XANDRA ROMERO
SALUD

Obesidad: la pandemia olvidada

Si ponemos en contexto las consecuencias actuales del Covid-19, comparando datos con los de otras patologías relacionadas con los malos hábitos, encontramos que a la hora de redactar este artículo de los 69.449 fallecidos en el mundo a causa de este virus según la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EEUU), la obesidad se relaciona por sí sola con unos 4,7 millones de muertos en el mundo al año, afectando no solo a personas mayores, sino a un amplio rango de edad.

De hecho, la obesidad, al igual que Covid-19, es una pandemia y hoy, ante la crisis sanitaria que está viviendo el planeta, vuelve a mostrar los graves efectos que tiene sobre la salud. Por sí sola mata, pero además, es un factor que aumenta el riesgo de gravedad y mortalidad en personas con coronavirus.

Así, investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” aseguraron el pasado mes de marzo que México estaba en una situación de vulnerabilidad mayor que otros países por sus altas cifras de obesidad, diabetes e hipertensión. Asimismo, el 63% de los pacientes afectados por Covid-19 que permanecen en cuidados intensivos en los hospitales de Gran Bretaña padecen distintos grados de sobrepeso.

Al margen de factores “mecánicos” ligados al exceso de “peso” (grasa corporal), como por ejemplo una mayor dificultad para intubar en caso de necesitar un ventilador mecánico o la “lucha de espacio” entre la grasa visceral y el diagrama y los pulmones o que es más difícil obtener imágenes de diagnóstico (ya que existen límites de peso en las máquinas de imágenes), se suman otras complicaciones que no son perceptibles a simple vista.

Sin ir más lejos, desde hace más de una década sabemos que las personas que padecen obesidad, mantienen un estado generalizado de inflamación de bajo grado. Es decir, las células adiposas (células grasas), principalmente las que están localizadas en la zona visceral o del abdomen, se convierten en células pro-inflamatorias, ya que liberan sustancias que producen este estado de inflamación crónica.

Los resultados de los estudios publicados señalan que las características del estado de inflamación por obesidad son muy similares a cualquier otro proceso inflamatorio agudo que se hace crónico e implica la acumulación de células inmunes (neutrófilos, macrófagos y linfocitos), entre las células adiposas. Si tenemos en cuenta que el virus al que nos enfrentamos actualmente provoca una reacción inflamatoria en pulmones y bronquios y, a esto, le sumamos un estado inflamatorio de base, el pronóstico en estas personas es claramente peor.

Pero, además, la obesidad deteriora la respuesta inmune y las células del sistema inmune ofrecen una respuesta debilitada frente a las enfermedades. El estudio de revisión “Obesity Impairs the Adaptive Immune Response to Influenza Virus” refleja cómo adultos obesos tienen el doble de riesgo de gripe o enfermedad similar a la gripe a pesar de estar vacunados frente al virus de la gripe en comparación con adultos vacunados con un peso saludable.

En vista de estos datos, conviene plantearse, una vez más, la obesidad no como un problema estético, ni como artilugio de culpabilización hacia las personas que lo sufren, ni para que aquellos que “padecen” gordofobia se sientan por encima de nada. Hay que entender, ya que se trata de una enfermedad con entidad propia y que, además, es factor de riesgo para muchas otras condiciones.