Este conflicto no me sirve
Cómo distinguir un conflicto productivo de aquel que no lo es? Es una pregunta análoga a “¿cómo diferenciar el enfado productivo del que no lo es?”. Y es que los conflictos suelen cursar con un repertorio de emociones variopintas en las partes, que van provocándose, turnándose y alimentándose según el momento y las consecuencias del conflicto.
Por definición, el conflicto surge entre dos partes que quieren lo mismo, aunque sus maneras e intereses explícitos parezcan muy distintos. Puede tratarse de dinero, poder, razón, etc., pero, en cualquier caso, nos volvemos antagonistas cuando pensamos que tenemos que competir por un recurso que consideramos escaso y preciado. Y, ante los conflictos, es particularmente llamativa la aparente contradicción que dos partes enfrentadas pueden evidenciar al narrar las historias entorno a aquello que es tema de conflicto.
Una vez puesta la situación de conflicto sobre la mesa, una vez que ya nos sabemos enfrentados, la actitud que sigue en cada una de las partes marcará el devenir y resolución del mismo. La actitud lo cambia todo, y esta no deja de ser un reflejo de las creencias. Si creo que el objeto de litigio es mi propiedad exclusiva, mi actitud será coherente con esto, y me colocará en cierta actitud con respecto a quien también quiera apoderarse, de manera exclusiva o no, de esto. Un conflicto productivo a menudo requiere de una revisión de las creencias en torno al mismo, del posicionamiento personal y del papel de los otros.
Cualquier conflicto surge del encuentro, y, si pretende servir para algo, ha de volver a él. Es decir, idealmente, cuando tenemos un conflicto estamos creando una situación de tensión que nos va a mover de donde estamos –a todos, no solo a algunos–, para crear una nueva realidad que nos permita seguir existiendo conjuntamente. El vínculo hace el conflicto, no la indiferencia, y es en el vínculo en el primer lugar en el que se despliega el conflicto. Un desacuerdo productivo es aquel que reconoce que, independientemente del tema, lo que está en juego es la oportunidad para revisar los vínculos y las relaciones.
El conflicto se convierte en improductivo cuando “el tema” hace que se esquive la rotunda realidad de que somos tú y yo quienes hablamos de nuestras verdades, y ninguna de las partes es un ente superior que conoce La Verdad. En un conflicto productivo se escucharán las diferentes verdades sobre un mismo hecho como facetas del mismo fenómeno, y escuchar no es oír. En un conflicto improductivo, las partes oirán pero no escucharán y, sobre todo, evitarán entender cómo tu verdad y la mía se parecen emocionalmente, solo cambia el punto de vista.
Un conflicto productivo mira al futuro en busca de una solución creativa, quizá arriesgada, a aquello que ya es insostenible en la relación. Por el contrario, el conflicto no va a ningún lugar con la mirada puesta en el pasado, con el aferramiento a posturas excluyentes. Sin embargo, debemos saber que el conflicto estalla porque el sistema que construimos –sea entre nosotros dos o entre nosotros mil– no sostiene nuestros propios cambios, los que ya vienen sucediendo desde hace tiempo. Así que, quizá lo más difícil a la hora de hacer que un conflicto sea productivo es el hecho de que ambas partes acepten la incertidumbre durante el proceso de resolución.
Estaremos inventándonos algo nuevo, y por tanto, algo que desafíe la identidad del propio sistema (de creencias, de relación personal, de trabajo), lo que llevará al sistema a reaccionar de forma conservadora y minimalista, es decir, cambiando lo menos posible... aunque sea insostenible. Las personas toleramos muy mal la incertidumbre, y quizá sea eso, junto a nuestra inseguridad arraigada, lo que hace que nos olvidemos de las razones, en busca de La Razón.