IñIGO GARCIA ODIAGA
ARQUITECTURA

El jardín de las delicias

En torno al año 1500, Jheronimus Bosch, El Bosco, pintó el tríptico cuya obra central recibe el nombre de “El jardín de las delicias”, un trabajo de fuerte contenido simbólico. Una obra pictórica que obedece a una intención moralizante frente a los pecados del ser humano.

Otro jardín, pero en este caso uno botánico, El jardín de Agua, un proyecto diseñado por el arquitecto japonés Junya Ishigami, parece ahora, 500 años después, plantearnos las mismas cuestiones que aquel cuadro que a modo de sátira explicaba el mundo medieval.

Junya Ishigami, ganador del premio del Instituto de Arquitectura de Japón y del León de Oro que otorga La Biennale di Venezia, combina en este jardín principios teóricos y modernos, así como conocimientos ancestrales extraídos de los arrozales japoneses. Mediante esta combinación, ha desarrollado un espacio verde dentro de la naturaleza. Este nuevo paisaje ha sido construido a partir del traslado de cientos de árboles que han sido replantados para salvarlos de la transformación radical que una parcela cercana iba a sufrir debido a la construcción de un inmenso complejo hotelero en la prefectura de Tochigi en Japón.

Este sorprendente nuevo jardín varía su apariencia según la hora del día y la época del año, creando un espacio único por un lado enigmático y atractivo, pero por otro lado incómodo y en cierto modo lunar, que parece llevar impreso en su genética algo del sinsentido inmobiliario que lo ha generado. En ese sentido, es el lugar ideal para establecer un debate sobre la relación de la naturaleza con el hombre y la puesta en valor de la herencia natural que nos ha sido legada.

Originalmente, todo ese entorno que hoy ocupa el parque estaba muy arbolado antes de que fuese despejado para crear campos de arroz. Más tarde, el abandono de los arrozales y, por lo tanto, de los sistemas de gestión de agua tan necesarios para este tipo de cultivo, convirtió progresivamente el área en praderas. Este proyecto intenta poner en valor todo ese potencial ambiental de ese trozo de tierra, fusionando en un único paisaje las diferentes capas de memoria acumuladas en ese lugar y, por lo tanto, las diferentes naturalezas que ese terreno había tenido a lo largo de su historia.

Cientos de árboles. Específicamente, para la realización de este jardín se han transportado y replantado cientos de árboles de las parcelas adyacentes, que soportarán el desarrollo de un nuevo complejo hotelero. La propuesta va dirigida a salvar los árboles que serían cortados al desarrollar todos los nuevos edificios que componen el resort vacacional, de manera que permanezcan en ese mismo área. Uno de los problemas de trasplantar árboles está en el deterioro que sufre la red de raíces del árbol, por lo que es necesario aportarle agua constantemente, de forma que con menos raíces pueda mantenerse sano hasta que arraigue de nuevo. Para garantizar esos aportes, se han utilizado herramientas tradicionales que se usan para nivelar el agua en los campos de arroz, como una manera de llevar el agua del río cercano hasta el lugar. Tras el replantado, se crearán artificialmente unas alfombras de musgo similares a las que crecen de forma silvestre en los suelos forestales circundantes, para que esta capa vegetal ayude a mantener la humedad del suelo que nutre a los árboles.

Árboles, agua y musgo se combinan y entremezclan para componer un nuevo paisaje. En ese sentido, es también fundamental el estudio de las diferentes especies y la configuración de los árboles en la propiedad original para poderlos reorganizar cuidadosamente en diferentes áreas en su nueva disposición. Los numerosos estanques presentes entre los árboles generan además un efecto lumínico singular, al reflejar la luz solar que se filtra entre las ramas.

En cierto modo, el paisaje creado por este método artificial es moderno e intemporal al mismo tiempo, ya que consta de los mismos componentes ambientales que originalmente se encontraban en el lugar, pero que por acumulación construyen una «nueva naturaleza» al combinar los elementos antiguos en una nueva configuración.

Un paisaje que, al igual que el cuadro de El Bosco, presenta un mundo ideal, donde no existe el dolor, el sufrimiento o la agonía; pero que simplemente es una ilusión, ya que es producto de una desoladora realidad que obliga a trasplantar cientos de arboles.