la escena vasca. Ha fundado grupos como Ganbara, que perduró en el tiempo, o cuartetos efímeros a propósito, que duraron lo suficiente para cautivar a sus incondicionales, que los hay. Desde 1994 se animó a mostrar su obra como concertista solista. Ha realizado giras por Portugal, Argentina, Uruguay, Suiza, el Estado francés y por supuesto por toda Euskal Herria. Así que acumula giras, experiencia y algunos sinsabores que duelen, como cuando propone proyectos a priori interesantes y ni siquiera obtiene respuesta.

Tímido, más que crecerse en el escenario le tiene tan tomada la medida que no se le nota. Muy bien valorado por los medios de comunicación y por sus compañeros de profesión, reconoce que nunca ha tenido una crítica mala pese a lo cual no es un artista de masas, un músico al que le soliciten por la calle ni autógrafos ni selfies.

Quedamos para esta entrevista en su local de ensayo, el sitio donde repasa repertorios, madura piezas, ensaya y piensa entre guitarras de todo tipo, alguna de doble mástil, y otros instrumentos de cuerda como mandolinas, violines, bouzoukis... o de percusión.

Como guitarrista ha tocado todos los palos porque además de intérprete es compositor, productor y arreglista. ¿Con cuál de las facetas se identifica más?

Sin duda como guitarrista, aunque lo que más me atrae es la composición. Esa imagen romántica del auténtico compositor que escribe música como quien escribe un texto. Como en la película “Ennio, el Maestro” –documental realizado por Giuseppe Tornatore en 2021– dedicada a Morricone. Un tipo que no necesitaba su instrumento para componer, tan solo su imaginación, un papel y lápiz y podía escribir toda la orquestación según hablaba por teléfono. Me estimula más un compositor que un intérprete.

Vamos, que crear algo desde cero es complicado.

Claro, la famosa página en blanco. Y depende de a dónde quieras llegar. Puede ser más cómodo moverse en estilos más estándar pero si quieres tomar una dirección más atrevida estás obligado a buscar. Alguien decía que las ideas más sencillas están en la superficie y tienes que meterte bien profundo si buscas las más interesantes. Eso lo viví en mi disco “Tiempo de búsqueda”, lo pasé mal componiéndolo.

Tanta versatilidad –folk, jazz, rock, música popular, bossa nova...– juega a su favor. Quizás es más intimista como solista, aunque sigue demostrando su capacidad para indagar en estilos diversos.

A veces me pregunto ‘¿qué es lo mío?’. Quizás una guitarra sola con temas que pueden tener un deje de jazz, folk.... Ahí estoy más cómodo porque hago lo que me apetece, no tengo que dar explicaciones a nadie, en cambio en otras ocasiones tienes que hacer lo que te piden: un solo de rock, un fado o bossa...

Estudió guitarra clásica y acústica e incluso le da a la eléctrica; 45 años unido a un instrumento que no parece tener secretos para usted.

Pues los hay. Tengo lagunas y carencias, creo que como todo el mundo en estas profesiones. Las diferentes guitarras o el bouzouki son el mismo instrumento pero debes adaptarte al estilo que se te pide y tratar de ser lo más fiel posible. El tipo de guitarra que toco va por épocas, por apetencia o por trabajo. Estuve muchísimo tiempo con la clásica, compartida ahora con la acústica y el bouzouki que es lo habitual cuando acompaño a músicos como Benito Lertxundi u otros. Recientemente he grabado para Txuma Murugarren y he disfrutado con la eléctrica, con muchísimo volumen y ese sonido sucio que el estilo requería. No soy un rockero pero intento que no se note demasiado. También la he utilizado en mi último disco (“Orain”) porque necesitaba diferentes colores, a veces cálido o ácido en otras.

Ha grabado y actuado con todas las combinaciones numéricas posibles, desde solo hasta con una orquesta, con obra propia o como colaborador de otros músicos. ¿En cuántos discos ha participado?

Me harté de contar, pero pueden ser perfectamente doscientos. Todos los de mi generación hemos estado en esos doscientos discos porque durante un tiempo éramos esa figura de “músico de estudio” al que se le requiere constantemente. Un trabajo bonito. Yo iba con todo el arsenal posible: guitarras, bouzouki, la mandolina, las percusiones y grababas lo que te pidiesen. Esa figura del “músico de estudio”, al menos en mi entorno, ha desaparecido. Este oficio en general ha cambiado mucho.

Ha tocado de continuo con Kepa Junkera o Benito Lertxundi y con incontables músicos –Golden Apple Quartet, Amaia Zubiria, Olatz Zugasti, Jabier Muguruza, Alaitz eta Maider, Anje Duhalde, Oreka TX, Andrzej Olejniczak..., en sitios pequeños como casas de cultura, medianos como teatros y enormes como estadios. ¿Dónde se encuentra más cómodo?

En este país habría que añadir otro espacio, el frontón, con sus características acústicas peculiares que todos conocemos. El lugar ideal, los teatros, sencillamente porque están preparados para ello. Me apetece mucho grabar a guitarra sola un disco en directo, es algo que tengo pendiente y fantaseo con hacerlo en algún teatro, el Principal, el Victoria Eugenia, el Gayarre de Iruñea...

Estuvo en el último concierto de Mikel Laboa en 2006, en una playa de la Zurriola a reventar porque, además, a continuación actuaba Bob Dylan. ¿Había nervios?

Nervios sí pero no por estar frente a miles de personas. Mi público eran dos, yo solo tenía que gustar a los dos que habían confiado en mi: a Iñaki Salvador, pianista y director y a Mikel, ellos dos eran el público al que no podía defraudar. Una alegría y una lástima que aquel fuese mi primer y último concierto con Laboa.

