Izkander Fernandez
Entrevue
Brandon Boyd
Voz, guitarra rítmica y percusión de Incubus

«Ver florecer aquella escena underground de los 90 cambió mi vida por completo»

Roxy Rodriguez
Roxy Rodriguez

La década de los noventa supuso un último estertor para la industria musical y el rock tal y como había sido conocido a lo largo de las tres décadas anteriores. Los ochenta supusieron un periodo oscuro en el que la estética, tanto a nivel visual como musical, había ofrecido una sensación de falso movimiento. Anquilosada a la par que todavía ingenua, la escena impulsada por la industria vivió una explosión clave durante los primeros años 90 que fue fugaz y aceleró el pulso de los ciclos, o modas, hasta terminar cerrándolos e igualándolos a cero, o al infinito, antes del final de la década. Aquel pequeño gran big bang ocurrió cuando las grandes compañías multinacionales que dominaban el mercado viraron su estrategia hacia algo que ocurría bajo la corteza terrestre. En las cavidades subterráneas que escapaban a los grandes medios existía otra industria musical con sus canales de promoción y venta que movía millones de dólares al año. El rock independiente, el underground, contaba con grandes referentes con lustros de experiencia y éxitos. La clave fue que en ese mundo subterráneo las cosas ocurrían porque sí. Los éxitos llegaban porque sí. Las carreras no se corregían o se aceleraban gracias a cheques. Así que la industria vio la opción de exprimir esa oportunidad sabiendo que iba a maximizar beneficios porque, básicamente, iba a obtenerlos sin apenas invertir. El trabajo se lo habían hecho otros.

La ciudad de Los Ángeles, como casi siempre, sirve de ejemplo de la caída de un imperio. En 1991, tras casi una década de dominación, la escena de hard rock angelina fue aniquilada por la marca creada por la propia industria para ejercer de ariete de lo alternativo. En pocos meses, el maniqueo hard rockero heredado de la traumática administración Reagan, rico en misoginia y en un discurso tan vago como divertido y atractivo, fue arrasado por el grunge. Fueron momentos convulsos, no solo en lo artístico. Los modelos productivos que habían dominado en la industria musical comenzaron a cambiar y a derruirse hacia adentro, sembrando los frutos de la actual situación dominada por las grandes plataformas de streaming y las transnacionales dueñas de la venta de entradas. Si hay un testigo de aquella fascinante era de cambios de quien nadie iba a acordarse jamás, ese es Incubus. La banda californiana estaba allí cuando todo empezaba en los primeros 90, vio morir el hard rock de LA, el grunge, se aprovechó del alumbramiento del estrambótico nu metal y también le sobrevivió. El quinteto gravó un puñado de discos respetables e inofensivos. Fueron, en cierta medida, los buenos chicos de una industria moribunda y los chicos atractivos del residual e insípido rock alternativo que durante la década de los 2000 no dio problemas ni tampoco invitó a crearlos.

En pleno 2023, y tras una intentona fallida en 2020 por culpa de la pandemia, Incubus regresa a Euskal Herria para actuar en Azkena Rock Festival. Sin un gran éxito palpable desde 2006, la banda formada y liderada por Brandon Boyd, Mike Einziger y José Pasillas sigue estando en una buena posición. No en vano, Incubus vendió la friolera de más de 23 millones de discos y talló, tanto si se lo permitían como si no, un buen número de éxitos sobre la materia gris de los cerebros alumbrados bajo la cultura musical anglosajona. Desde su residencia al oeste de Los Ángeles, un Brandon Boyd vestido de blanco contesta a las preguntas de 7K con serenidad, pausa y elegancia hasta que tiene que describir el ciclo, o la moda, que le puso en las vías del éxito: el nu metal. Boyd es, a día de hoy, un artista espiritual que pinta, escribe y compone casi a partes iguales y que se muestra agradecido por su afortunada singladura.

¿Qué importancia tiene para usted el impacto que ha tenido en la vida de sus fans?

