Lumumba y el Congo: Crímenes colonialistas a ritmo de jazz
El abrumador documental «Banda sonora para un golpe de estado», de Johan Grimonprez, retrata la particular relación entre el colonialismo y el uso del jazz como arma cultural en plena Guerra Fría. Y lo hace con el líder Patrice Lumumba como víctima mayor del complot occidental y el saqueo de valiosas materias primas en el Congo como causa principal de la trama.

La batería de Max Roach marca de entrada el ritmo en “We Insist! Freedom Now Suite”, cantada por Abbey Lincoln. Le siguen otros músicos y vocalistas de jazz-soul y músicas africanas, que mantienen la tensión musical durante los 150 minutos del documental “Banda sonora para un golpe de estado” (“Soundtrack to a Coup d’Etat”). Se presentó en el pasado Zinemaldia, llegó a la final de los últimos Óscar y se ha estrenado recientemente en Filmin.
Con amplia andadura en cine y otras artes visuales, con títulos como “Blue Orchids”, “Shadow World”, “Double Take” o “dial H-I-S-T-O-R-Y”, y varios libros y cortometrajes, el flamenco Johan Grimonprez (Roeselare, 1962) firma una compleja mezcla de sonidos e imágenes que avanza o retrocede en el tiempo. Un atrevido ejercicio audiovisual al servicio de una documentada denuncia sobre la brutalidad colonial.
La cinta arranca en febrero de 1961, cuando los citados Roach y Lincoln y las escritoras Maya Angelou y Rosa Guy convocaron a un grupo de sesenta activistas por los derechos civiles para acudir a la sesión plenaria de la ONU en Nueva York. Boicotearon la asamblea y denunciaron la agresión imperialista a la apenas nacida República Democrática del Congo (30 de junio de 1960) y la muerte, tras ser torturado y ejecutado, el 17 de enero de 1961 de Patrice Émery Lumumba, uno de los fundadores del Movimiento Nacional Congolés (MNC) y primer ministro del Gobierno independentista.
La película usa una catarata de archivos de imágenes y audios. Hay extractos de “My Country, Africa” de Andrée Blouin, asesora de Lumumba y pionera de los derechos de la mujer. También declaraciones actuales del escritor In Koli Jean Bofane. O pasajes de “To Katanga and Back”, del diplomático irlandés Conor Cruise O’Brien.
LA PEOR ALIMAÑA
Desde 1885, y aunque nunca la visitó, el Congo perteneció al rey belga Leopoldo II y fue la única colonia privada del mundo. La brutalidad ocupante hizo que entre 1880 y 1926 la población disminuyese a la mitad. Calcular las víctimas ha sido imposible y se han barajado entre cinco y diez millones de muertos.
La presión internacional hizo que en 1908 el rey la cediese a su propio Estado. El nuevo Congo Belga dio un giro paternalista y “civilizatorio”. Bernardo Atxaga denunció esa historia en la novela de aventuras “Zazpi etxe Frantzian” (2019) y ha solido recordar al escritor Mark Twain cuando dijo que en el palacio real de Bruselas vivía «la peor alimaña que ha dado la Historia».
La clave residía en la Union Minière de la región de Katanga, compañía originalmente propiedad del rey y centrada en el caucho y el marfil. Después fue la mayor proveedora de minerales preciados para la industria bélica: uranio, titanio, cobre… Estados Unidos consiguió 3.310 toneladas del uranio que usó para las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki y para plantas nucleares. Y también el cobre para la fabricación de las balas que se usaron desde los helicópteros en Vietnam y que fue un elemento estratégico en la guerra espacial.

EL PAÍS QUE NO FUE
En 1959 la represión belga causó masacres con centenares de muertos. Lumumba había conocido a grandes anticolonialistas como el antillano-argelino Frantz Fanon, el ghanés Kwame Nkrumah o el camerunés Felix-Roland Moumié, envenenado por agentes del servicio secreto francés en 1960, y se unió al movimiento por los Estados Unidos de África.
Había que frenarlo y fue arrestado en enero de 1960. Pero tuvo que ser liberado para participar en Bruselas en negociaciones con la metrópolis. El MNC y sus aliados ganaron las elecciones en mayo y Lumumba ocupó el cargo de primer ministro del nuevo Estado oficialmente independiente, aunque atado a los intereses colonialistas de Bélgica, Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de potencias imperialistas.
Balduino, ultraconservador rey casado con la aristócrata española Fabiola de Mora y Aragón, declaró en su discurso: «La independencia del Congo es la culminación de la obra concebida por el genio del rey Leopoldo II, llevada a cabo con tenaz valentía y continuada con perseverancia por Bélgica».
El movimiento liberador aceptaba formalmente la amistad con el pequeño reino verdugo, pero Lumumba pronunció un discurso demoledor. «Ningún congoleño digno de ese nombre podrá olvidar que la independencia fue conquistada por una lucha ardiente e idealista, en la que no ahorramos nuestras fuerzas, privaciones, sufrimientos, ni nuestra sangre… Una lucha noble y justa, indispensable para poner fin a la humillante esclavitud que nos habían impuesto por la fuerza. Ese fue nuestro destino durante ochenta años de régimen colonialista, por lo que nuestras heridas son todavía demasiado recientes y demasiado dolorosas para que podamos eliminarlas de nuestra memoria».