También ha intervenido en teatro y cine, evidentemente en el plano musical. Hace un par de años, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de Iparraguirre, incluso interpretó al bardo.

Sí, es lo último que he hecho en teatro con Tanttaka. Compuse unas piezas para guitarra y principalmente acompañaba a las tres actrices-cantantes (Ane Gabarain, Ainara Ortega y Joli Pascualena) con el repertorio de Iparraguirre, vestido como él, en base a una teatralización de las cartas que enviaba a las mujeres de su vida. También hicimos conciertos con Gontzal Mendibil, que es un fanático de Iparraguirre. Y en cuanto al cine he grabado varias bandas sonoras en películas como “Luna de Avellaneda”, “Amaren eskuak”, “Zorion Perfektua”, “Frío Sol de Invierno”, etc.

Con semejante trayectoria es un autor muy reconocido dentro de la profesión y por la crítica especializada pero poco conocido entre las masas. ¿A qué lo atribuye?

Cuando hago mi música siempre es instrumental y en general lo instrumental no es de masas. Por otro lado al no estar catalogado en un estilo muy concreto quizá pueda restar público. Por aquí es muy difícil que quien programa en cultura apueste por la música instrumental de autor, es terriblemente difícil llevar esta música a los escenarios. Lo vivo en mis carnes y en las de mis colegas. Todos estamos en la misma situación frustrante de no poder mostrar tu música, viendo morir los proyectos casi sin haber nacido. Y entonces alguien te pregunta ¿para cuándo otro disco? Y yo me pregunto, ¿para qué?

Y eso que tiene siete discos propios.

Últimamente de broma digo que son siete y medio porque se editó un DVD con mi música escrita para la EIJO –Euskadiko Ikasleen Jazz Orkestra–, una big band creada por el Gobierno Vasco. Estuve de compositor residente en 2015 y mi amigo Gonzalo Tejada lo fue en 2016. La música de ambos quedó grabada en este DVD. Y sí, tengo siete discos pero sin conciertos. Se podría pensar que quizá es porque la música no es suficientemente buena pero me hace sospechar que tampoco a mis amigos con calidad garantizada les sobren los conciertos de obra propia.

¿Cómo consigue publicar discos?

“Dúos” “Orain” y “14 abesti eta hamairu istorio txiki” –este último con Txuma Murugarren– estuvieron subvencionados en parte por el Gobierno Vasco; “Melodías de piel” lo editó Elkar; la discográfica alemana Acoustic Music editó y distribuyó internacionalmente “Tiempo de búsqueda” y el resto son autoproducciones. Antiguamente las discográficas corrían con los gastos de edición pero como antes he comentado, esta profesión ha cambiado mucho y también en este aspecto. Quizá pueda permitírselo quien venda mucho, no es mi caso. A los que hacemos música instrumental no hay ninguna discográfica que acceda a grabarte. Ahora las discográficas acceden a editarte si les das el producto ya acabado. No solo no invierten sino que además se quedan con el 20% por los derechos de autor. Es decir, de nuestro trabajo. Así que se hacen necesarias las ayudas o el crowdfunding o el ahorro.

Además, Internet ha transformado todos los formatos, incluido el de la música. En realidad, ahora es cuando más música se escucha otra cosa es cómo lo ven los implicados.

Spotify, Youtube… es música gratis. Me resulta incomprensible que músicos, al día siguiente de editar su disco lo suban a estas plataformas gratuitas y lo regalen, regalen su trabajo, con todo el esfuerzo personal y económico que he mencionado. Nadie regala su trabajo, pero parece que nadie ve mal que el músico si. Y me molesta un poco si alguien dice, “no te quejes que al fin y al cabo haces lo que te gusta”.

Durante una década se dedicó a la docencia. Impartió clases de guitarra en distintos pueblos de Gipuzkoa. ¿Le gustaba? ¿Se enseña bien la música?

Me gustaba y disfrutaba sobre todo cuando te encontrabas con esos alumnos, no muchos, que realmente deseaban aprender, eso es una gozada. La enseñanza y el profesorado está hoy infinitamente mejor que en otras épocas. Empezando por las Escuelas de Música de cada pueblo.

De vez en cuando le llaman para impartir alguna master class o incluso conciertos didácticos en los que experimenta con el sonido.

Y me encanta porque te dan vía libre. Conciertos didácticos sobre lo que yo llamo «mis ruiditos». Las sonoridades que hay en la guitarra, sonidos diferentes y ves las reacciones de la gente cuando incluyo elementos no guitarrísticos como un ventilador, para conseguir que un sonido de guitarra se mantenga y no muera inmediatamente, unas bolas de ping-pong metidas en la guitarra, un papel o lápiz entre las cuerdas etc. En los años 50 el pianista John Cage, acuñó el término “piano preparado”. Lo que hacía era insertar entre las cuerdas diferentes objetos para distorsionar el sonido y trastocarlo, metía tornillos, chapas, cables, cualquier cosa, y componía en función de esa nueva y estimulante sonoridad. Yo por puro juego vengo haciendo esto mismo desde hace tiempo sin darme cuenta que es lo mismo que inventó Cage, así que de broma lo llamo “guitarra preparada”.

¿Y ahora que está haciendo?

Estoy con once repertorios con diferentes cantantes y grupos y con ellos actúo. Tengo un par de proyectos de composición, iré viendo cómo puedo hacerlos realidad. Y mirando de reojo esa idea de concierto en directo de guitarra sola, quién sabe.