Supongo que la mejor manera de resumir lo que significa para mí es describir el abrumador sentimiento de gratitud con el que me encuentro a diario. A menudo, cuando me encuentro con gente por la calle o cuando viajo, la gente se me acerca y el 99% de las veces lo hace para decirme que lleva escuchando nuestro grupo desde que eran niños y lo hace de una forma muy respetuosa y amistosa. Gente que a veces incluso es de mi propia edad. Tras vivir este sentimiento solo puedo describirlo con gratitud.

¿Qué efecto ha tenido la música en usted?

La música tiene un efecto imborrable y ha sido terriblemente importante para mí desde que era un niño y, probablemente, lo seguirá siendo hasta que muera. Lo es cuando escucho una canción que me atrapa en el momento justo. Ya sea conduciendo o dando un paseo, o cuando simplemente me viene a la cabeza al azar, como a veces ocurre con las canciones. Pienso para mí mismo que son como fantasmas benévolos que aparecen y te acompañan en forma de melodía. Estos fantasmas benévolos han llenado nuestra vida y nos han acompañado de una manera bella. Es como si estuvieras caminando en una dirección y escucharas una canción que te desvía hacia otra dirección. Aunque suene banal, no lo es en absoluto. Una canción o una melodía es algo intangible que flota en el aire y que es capaz de cambiar el rumbo de tu vida. A mí me ocurre. A veces voy conduciendo y la letra de una canción cambia la forma en cómo me siento respecto a algo y eso va a variar una parte de mi vida.

Roxy Rodriguez

¿Alguna vez ha escrito música que sabe que nadie va a escuchar?

Escribo música constantemente y diría que la mayor parte de ella probablemente nunca verá la luz. La mayor parte solo existe en mi mente o son canciones que les canto a mis perros o a mi pareja.

¿Cuándo entiende que esas ideas están listas para ser compartidas con alguien?

Cuando creo que lo que he escrito tiene sentido lo comparto con los chicos de la banda y ahí se dan todo tipo de reacciones. A veces es como: “¡Genial! Vamos a hacer de esto una canción de Incubus”. Mientras que otras veces todo termina en una felicitación personal pero no pasa a nada más. A lo largo del último año también he estado compartiendo a través de mi página de Substack, “A wink and a nod”, algunas de esas canciones, me gusta llamarlas bocetos, donde grabo con guitarra acústica o piano y mi voz.

Como muchas otras bandas, Incubus empezó en el instituto, en California, a principios de los 90. Tres de los miembros fundadores siguen en la banda. ¿Alguna vez soñaron en sus inicios con la exitosa carrera que han tenido?

Yo lo hice. Tenía ideas y fantasías sobre la posibilidad de ganarme la vida haciendo música. En mi caso, siempre lo he tenido claro y, desde pequeño, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, contestaba que ya era un artista y que lo iba a seguir siendo toda la vida. Eso sin saber qué significaba y sin plantearme si podría ganarme la vida haciéndolo. Hoy en día diría que vivo un conjunto de circunstancias maravillosas y afortunadas que me convierten en un hombre de mediana edad que se gana la vida como músico. Por el camino me he ido dando cuenta de que nuestras fantasías infantiles no coinciden con lo que la realidad te depara y que, por lo tanto, he pasado por un interesante, y en ocasiones desafiante, proceso en el que he tratado de corregir aspectos referentes a ser una estrella del rock. El término estrella de rock siempre ha sido un término raro para mí. Algunas de las cosas que pensaba que tenían que ver con ser una estrella de rock se han cumplido. Pero muy pocas. La mayoría de ellas eran equivocadas.

Ustedes eran parte de la escena de Los Ángeles en un momento histórico dentro de la historia del rock. Un momento en el que la escena alternativa explotó y arrasó con la larga tradición de rock duro de la ciudad. ¿Cómo recuerda aquel turbulento Los Ángeles de sus inicios?

Fue una época salvaje en la música. Despertábamos de los 80 para sumergirnos de lleno en los 90. Las diferencias creativas, artísticas y estéticas entre la escena underground que llegaba y la escena que se iba eran rotundas. Sin embargo, algo me dice que todo lo que estaba ocurriendo en los primeros 90 referente a rock alternativo, grunge o como quieras llamarlo, ya estaba ocurriendo en los años 80. Claro que estaban sucediendo en un mundo subterráneo y, lógicamente, no estaba ocurriendo a la vista de todos.

