IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Diálogos entre la vida y la muerte

El debate sobre si la arquitectura es un arte o no lo es tiene al menos más de dos mil años, según nos muestran las fuentes bibliográficas. En nombre de ese arte, o por la justificación de la falta de él, se han hecho las mayores tropelías posibles, bien sea por exceso o por defecto. Desde la crisis del petróleo de los años 70, el boom demográfico y la tecnificación de las soluciones constructivas, el aspecto que más ha perdurado en arquitectura es, sin duda, la de la arquitectura técnica e innovadora frente a la arquitectura más artesana y de visión artística.

Ahora bien, pocos arquitectos serán tan unánimemente aclamados, ya por la crítica, los profesionales del ramo, la opinión pública y los clientes, como el suizo Peter Zumthor. Representa la arquitectura que puede ser innovadora y clásica, perdurable y moderna, emocionante pero seria. Su talento viene acompañado por la idea de un personaje muy de acuerdo con la idea del artesano; no cuenta con una página web al uso, apenas se prodiga en medios y el contacto con su estudio es el primero de los escollos a salvar. Su portafolio profesional es, para el nivel de arquitecto, relativamente escaso, sobre todo si se le compara con otros creadores de su mismo nivel, como Foster o Hadid, que han buscado la creación de una marca personal como una estrategia comercial.

Del mismo modo, Louise Bourgeois es una artista a quien se le tenía gran aprecio dentro entre los amantes de la arquitectura y por el público en general, gracias en parte a la instalación de una de las arañas Maman en la orilla del Museo Guggenheim de Bilbo, pero sobre todo por la tendencia que mostraba de incluir la arquitectura como parte activa de su obra. Para la artista francesa, la arquitectura era una manera de convertir la memoria en físico, del mismo modo que sus esculturas transformaban sus recuerdos en materia. Bourgeois murió en 2010, no sin antes realizar una última gran instalación en colaboración con Peter Zumthor: el Memorial de Steilneset, en Noruega. El arquitecto cuenta que cuando el Ayuntamiento de Vardø, en el condado de Finnmark, les encargó de manera conjunta la creación de un trabajo para las víctimas de las cazas de brujas acaecidas en Finnmark en el siglo XVII, estuvo a punto de abandonar el proyecto al considerar superior la idea de la artista. «No, quédate», debió de decirle Bourgeois, y de ese modo decidieron separarse lo suficiente para resultar indispensables el uno para el otro.

Dos obras complementarias. Flanqueando la costa noruega, un gran gusano aparece colgado de un entramado de vigas de pino, casi del modo en el que un taxidermista gigante colocaría su trofeo. El gusano, que recorre 130 metros hasta llegar a un edificio cuadrado de treinta metros de ancho, aparece con el color blanco de la membrana de fibra de vidrio suspendida que lo conforma, y contrasta con la edificación que se encuentra en uno de sus extremos, un paralelepípedo cuadrado.

El primer cuerpo, el blanco, pretende introducir al visitante a un viaje a través de la vida de las 77 mujeres y catorce hombres a los que mataron en 1621 acusados de brujería. Una vez nos introducimos en el gusano, entramos en un estrecho pasillo de un metro y medio, por el que 91 pequeñas ventanas, dispuestas de modo irregular, recuerdan una a una las 91 víctimas mediante una pequeña biografía. Las ventanas son, según Zumthor, un guiño a los pequeños ventanucos presentes en la arquitectura vernácula noruega.

Cuando ese viaje por la vida de los 91 asesinados finaliza, una pasarela de madera acompaña al visitante al edificio, teñido de negro, que contiene la instalación de Bourgeois titulada “Los condenados, los poseídos y los queridos”. Si el gusano representaba la vida, este último representa la trágica muerte en la hoguera de los condenados, mediante una llama sin fin que se quema sobre una silla de acero colocada en un hueco cónico de hormigón in situ. El edificio, que alberga la instalación, está construido con un entramado de acero cor-ten y 17 paneles de vidrio tintado de negro, creando así una metáfora perfecta entre la vida y la muerte.

Las dos obras, la blanca y la negra, complementan un ciclo natural; vivir y morir, de la mano. A toro pasado, parece imposible pensar en la instalación de Bourgeois sin la presencia de Zumthor y viceversa, del mismo modo que no podemos pensar en la vida sin reflexionar sobre la muerte.