XANDRA ROMERO
SALUD

Combatir la disfagia

En el artículo de hoy hablaremos de disfagia, un síntoma clínico (no una enfermedad en sí) cuya prevalencia se sitúa en torno al 10%, lo que supone un síntoma frecuente en la población. Sin embargo, en el Estado español no existen datos sobre la prevalencia en población general sino en relación a pacientes ancianos. Llamamos disfagia a la sensación de dificultad para deglutir, es decir, la incapacidad para hacer progresar con normalidad el contenido de la boca hasta el estómago. Incluye tanto la incapacidad para iniciar la deglución, como la sensación de que el material deglutido queda retenido en el esófago, algo así como que el alimento no “pasa” o se “atasca”.

Aunque nos creamos seres “autómatas”, la fisiología o funcionamiento integrado de todo nuestro organismo es complejo y no deberíamos subestimarlo. Aunque masticar y tragar nos parezca muy sencillo, lo cierto es que involucra el movimiento de no menos que treinta músculos. De modo que, para que la comida, una vez masticada y tragada, pase desde la faringe al esófago, tiene que producirse la relajación del esfínter esofágico, de forma coordinada junto con los movimientos (tipo contracciones) de la musculatura del esófago para que el bolo alimenticio llegue hasta la boca del estómago. Si estas contracciones ordenadas por nuestro cerebro no tienen lugar adecuadamente, el bolo alimenticio ingerido puede no abandonar el esófago, con el consiguiente malestar.

Esta situación, puede diferenciarse en base al origen de la disfagia, que puede ser motora, por alteración de los músculos o de las zonas del cerebro que controlan y coordinan la deglución y que suele coexistir con enfermedades neurodegenerativas. También puede producirse una disfagia mecánica u obstructiva en la que la dificultad para tragar está causada por tumores o estrechamiento del “hueco” del esófago, entre otros. Según el área que afecta, podemos diferenciar entre disfagia orofaríngea que sucede cuando hay dificultad para traspasar el alimento desde la faringe hasta el esófago y, normalmente, está más relacionado con los alimentos líquidos. Y, por otro lado, la disfagia esofágica, más relacionada con alimentos sólidos y que se produce cuando aparece dificultad para pasar el alimento del esófago hasta el estómago, presentando sensación de obstrucción en la “boca” del estómago.

Por tanto y a la vista de los datos, dependiendo del tipo y zona afectada así como de la edad y otras enfermedades asociadas, las consecuencias serán más o menos graves. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, tras un adecuado diagnóstico, la alimentación debe ser un pilar importante del tratamiento de la disfagia, pues estas personas pueden mostrar desinterés por comer o rechazo a alimentos, que antes se tomaban de manera habitual, por miedo a atragantarse, así como desnutrición o deshidratación causada por el miedo a comer o beber aquellos alimentos que nos causan problemas y que pueden limitar la dieta generando pérdidas de peso, debilidad muscular y déficit nutricional importante.

Las personas que padecen disfagia tienen que recibir atención y tratamiento médico adecuados para encarar la situación de la mejor forma posible; pero sin comida, no se recuperarán. Y para que puedan alimentarse suficientemente, es preciso que consulten a un dietista nutricionista especializado en disfagia. No obstante, como medidas generales, se recomienda hacer varias comidas y de pequeños volúmenes, aunque éstas deben ser muy nutritivas pues no se podrá ingerir suficiente cantidad. Será preciso evitar alimentos que pueden resultar de difícil manejo a la hora de tragar, como por ejemplo alimentos “pegajosos” tipo miel, chocolate etc.; alimentos fibrosos como algunas frutas y verduras; muy secos como frutos secos, alimentos con semillas, espinas o huesos así como los de dobles texturas, es decir, que al ser masticados desprendan líquido (algunas frutas, alimentos sólidos con salsas líquidas, etc.).

De modo que, a la luz de los datos de la Organización Mundial de Gastroenterología, que refiere que 1 de cada 17 personas en el transcurso de su vida presenta alguna forma de disfagia, es preciso estar pendiente de estos síntomas desde el inicio, antes de que las consecuencias sean más graves y se alcancen estados de desnutrición.