¿Fue fan de la escena de rock duro de su ciudad?

Aquella música glam y chulesca con todos aquellos peinados, el maquillaje, el spandex, la brillantina y todas esas cosas tuvo una larga carrera y claro que fui a un montón de conciertos de aquellas bandas y fueron muy divertidos. El primer concierto al que fui fue de Bon Jovi y Skid Row en San Diego. Tenía 13 años y fue hacia 1989. Fue un concierto impactante y espectacular. Una fiesta para los sentidos donde público y bandas compartían los mismos locos y coloridos trajes. Lo viví como se vive todo eso durante tus primeros días. Pero en mi segundo concierto fui a ver a Rage Against the Machine a un pequeño club en Hollywood. Por aquella época, durante los primeros días de Incubus como banda, empecé a ir a conciertos con Mike y José. En poco tiempo habíamos visto a Pearl Jam, Nirvana, Red Hot Chili Peppers, Mr. Bungle, Primus…

Estaba viviendo el cambio en primera persona.

Había crecido escuchando la música que escuchaba mi hermano y mis hermanas mayores, que era como la música errónea. Y claro que me gustaba, e incluso te diría que todavía me gusta mucho, pero ver florecer aquella escena underground de los 90 cambió mi vida por completo. Me siento muy afortunado de haber tenido entre 15 y 16 años de edad justo cuando se dio aquel cambio en los 90. Creo que estaba en el momento justo para vivir el impacto de una forma muy intensa, ya que era un crío, pero era también lo suficientemente adulto para darme cuenta del maravilloso momento que estaba viviendo. Así que, a partir de aquel momento, mi educación musical corrió a cargo de Rage Against the Machine, Soundgarden, Alice In Chains, Jane’s Addiction y todas aquellas bandas.

¿Tuvo aquello influencia en el nacimiento de Incubus?

Yo me veía cercano a todas aquellas bandas. Sentía que aquellos tipos eran como yo. Así que para Mike, para José y para mí el siguiente paso lógico fue crear nuestra banda e intentar enfocar las influencias que teníamos y comprobar qué éramos capaces de hacer. En cierta manera, nuestros primeros intentos sonaban como a una mezcla de todas aquellas influencias. Fue posteriormente, cuando estábamos componiendo para nuestro segundo disco, cuando creo que empezamos a exprimirnos y cuando comenzamos a desarrollar nuestra propia propuesta.

Posteriormente pasaron a formar parte de la escena nu metalera de la segunda mitad de los 90 ¿Se sintieron cómodos dentro de todo aquello?

Hay un pequeño puñado de bandas con las que tocamos mucho, que se portaron muy bien con nosotros, que tienen mucho talento y que siguen estando ahí, que formaron parte de aquello que se llamó nu metal y con las que me siento muy cómodo. Korn nos invitó a la que fue nuestra primera gira real en 1997 por Europa. Se portaron muy bien con nosotros. Fueron muy generosos con su tiempo, nos permitieron comer de su catering, abrir para ellos, su público fue muy receptivo con nuestra música y por eso tengo sentimientos afectivos hacia ellos. También tengo aprecio a Deftones, porque tocamos mucho con ellos. Por otra parte, y esta es tan solo mi opinión, sentí que la mayor parte de la música que se entendió como nu metal era basura. Aquí me toca ser dogmático y pensar que seguramente para ellos también lo éramos. Gran parte de todo aquello tenía un carácter velado misógino, sexista y muy obtuso de mente. Durante muchos años no me sentí cómodo ni me gustaba ser asociado con muchas de las bandas. Carecía de sentido para mí. No obstante, dicho esto, Deftones, System of a Down o nosotros éramos bandas de esa época. Y para mí son bandas de rock fenomenales y atemporales. Así que me gustaría que hubiera una palabra diferente para esas bandas, porque el término nu metal nunca me ha gustado.

Roxy Rodriguez

¿Ha sentido alguna vez presión o falta de libertad durante el proceso de composición de un disco?

