Iker fidalgo
PANORAMIKA

El arte del objeto

Vista general de la exposición “Milicua Museum”, una retrospectiva del trabajo de Pablo Milicua que hasta el 6 de octubre estará en el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz.
Vista general de la exposición “Milicua Museum”, una retrospectiva del trabajo de Pablo Milicua que hasta el 6 de octubre estará en el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz.

Los objetos forman parte de nuestra vida. Los creamos con múltiples fines y les son encomendadas diferentes funciones. Un objeto tiene cuerpo e identidad propias, esto quiere decir que lo identificamos como tal. Tienen un estatus específico en nuestro día a día y soportan connotaciones culturales y emocionales. A ellos les atribuimos convertirse en recuerdo de alguien que ya no está, simbolizar el amor sin fisuras o representar una deidad en un ritual. También actúan como recuerdos de nuestro paso por el mundo, pequeñas ruinas de lo que fuimos y del rastro material que dejamos en la vida.

El arte, en cierto modo, se enuncia también desde aquí. El valor cultural de aquello que es creado por los y las artistas forma parte de un pacto tácito en el que atribuimos una potencia poética y simbólica a una construcción concreta basada en determinadas condiciones compositivas, narrativas, etc. Esto, que es inherente a los seres humanos, es una de las grandezas de la creación artística. Acordar lugares comunes en los que nuestras sensibilidades se encuentran para compartir puntos de vista, vivencias y experiencias.

A mediados de julio pasado, el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz inauguró “Milicua Museum” a cargo del artista Pablo Milicua (Bilbo, 1960). La exposición, entendida como una retrospectiva del autor, hace un recorrido por la trayectoria del creador vizcaino y nos permite entender diferentes momentos y facetas de su abultada producción. A pesar de su imponente presencia, es de las pocas veces que el amplio depósito de aguas del centro parece quedarse en un segundo plano, dominado por el contenido que lo habita. La cantidad de piezas, objetos, obras de gran tamaño, bodegones y pequeñas instalaciones que pueblan la sala, desborda el espacio expositivo y funciona con la acumulación como herramienta expresiva. De hecho, acumular es el gesto que rige el trabajo de Milicua. Cientos de objetos de diferente condición construyen altares, una cabeza de venado, rodean hasta fagocitar a una motocicleta o forman una suerte de manto en el suelo. Cada pequeño elemento tiene su propia lógica y procedencia, pero, aun así, entre todas se conjugan para formar parte de algo nuevo, como partes de un gran puzzle.

Mención especial para el trabajo pictórico y los collages en gamas grises y sepias. Composiciones que tienden hacia lo tridimensional y que juegan entre la abstracción y la fuerza de las texturas. La muestra presenta tres líneas que se entremezclan. Por un lado, trabajos que hablan desde el autorretrato y la imagen del artista. Por otro, un repaso a sus piezas más importantes y finalmente un paisaje autobiográfico conformado por objetos encontrados y coleccionados. Hasta el 6 de octubre podemos acercarnos a esta propuesta en la que la locución latina “horror vacui” adquiere todo su sentido y que, a buen seguro, no nos dejará indiferentes.