NUEVA ARMA SECRETA
La ONU, tutelada desde su inicio por Estados Unidos, veía peligrar su mayoría imperialista ante la llegada de dieciséis representantes de estados africanos independientes. En respuesta a lo que consideraba una influencia de la Unión Soviética, Estados Unidos desarrolló novedosas formas de propaganda. La película desentraña la puesta en práctica de una nueva “arma secreta”. En palabras del presidente Dwight D. Eisenhower, «ganar la más crítica de las batallas, la mente de los hombres».
¿Nombre del instrumento batallador? ¡El jazz! ¿Medios mayores de difusión? La emisora planetaria “La Voz de América” y giras de músicos estadounidenses. ¿Embajadores? El simpático cantante de voz ronca Louis Armstrong, el festivo trompetista Dizzy Gillespie, o grandes voces femeninas como Nina Simone o Sarah Vaughan.
Geopolítica y jazz fueron las bases de la penetración imperialista a través de la llamada American Society for African Culture. A los músicos afroestadounidenses citados, que participaron directamente en la misión propagandística, se une en el documental la presencia física o sonora de otros altos creadores como Duke Ellington, John Coltrane, Charles Mingus, Thelonius Monk, Ornette Coleman, Miles Davis, Art Blakey & The Jazz Messengers, Archie Shepp…
Asoman también voces femeninas como la de la luchadora Miriam Makeba. Hay una filmación de la orquesta del cubano Pérez Prado y una amplia presencia de la entente musical congo-caribeña con Franco Luamabo, Adou Elenga, Rock n’ Mambo, Docteur Nico, Grand Kalle o Joseph Kabasselé & African Jazz. La extensa BSO del documental es una brillante recopilación musical.

GASES EN EL ESTÓMAGO
A Nikita Khrushchev, máximo dirigente soviético, el jazz no le parecía música, sino «cacofonía», y le producía «gases en el estómago». El líder ruso protagoniza en el documental acalorados discursos anticolonialistas en la ONU.
Louis Armstrong llegó triunfal al Congo con su orquesta, en “misión humanitaria” del Departamento de Estado para desviar la atención del magnicidio del primer ministro africano y contrarrestar un comunismo que anidaba más en las obsesiones de la CIA que en la ideología de sus enemigos.
«¿Qué si soy comunista?», declara Lumumba, «me hace reír, no soy comunista en absoluto, soy africano». Cuando la gira jazzera arriba, por ejemplo, en Siria, sus reporteros televisivos consiguen que todos los entrevistados afirmen: «No somos comunistas, somos capitalistas». La réplica llega de casa cuando el dirigente negro Malcolm X declara: «La situación de América es una locura, se refiere a sí misma como el mundo libre y como una democracia y tiene a 22 millones de ciudadanos a quienes les niega la ciudadanía».
DIENTE DE ORO
El nuevo Estado independiente congoleño fue rápidamente saboteado por Bélgica y la CIA, que usaron a los líderes Moise Tshombe y Joseph Mobutu para declarar la separación de la región de Katanga, donde estaban las principales minas. En connivencia con el presidente de la República, Joseph Kasavubu, y con la ONU mirando para otro lado, el pulso entre facciones culminó con la toma del poder de Mobutu en septiembre de 1960. Lumumba y otros líderes permanecieron bajo arresto domiciliario desde noviembre.
En enero de 1961, Patrice y sus camaradas Joseph Okito y Maurice Mpolo fueron trasladados a Katanga, donde los maltrataron, fusilaron, trocearon, los disolvieron en ácido sulfúrico y quemaron los restos. El investigador belga Ludo De Witte lo narró en su libro “The Assassination of Lumumba”.
Bélgica tardó años en realizar gestos de disculpa y en 2018 dedicó a Lumumba una plaza en Bruselas. En 2022 devolvió solemnemente un diente con corona de oro del líder muerto que el policía Gérard Soete, que había dirigido el macabro operativo, guardó como “trofeo de caza”. Trasladado en un féretro, presidió un funeral multitudinario en la calle que lleva su nombre en la capital Kinshasa.
Más de sesenta años después de su muerte, fue enterrado en un grandilocuente mausoleo, coronado por su estatua. Aunque el documental de Grimonprez se queda prácticamente en los años sesenta y no narra ese epílogo de la vida del líder africanista.

UNA ESPESA SOMBRA
Siendo potencialmente uno de los países más ricos del mundo, la República Democrática del Congo es en realidad uno de los más pobres. Con los años, ha añadido a sus valiosos minerales el cobalto, coltán o litio, casi imprescindibles para los teléfonos móviles, ordenadores o baterías de coches eléctricos. El documental evidencia que algunas cosas han cambiado poco mostrando publicidad de iPhone y Tesla.
El país sigue sufriendo un caos de enfrentamientos armados, con Bélgica aún de por medio, enfrentada con la vecina Ruanda, receptora mayor del pillaje de minerales.
Johan Grimonprez opina que la muerte de Lumbumba fue «una especie de punto cero que marcó el modo que adoptaría Occidente para lidiar con las riquezas del continente africano». A ritmo de jazz o de sonidos afros zoukou, Lumumba es hoy una referencia histórica en la lucha de la humanidad colonizada, aunque su legado no tiene mucha influencia.
Como señaló en tono metafórico Philippe Biyoya Makutu, influyente profesor de Ciencias Políticas fallecido en 2015, «de Lumumba solo queda el nombre y la carga emotiva, pero en el fondo no sería más que una espesa sombra iluminada por algunos rayos de sol».

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