Supongo que he sentido presión. Ya sea por parte de la discográfica, del manager o de los miembros de la banda que me decían: ‘Aquí tienes un riff de guitarra o un ritmo de batería. Ahora, escribe algo realmente bueno’. Ese tipo de presión te obliga a dar lo mejor de ti. Pero la presión más intensa que he experimentado es la presión que me he puesto a mí mismo, para dar lo mejor de mí a la hora de componer, grabar un disco o cantar. Afortunadamente, nunca he experimentado la presión de cualquiera de los sellos discográficos con los que hemos trabajado, hasta el punto de que, si llegaron a ejercer algún tipo de presión, nunca la interioricé. También nuestro público ha sido crítico a lo largo de los años. Supongo que, en caso de tener una personalidad diferente, me hubiese obligado a tratar de ser de una manera determinada o escribir de alguna forma concreta pero, por la razón que sea, tampoco he interiorizado ese tipo de presión. Eso me ha permitido tener una libertad creativa que realmente aprecio. Sinceramente, creo que la razón por la que me sigue gustando componer música es que no he permitido que esas presiones externas infecten demasiado el proceso. Creo que es importante que los artistas en general sigan su propia brújula. Una cosa es analizar la habitación, y otra diferente es complacer a la sala. Yo nunca he querido complacer a nadie. Me encanta entretener e inspirar, pero también me encanta desafiar a la gente.

¿Cómo ha cambiado el negocio de la música para una banda como Incubus?

Ha sido fascinante observar los cambios de paradigma en la forma en que se mueve el negocio de la música. Para nuestros oyentes más jóvenes, Incubus ha sido una banda desde 1991 y, cuando empezamos a hacer discos, los grabábamos en cinta. Es que cuando empezamos la gente todavía compraba casetes, que es literalmente una cinta de carrete a carrete que se metía en una caja en el coche o en casa. Llegamos también a la era de los CDs, y ahora estamos en la era del streaming.

¿Qué opina del streaming?

Creo que el streaming no va a ser el último estadio de todo esto. Creo que probablemente habrá otra tecnología en un futuro no muy lejano que cambiará por completo el paradigma del streaming y que se consumirá música de una forma totalmente distinta. A nosotros como banda lo que nos queda es seguir haciendo música. Si la gente quiere escucharla en un casete, en un vinilo de diez pulgadas, por streaming o gracias a una conexión psíquica con su banda favorita, nos seguirá pareciendo increíble.

Ha actuado en Euskal Herria en cuatro ocasiones y le gusta el surf. ¿Recuerda algo?¿Ha surfeado alguna vez por aquí?

No he surfeado nunca allí, aunque siempre he querido. Tengo amigos que han estado por ahí en varias ocasiones y he visto un montón de vídeos y es algo que me gustaría hacer. Me encanta el océano y me gusta visitarlo en tantos lugares diferentes como sea posible. Por otra parte, pese a que todavía no me he hecho las pruebas genéticas, siempre me han dicho que parte de mi familia materna tiene ascendencia vasca. Así que, cuando voy allí, en ocasiones miro alrededor y pienso: así que mi gente viene de aquí. También tengo una parte mexicana y, cuando voy a México, tengo sentimientos similares. La parte de mi padre proviene de Escocia. Lo cierto es que me siento una persona moderna, una especie de deseo común, una mezcla.

Este viernes 16 de junio actuarán en la edición 2023 de Azkena Rock Festival, uno de los principales eventos de rock en el sur de Europa. ¿Conoce al resto del cartel? ¿Cómo cree que encaja Incubus?

Supongo que encajaremos tan bien como cualquiera de las bandas. En mi opinión, el cartel es bastante diverso. Me encantan ese tipo de festivales que giran en torno al rock, porque el rock es un contenedor masivo. Ya sabes, es como un cajón de sastre para 50 subgéneros. Me siento agradecido porque Incubus cubre muchos terrenos diferentes y, gracias a la música que hacemos, podemos tocar en diferentes tipos de festivales. Participamos en eventos de rock, pop o metal. A mí personalmente me encanta tocar en festivales, porque tienes la oportunidad de estar frente a un público que no está obligado a sentarse. Me resulta un ambiente divertido pese a lo caótico, al menos siempre que todo el mundo esté a salvo. Pero también tienes la oportunidad de ver a grupos que de otro modo no verías, grupos con los que no has girado y conoces a gente nueva.